Para muchos, la época de celebraciones decembrinas es un periodo de excesos: de azúcar, de televisión, de comida y, por supuesto, exceso de alcohol. Sin embargo, al cabo de un mes de festejos, cocteles de temporada y reuniones familiares, es conveniente que hagas una pausa para preguntarte qué provoca toda esa algarabía navideña en tu cuerpo.
Todos necesitamos bajar la guardia de vez en cuando, pero ese dolorcito en la frente después de unas cuantas copas de más debiera hacerte cuestionar: “¿Qué efectos tienen los atracones de bebida en mi cerebro?”. Newsweek entrevistó a algunos expertos para averiguar qué sucede.
¿EN QUÉ CONSISTE EL ATRACÓN DE ALCOHOL?
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés) definen el consumo excesivo de alcohol como la ingestión de cinco o más bebidas alcohólicas de una sola sentada en el caso de los varones, y cuatro o más copas, en el caso de las mujeres. Este patrón de consumo es el más común, y uno de cada seis adultos reconoce tener este hábito.
Es muy peligroso consumir grandes cantidades de alcohol en una misma ocasión, pues esta práctica se asocia tanto con lesiones accidentales como con la intoxicación. Además, también conlleva consecuencias a largo plazo que se deben a la manera como el alcohol interactúa con el cerebro (encéfalo) y con el organismo en general.
¿CUÁLES SON LOS EFECTOS CEREBRALES?
El consumo de alcohol interrumpe las vías de comunicación encefálicas y esto afecta el equilibrio, la memoria, el habla y el raciocinio. “Los efectos agudos de la ingestión excesiva de alcohol son bastante complejos porque repercute en muchos neurotransmisores”, comenta el Dr. Greg Sutherland, neuropatólogo y profesor asociado de patología en la Escuela de Ciencias Médicas de la Universidad de Sídney, Australia.
A decir de Sutherland, el efecto principal del alcohol es la sedación, ya que las moléculas que lo componen interactúan con las vías de comunicación cerebrales. Esto se debe a que el alcohol que bebemos contiene etanol, un compuesto químico que bloquea los receptores cerebrales que intervienen en la estimulación de las neuronas, lo que ocasiona que el cerebro funcione con lentitud.
Por otra parte, el alcohol estimula también los receptores que nos hacen sentir tranquilos y soñolientos, lo que ralentiza aún más la actividad cerebral. A causa de este “adormecimiento cerebral”, el alcohol podría describirse como un depresor; es decir, una sustancia que reduce la actividad del cerebro.
EL CEREBELO SUFRE
Una región especialmente sensible a los efectos del alcohol etílico es el cerebelo, parte del encéfalo que controla la coordinación y el movimiento. En consecuencia, conforme aumenta el estado de embriaguez, vamos perdiendo el equilibrio y la coordinación.
Asimismo, el alcohol ocasiona que el cerebro libere dopamina, neurotransmisor que causa el mareíllo que experimentamos después de beber el primer coctel de la noche. Y eso, combinado con el efecto sedante que desacelera el sistema nervioso, ocasiona que nos sintamos más confiados y relajados.
El Dr. Henry Kranzler, profesor de psiquiatría en la Universidad de Pensilvania, señala que dicho efecto se correlaciona con el consumo de alcohol. “A la vez que aumenta la concentración de alcohol en el cerebro el efecto es mayor, y también se asocia directamente con la intensidad y la duración de la exposición alcohólica”, explica a Newsweek.
Según Kranzler, los efectos cerebrales comienzan a manifestarse después de unos 40 minutos de iniciada la ingestión de alcohol, de manera que es muy fácil abusar de “la copa” sin siquiera darnos cuenta de que ya hemos bebido demasiado.
¿Y LOS EFECTOS A LARGO PLAZO?
“Abundan investigaciones que demuestran que el abuso regular del alcohol repercute negativamente tanto en la función como en la estructura del cerebro”, prosigue Kranzler.
En marzo de 2022, Kranzler y sus colegas publicaron un artículo en la revista Nature Communications, donde demuestran que hasta el consumo moderado de alcohol puede afectar el cerebro. Remi Daviet, autor principal del artículo (así como doctor en economía y profesor asistente en el Departamento de Mercadotecnia de la Escuela de Negocios de Wisconsin), asegura a Newsweek que dicho efecto interfiere con la conducta: “La exposición repetida a grandes concentraciones de alcohol desencadena una respuesta inflamatoria en el cerebro, la cual puede conducir a daño neuronal y muerte celular. A largo plazo, esto termina por afectar la conducta y la capacidad cognitiva del individuo”.
Daviet agrega que las consecuencias pueden ser mucho más graves si el consumo de alcohol ocurre durante el periodo de desarrollo encefálico. Sucede que el cerebro experimenta muchos cambios durante la adolescencia, por lo que es especialmente vulnerable a los daños neurológicos de la intoxicación; sobre todo, en cuanto se refiere al aprendizaje y la memoria.
