Desde sus orígenes en la antigua Grecia, en el año 362 a. C., la economía es considerada como una ciencia social que surge a partir de la corriente conductista cuyo objeto es estudiar la mejor manera de administrar los recursos escasos para satisfacer las necesidades del ser humano. No es sino hasta el siglo XVIII con Adam Smith, considerado el padre de la economía clásica, que se le comienza a relacionar científicamente con la filosofía, la historia, la psicología, el desarrollo y, sobre todo, la ética.
No es extraño que hayan sido filósofos europeos quienes dieron los primeros pasos para desarrollar las bases teóricas de lo que hoy conocemos como economía. Es justamente a partir de Adam Smith, David Ricardo, Jean-Baptise, Karl Marx, Thomas Malthus y Frédéric Bastiat que se estructuran las bases para su estudio. Todos estos pensadores partían de la ética como elemento sine qua non para el estudio y práctica de la economía.
Al paso de los años, economistas de la talla de John Maynard Keynes, Amartya Sen, Daniel Kahneman y Jean Tirole han mantenido el impulso por vincular indubitablemente a la economía con la ética y la moral e incluso las emociones. En alguna medida, la economía desde su origen siempre ha estado fuertemente relacionada con la filosofía moral. Ha sido, sin embargo, la economía logística la que se ha alejado completamente de fundamentos esenciales como las virtudes humanas, los conceptos de felicidad, simpatía, empatía y, desde luego, la ética y la moral.
BIENESTAR DE LA SOCIEDAD
En un principio fue la necesidad de explicar de manera racional el cómo el ser humano, mediante su búsqueda por satisfacer sus propias necesidades, puede con ello lograr el bienestar de toda la sociedad. En esta lógica son los seres humanos que, de forma colectiva, al lograr su propio beneficio logran el de los demás porque existe un ecosistema natural de personas y bienes que se consiguen e intercambian entre ellas.
Del concepto satisfacción individual de necesidades-bienestar colectivo hemos pasado a la noción de administrar recursos en esencia, escasos al acaparamiento, la sobrexplotación, la ganancia sobre la ganancia y la especulación desmedida. Incluso hemos llegado a la barbaridad de conceder el Premio Nobel a economistas como Milton Friedman, fundador de la escuela de Chicago, conocida como Chicago Boys, cuyos postulados de expansión monetaria y supresión del Estado han demostrado claramente su fracaso, pues el Estado no es el enemigo del sistema económico, sino su aliado.
ECONOMÍA Y NATURALEZA ÉTICA
En este momento, en el que el mundo enfrenta los retos de rehacer la arquitectura económica global, afrontar los altos niveles de inflación, disminuir los efectos negativos que aún perduran tras la pandemia del covid-19 y cerrar la brecha entre pobres y ricos, es pertinente promover desde todos los ámbitos, sobre todo el político, el regreso a los modelos económicos de desarrollo de los preceptos fundamentales de la filosofía moral.
Es apremiante porque lo que estamos viendo en los hechos no es un ecosistema en el cual la búsqueda de satisfactores propios promueve la satisfacción de los demás; es la falta de autocontrol, el abuso y explotación de unos cuantos sobre los demás.
Estamos en el avasallamiento de satisfactores por unos pocos quienes dejan al resto sin bienes, servicios e incluso sin oportunidades para obtenerlos. Es, entonces, imperativo que recordemos que la economía infiere por naturaleza ética.
Los modelos económicos de desarrollo deben comenzar y terminar con los principios fundamentales de la filosofía moral. La ética es inherente al ser humano, exactamente ese que satisface sus necesidades detonando el bienestar automático de la sociedad.
Lo anterior sería la garantía de que las teorías de desarrollo estarían orientadas con un rostro que anteponga, por sobre todas las cosas, la dignidad humana alejada del egoísmo y la indiferencia, aspectos que en ningún sentido contravienen la necesidad de buscar la satisfacción de nuestras necesidades.
UNA INVITACIÓN A PENSAR
Esa búsqueda por nuestro bienestar no puede oponerse al bienestar de los demás, así no fue concebida la economía. El momento histórico que vivimos con la formación de dos grandes bloques económicos, encabezados por Estados Unidos y China, con escaso crecimiento, altos niveles de precios en un ambiente de tensión geopolítica, invita a pensar en una economía que, ante todo, ponga la dignidad humana en el centro para servir a las personas y no servirse de ellas bajo los principios de la ética que precisamente le dieron origen en el siglo XVIII y que aún siguen vigentes.
La enorme frustración humana que se expresa día con día en las redes sociales debe llamar nuestra atención para entender que existen abundantes colectivos de personas que no soportan más el enriquecimiento desmedido de unos cuantos logrado mediante el uso y abuso de los demás. Y en lo que, de paso, está acabando con una cantidad enorme de recursos como ocurre con la naturaleza. N
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Carlos Alberto Martínez Castillo es doctor en Desarrollo Económico, Derecho y Filosofía y profesor en la UP e Ibero. Ha colaborado en el Banco de México, Washington, Secretaría de Hacienda y Presidencia de la República. Correo: drcamartí[email protected] Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.