La ciencia lo nombró “el paciente de Berlín”. Timothy Brown era un hombre que vivía con VIH y leucemia mieloide aguda (LMA). De origen estadounidense, a este hombre, de oficio traductor, se le consideró la primera persona en el mundo en ser curada del virus. Brown fue diagnosticado con VIH en 1995 mientras estudiaba en Berlín, Alemania.
Brown tuvo dos trasplantes de células madre de médula ósea en 2007 y 2008 para tratar la leucemia mieloide aguda. El donante era una persona que poseía dos copias de una mutación que provoca que los glóbulos blancos, los defensores del organismo, sean resistentes de forma natural al VIH.
Las células madre resistentes al VIH reemplazaron a las de Brown a la hora del trasplante y el virus dejó de replicarse. Por lo tanto, la infección se detuvo, y después de un tiempo la enfermedad desapareció. Tras varios estudios para asegurarse de que no había rastro de VIH, el paciente dejó de consumir el tratamiento antirretroviral. Es así como aquel caso, según la Sociedad Internacional del Sida, permitió dar esperanza al mundo de encontrar una cura.
“El paciente de Londres”, Adam Castillejo, fue la segunda persona en curarse. El hombre padecía también linfoma de Hodgkin y por ello fue sometido a un trasplante de células madre de médula ósea. Aunque este procedimiento estaba dirigido para combatir el cáncer, finalmente también le erradicó el VIH.
OTROS CASOS CON CURA
“El paciente de Düsseldorf”, un hombre de 50 años cuya identidad no ha sido revelada, también sufría una leucemia mieloide aguda y recibió un trasplante de células madre de médula ósea. Tras un periodo de observación se le retiró el tratamiento antirretroviral. Cuatro años después el virus no ha reaparecido.
Y “la paciente de Nueva York” es una mujer considerada la cuarta persona que limpió su organismo de VIH tras un trasplante de células madre de cordón umbilical.
Todos estos pacientes tienen en común haberse sometido a un trasplante de células madre. Aunque el tratamiento podría ser “esperanzador”, este procedimiento no se puede aplicar a todos los pacientes con VIH.
“El proceso aplicado a las cuatro personas fue pensado para combatir otros padecimientos y, en consecuencia, se curó el VIH”, explica en entrevista Roberto Vázquez Campuzano, académico del Departamento de Microbiología y Parasitología de la Facultad de Medicina de la UNAM. “Sin embargo, el proceso es muy agresivo. El sistema inmune se deprime para que esas células madre no sean rechazadas y existe un riesgo de mortalidad alto, así como la posibilidad de desarrollar una enfermedad asociada al trasplante. Esta opción es complicada y peligrosa, por ello no se ha realizado constantemente”.
38 MILLONES DE PERSONAS CON VIH Y NINGUNA VACUNA
A nivel mundial, aproximadamente 38 millones de personas viven con VIH, más de 40 millones han perdido la vida, solamente cuatro han erradicado el virus de su organismo y, a 40 años del descubrimiento de la enfermedad, la ciencia sigue sin conseguir una vacuna contra el padecimiento.
“Hay muchos elementos que influyen para que aún no exista una vacuna contra el VIH. Se debe entender que no es una enfermedad común; por ejemplo, cuando una persona padece sarampión o rubeola, el sistema inmune responde a la infección, llega el alivio de la enfermedad y deja una inmunidad que durará toda la vida. Ello no sucede con el VIH”, comenta el doctor Vázquez Campuzano.
Con el VIH, explica, el organismo se enfrenta a una infección que persiste toda la vida. Las propiedades características del virus son un elemento importante porque tiene una tasa alta de replicación. “Se replica muy rápidamente, forma copias de sí mismo de forma acelerada y se reproduce en una gran cantidad de partículas virales en las personas que sufren la infección”.
A ello se suma que es un virus que muta muy fácilmente. Su enzima, que es la transcriptasa inversa, forma la copia de su material genético y solo se equivoca una vez por cada ciclo de replicación. Ello hace que después de diez años se produzcan pseudovirus o variantes subvirales que son diferentes y que no las reconoce el sistema inmune.
100,000 VIRUS DIFERENTES
“Por ello podemos hablar de alrededor de 100,000 virus diferentes —aunque son parte del VIH— que actúan en la persona, pero sus antígenos y sus proteínas son ligeramente distintas. Esto hace que el sistema inmune no los reconozca y no se pueda defender de ellos. Esas serían algunas causas básicas por las cuales todavía no contamos con una vacuna, pese a los grandes esfuerzos”, indica el microbiólogo con especialidad en virología.
Para que una vacuna pueda ser autorizada requiere pasar por diversas etapas de pruebas, primero en mamíferos de tamaño pequeño; posteriormente, habrá estudios clínicos en 4 fases que incluyen pruebas en humanos.
En 2009, el mundo creyó estar cerca de obtener una vacuna contra el VIH, sin embargo, no se logró. El ensayo RV144 llegó a la fase 3 y se descartó tras no tener los resultados idóneos para avanzar. En 2022 se mantenía la atención en el ensayo ‘Mosaico’ que parecía estar cerca de dar a la humanidad una vacuna contra el VIH. Tampoco sucedió. En enero de 2023 los investigadores anunciaron que habían fracasado tras no obtener respuestas positivas.