El sitio web gubernamental Dietary Guidelines for Americans (lineamientos dietéticos para los estadounidenses) recomienda que los individuos que hayan alcanzado la edad legal para ingerir alcohol limiten el consumo a no más de dos vasos al día, en el caso de los varones, y uno para las mujeres.
No obstante, incluso una ingestión así de moderada puede repercutir en la estructura del cerebro. “Hemos determinado que, a largo plazo, la exposición repetida a dos o más tragos pequeños en un mismo día se asocia con una reducción en las materias gris y blanca del cerebro”, advierte Daviet. “Este efecto es exponencial, pues cada bebida adicional se asocia con daños adicionales a los ya ocasionados”.
SE PIERDE MATERIA GRIS
La materia gris es asiento de los centros de control de las células cerebrales, mientras que la materia blanca contiene las extensiones grasas que se proyectan desde cada célula cerebral y conectan las neuronas. La pérdida de materia gris puede conducir a enfermedades neurodegenerativas como demencia y alzhéimer, en tanto que la pérdida de materia blanca interrumpe el flujo de información entre las distintas partes del cerebro, ocasionando problemas de memoria, equilibrio y movilidad.
Si bien es difícil asegurar que la asociación entre la bebida y la pérdida de materia encefálica es consecuencia directa del alcohol, Sutherland señala que hay evidencias de que la materia blanca puede recuperarse si la persona se abstiene de ingerir alcohol.
“En estos momentos estamos investigando lo que ocurre en la materia blanca”, informa el neuropatólogo. “Ese tejido está compuesto de mielina y axones, estructuras neuronales que permiten la conexión de las diferentes regiones del sistema nervioso central. Aunque no hemos esclarecido la causa, sabemos que la ingestión de alcohol conduce a una pérdida de mielina.
“Sin embargo, lo interesante es que quienes se abstienen de beber recuperan parcialmente la mielina, así que es de vital importancia que desentrañemos el mecanismo”, añade.
Sutherland agrega que los daños que el alcohol causa en otros órganos —en particular, el hígado— también pueden incidir en el cerebro. “El hígado es importante porque evita la acumulación de toxinas como el amoniaco, las cuales son perjudiciales para el cerebro”, explica. La razón es que, conforme las toxinas se acumulan en la sangre, se abren paso lentamente hasta el cerebro, donde causan inflamación y afectan la cognición.
“En ciertos aspectos, los efectos indirectos del alcohol pueden ser tanto o más graves que los efectos que tiene directamente en el cerebro”, concluye Sutherland.
¿QUÉ CAUSA LA ANSIEDAD DE LA RESACA?
Es bien sabido que el alcohol afecta nuestro estado de ánimo. Muchos hemos sentido ansiedad después de una noche de juerga. De hecho, el síntoma es tan común que las personas de habla inglesa lo describen con el hombre de “hangxiety”. “El consumo de alcohol puede liberar hormonas del estrés e interrumpir el sueño”, dice Daviet. “Y estos dos factores afectan nuestro estado emocional”.
Si bien no todos sufrimos de hangxiety, un estudio de 2017, publicado la revista Journal of Human Psychopharmacology, halló que 22.6 por ciento de los participantes manifestaron sentir ansiedad durante la resaca, en tanto que 34.2 por ciento informó de una sensación de depresión.
Es muy común que quienes sufren de ansiedad social manifiesten ansiedad la mañana siguiente a una noche de parranda. Asimismo, sabemos que el alcohol agrava la ansiedad preexistente debido a sus interacciones con la química cerebral. Con todo, también cabe la posibilidad de que sintamos ansiedad porque estamos deshidratados o porque no hemos dormido lo suficiente.
Kranzler apunta que este efecto suele amplificarse en individuos que beben mucho y de manera habitual. “Las personas que beben mucho durante largos periodos también tienen el riesgo de sufrir abstinencia alcohólica, cuyos síntomas más comunes son ansiedad y temblores finos”.
¿HAY UNA CANTIDAD DE ALCOHOL “SEGURA”?
El consumo excesivo de alcohol acarrea consecuencias que van mucho más allá de los efectos cerebrales, ya que causa daños en el corazón, el hígado, el sistema inmunológico y, además, aumenta el riesgo de desarrollar diversos tipos de cáncer.
Pese a ello, Daviet dice que, en términos de daño cerebral, parece que el consumo de cantidades más pequeñas —inferiores a la recomendación estándar— no supone un impacto notable en el cerebro. “En cuanto al consumo de alcohol, no puedo afirmar que exista un nivel ‘seguro’. Con todo, en términos del daño cerebral, no pudimos detectar cambio alguno con el consumo diario de un vaso pequeño de cerveza al 5 por ciento, o con una botella de vino por semana”, precisa.
“Sin embargo, empezamos a detectar cambios a largo plazo una vez que excedemos el nivel de consumo diario de dos vasos”, concluye Daviet. N
(Publicado en cooperación con Newsweek. Published in cooperation with Newsweek).