Un grupo de voluntarias con delantales de camuflaje empaqueta los ingredientes necesarios para preparar el borsch, la tradicional sopa ucraniana, que enviarán a las tropas en la línea de frente contra Rusia.
El borsch es una sopa de remolacha (betabel) y repollo que suele servirse con crema fresca. Para muchos, es un símbolo de la cocina rusa, pero Ucrania la reivindica como parte de su acervo cultural y asegura que remonta al siglo XIV. “En el frente, lo importante son las municiones y la comida”, declara Svitlana Kozina, coordinadora del grupo de voluntarios de la Unidad Culinaria de la Capital, que produce mensualmente en Kiev entre 4,000 y 5,000 bolsas listas con la preparación.
“Puede guardar un paquete como este en una bolsa o incluso en un bolsillo de su abrigo, colocado debajo del chaleco antibalas”, añade.
La sopa carga con una dimensión simbólica desde la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 y Kiev ha librado la llamada “guerra del borsch” para reclamarla como suya. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) inscribió en julio el arte de cocinar el “borsch” de Ucrania en su lista de patrimonio cultural en peligro, una medida a la que Moscú se opuso con vehemencia.
En Kiev, una de las voluntarias, Svitlana Korotkova, se enorgullece de preparar la “herencia intangible reconocida por la Unesco que es el borsch ucraniano”.
EL PLATILLO BORSCH SE GUARDA EN BOLSAS, LISTO PARA LOS SOLDADOS DE UCRANIA
“Zanahorias, remolacha, cebolla, otras verduras, papas secas y especies. Y concentrado de tomate. Una ración lista para comer. Colocan (la mezcla) en una olla, pueden añadir carne y tendrán un plato completo”, explica, mientras coloca los ingredientes en una bolsa.
Tanto el gobierno como particulares y grupos de voluntarios se encargan de suministrar alimentos a las tropas. En otro barrio de Kiev, el grupo Cocina de Terreno B-50 —cuyo nombre hace referencia a otra unidad militar— prepara barritas energéticas con nueces y frutos secos.
“La comida siempre es importante, pero en tiempos de guerra lo es especialmente. Es nuestra línea de frente”, asegur Alina Yeshchenko, una voluntaria de 35 años. “Están ahí en el frente protegiéndonos. Hacemos lo que podemos por ellos”, continuó. N