En su casa, en su estudio, con sus gatos, entre sus libros —miles de libros—, Hugo Hiriart no se mide cuando se trata de hablar del ejercicio que más lo apasiona: escribir.
“Para mí, escribir es una forma de vivir. Yo siempre pensé que iba a ser escritor. Mi razón es simplísima: porque me gustaba mucho leer. Era lo que más me gustaba”, sentencia el escritor, articulista, dramaturgo, académico.
“Y yo creo que la inmensa mayoría de los escritores somos escritores porque nos gusta leer. Nos gusta demasiado leer”, añade. “Como decía Jorge Luis Borges: ‘Que otros se jacten de los libros que han escrito, yo me enorgullezco de los que leí’. Eso es muy cierto. Y pasar de leer a escribir es muy común”.
El maestro Hugo Hiriart conversa con Newsweek en Español en el estudio de su hogar, rodeado de centenas de libros donde se distinguen las Comedias de Aristófanes, obras sobre y de Marcel Proust, sin faltar Honoré de Balzac y Antón Chéjov.
“Mi primera novela es un cuento que le conté a mi hermana, que es ocho años menor que yo. Ahora siento que ya no tengo la energía suficiente como para escribir una novela. Hace tiempo que ya no me levanto como antes y me siento a escribir una novela o una obra de teatro”, explica el escritor, que en abril pasado cumplió 80 años.
LA FACULTAD MÁS ASOMBROSA DE LAS PERSONAS
Nacido en la Ciudad de México, en la época en que el país se declaró en estado de guerra luego de que, durante la Segunda Guerra Mundial, Alemania hundiera un par de barcos mexicanos, Hiriart asegura que todos los géneros literarios que ha visitado le han gustado, y mucho. Con una gran cantidad de obra escrita, entre teatro, ensayo, novela y guiones cinematográficos, sobresalen Galaor, Cuadernos de Gofa y Capitán Nemo. Una introducción a la política.
“Alguna vez hice una novela solamente de puros diálogos. La filmó mi mujer”, relata. “La novela era como Dorotea, de Lope de Vega. Es decir, dialogada. La obra de Lope de Vega trata de un amorío. Recordemos que Lope de Vega era muy coqueto. También muy simpático. Se podrán ver escritores mejores que él, pero no tan simpáticos como él”.
A su vez, recuerda el último montaje que hizo. “Fue El rey Lear. Lo adapté, hice el texto, y lo monté y salió muy bien. En todas las funciones el teatro estuvo llenísimo. Fue la última vez que hice teatro”.
La diversidad de géneros con los que ha trabajado lo lleva a asegurar que la fantasía es básica en la vida de una persona. “Y en la vida de un escritor, más todavía. Porque es con la fantasía con la que se crea. A Balzac su madre lo llevó a un internado y a él no le gustaba. Él quería vivir con ella.
“Entonces Balzac, siendo un niño, cuando estaba en el internado, se alejaba; y cuando le preguntaban a dónde iba, él decía: ‘Voy a subir a mi cuarto, me voy a sentar en la cama y voy a imaginarme algo’”, relata.
ESCRIBIR ES IMAGINAR
“Balzac se imaginaba algo de la infinidad de cosas que se pueden imaginar —continúa—. Por ello los escritores escriben imaginando. