Azul Verdugo, aguascalentense por adopción, ampliamente reconocida por la sociedad, por nuestra historia, amada por la niñez y la juventud de los años ochenta del pasado siglo XX, fue precursora de grandes ideales sociales. Puede que no toda la comunidad sepa quién fue, sin embargo, es una mujer cuya vida y obra no debemos olvidar. Es preciso rescatar sus obras, sus programas, su ímpetu…, su amor por Aguascalientes.
Azul Landeros, como fue conocida, fue una mujer de personalidad original, autentica, única. Asumió las dificultades de un ambiente político misógino asignadas al ser y deber ser de las mujeres de la segunda mitad del siglo XX. Azul es símbolo del carácter de la otredad, con naturalidad superó las deficientes políticas públicas diseñadas para hombres, revolucionó las ideas el bienestar y entrega a las causas de los que NO tienen sin mentiras ni demagogias. Las políticas de “justicia social” eran franquicia del partido en el poder, con clara intensión electoral, Azul superaba esos atavismos, impulsaba que el Estado atendiera, por deber constitucional, a todas y todos sin credenciales de partido ni ideológicas ni religiosas… Las hemerotecas dan prueba de sus disputas con la cultura tradicional, con el derecho de la mujer a su racionalidad, a su independencia cultural, profesional, espiritual, al garbo de su corporalidad… Azul es una sinfonía a la virtud femenina (sin ser feminista), al respeto y tolerancia a la diversidad.
La atmosfera que prodigó liberó, en la medida de lo posible, quiméricas inhibiciones religiosas, sobre todo a la participación al derecho pleno en la conversación sobre la verdad, el bien y la belleza, por mucho tiempo patrimonio de varones. Sin duda la cultura sintió una vuelta a la tuerca. Cuestionó con franqueza los formatos obsoletos e impulsó nuevas actitudes frente al arte y la cultura. Creó un diálogo con la interlocución de las personas, emprendió lucha contra sus marginaciones por vía de la decencia de la palabra proferida con inteligencia ante la sociedad que asombrada vivió sus transformaciones, apostó siempre por la inclusión del “Otro” en una perspectiva en clave de humanismo, un nuevo formato de vida compartida frente al pragmatismo de poder. Aceptaba el cariño, pero no el culto a su personalidad, algunos sonorizaron la melodía “Azul” como una suerte de rúbrica, con delicadeza y cordialidad propia de su personalidad lo canceló.
Sabía que las personas no son buenas ni malas, impulsó por vía del “Voluntariado social” la responsabilidad de los actos propios, con respeto a la Carta Magna, sin sometimiento a una moral dominante. Fue una demócrata temprana, apoyó las formas de librepensamiento y la capacidad crítica. Logró al estilo de Derridá una deconstrucción de la persona como un ser plural con capacidad de reinventarse. Una “Primera Dama” disruptiva, siempre innovadora, vivió su tiempo en la búsqueda y creación de instancias nuevas sin temor a las transfiguraciones, de ello da prueba plena su calidad de lideresa social, tenía la certeza que las marchas por el progreso y las reivindicaciones deben ser en modo unidos, las divisiones son causa de debilidades, pérdida de fuerza. Sus agendas siempre estuvieron saturadas en obras sociales, fue método para poder llegar cada día a más gente. Compatibilizaba con sus hijos, Rodolfo, Adriana, Fernando, la solidaridad a los más desposeídos, destacó el poder de la empatía y carisma para poder generar cambios en la gente, decía: “una buena cara, una sonrisa, una conversación adecuada lograba tanto o más que un apoyo temporal o monetario”. Esposa del gran gobernador del Estado Rodolfo “El Güero” Landeros, quien respetó y apoyó su alta dirección en el sistema DIF y Voluntariado con verdadera autonomía y libertad.
Desde luego, enfrentó la envidia y el machismo, empero, no claudicó en su meta de lograr una sociedad cualitativamente distinta. Partió al sueño eterno, pero sus impulsos se quedan en la base de nuestra sociedad en medio de sus circunstancias. Sus finos impulsos lograron ser realidad. Hoy las cosas son distintas, se tiene igualdad de oportunidades para ambos sexos, se afianzaron “acciones afirmativas”, la escena de la diversidad dejó atrás la escolástica y sus atorrantes influencias; con certeza las respuestas, muchas, están en las acciones emprendidas por Azul, nuestra historia y sus pruebas dan amplio referente de su capacidad constructora de una sociedad y su pensamiento moderno. Cortó de tajo la idea de las mujeres minusvaloradas.
Las y los aguascalentenses, sin duda, somos beneficiarios de sus lecciones y legados, sus méritos y herencias. La extrañaremos, nos dedicó parte de su vida. Los espacios ganados por ella hoy son escalones de logros en lo social, cultural, laboral, político… Para sus propósitos no le importaron obstáculos ni barreras impuestas por una sociedad recoleta, ensimismada; impulsó el eje cultural de la magnificencia ontológica de mujer y hombre, perfección surgida de un diálogo cordial entre pares.
¡A-Dios, Señora Azul, gracias!