“Es muy poco probable que tengamos una vacuna disponible a corto plazo. Se siguen haciendo investigaciones, tenemos una línea de investigación que va sobre vacunas de DNA, otra que es sobre vectores vivos que pueden ser bacterianos o virales, y la otra que utiliza RNA mensajero. Seguimos esperando buenas noticias, sin embargo, todavía estamos muy lejos de tener una vacuna que prevenga la infección”, comenta Vázquez Campuzano.
¿POR QUÉ NO HAY VACUNA CONTRA EL VIH?
El experto descarta y llama “irreal” a la idea de que la vacuna contra el VIH aún no exista por razones de “discriminación, racismo y homofobia”. Explica que, al inicio de la pandemia, cuando el virus del VIH fue descubierto, se señaló que eran tres los grupos poblacionales que presentaban la enfermedad: hombres homosexuales, personas que recibieron transfusiones de sangre o hemofílicos, quienes consumían drogas vía intravenosa y haitianos, por ello se les comenzó a discriminar.
“Empero, eso no significa que a raíz de un racismo o discriminación hacia estos grupos no se hayan realizado los esfuerzos necesarios para crear una vacuna. Eso es totalmente irreal”, comenta el científico de la UNAM.
Añade al respecto: “No hay una vacuna porque todavía existen limitantes científicas para poderla elaborar y ello no tiene nada qué ver con alguna situación homofóbica o discriminatoria. Sí, existe mucho estigma aún contra quienes padecen VIH, existe discriminación, pero cada vez es menor y se está trabajando desde diferentes frentes para poder disminuir y eliminar esos tipos de rechazo”.
TRATAMIENTOS PREVENTIVOS CAMBIARON LA LUCHA
Aunque parece que no tener una vacuna disponible hace que el VIH sea el único ganador, los tratamientos preventivos llegaron a cambiar la lucha contra el virus. Uno de estos son los medicamentos PrEP (profilaxis prexposición), que se encargan de reducir las probabilidades de contraer el VIH. Cuando se toman según las indicaciones, los tratamientos PrEP son altamente eficaces para prevenir la infección, explican los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades (CDC) de Estados Unidos.
“Este tratamiento preventivo preexposición consiste en el uso de dos medicamentos que son el tenofovir y la emtricitabina. Estos se utilizan solamente en parejas serodiscordantes, es decir, una de las personas está infectada y la otra, no”, comenta el químico farmacéutico biólogo.
“Al ingerir el medicamento se evita que haya una infección, pero también de preferencia se debe tener otros tipos de cuidado. Dichos medicamentos han demostrado que existe una buena respuesta y una buena protección contra la infección”, agrega.
El experto añade que existe otra opción de tratamiento preventivo: la PEP (profilaxis posexposición). Son medicamentos que se usan después de una posible exposición al VIH para prevenirse de contraerlo. La PEP debe usarse solamente en situaciones de emergencia y comenzarse dentro de las 72 horas de una posible exposición al VIH, explican los CDC.
“El tratamiento se debe llevar a cabo cuando hubo algún accidente tras el contacto con una persona infectada y no se estaba preparado —tomando el tratamiento preexposición—. Si el PEP se consume dentro de las primeras 24 horas se tiene una probabilidad de protección mayor del 90 por ciento”, indica el médico.
LA VICTORIA DE LOS ANTIRRETROVIRALES
Se puede evitar la infección en un 70 por ciento si se consume en las primeras 48 horas después del contacto. Si se toma después de las 72 horas la eficacia disminuye alrededor de 65 por ciento. Por ello es mejor tomarlo lo más cercano posible del evento de riesgo para la transmisión, recomienda Vázquez Campuzano.
Otra victoria más son los antirretrovirales, que han evolucionado a lo largo de estos 40 años de forma exponencial, señala el médico. Inicialmente, solo habían aciclovir y zidovudina. A inicios de la pandemia por VIH eran los que se prescribían con muy poco éxito y el diagnóstico de VIH era una condena de muerte. Además de que los tratamientos no estaban disponibles, los pacientes que podían conseguirlos padecían reacciones adversas.
“Con el paso de los años y las décadas se ha descubierto la historia natural de la enfermedad y las características del virus, por ello se han generado otros tipos de medicamentos y ahora existen siete clases diferentes. El virus cambia constantemente y hemos encontrado que se van generando cepas resistentes a los distintos tratamientos”, añade el experto.
Sin embargo, esto no detienen a los científicos, que ahora compiten con el virus proponiendo un tratamiento que consiste en una triple terapia en la cual se usan dos medicamentos que actúan de manera diferente para limitar la resistencia de la enfermedad.
Finalmente, hay pruebas que permiten detectar a qué medicamento es resistente el virus y evitar el uso de ese tratamiento. Concluye el QFB: “La ciencia evoluciona y por ello el virus está controlado. Sí, controlado porque pasó de ser una infección crónica con un desenlace mortal a una infección crónica con una cura funcional”. N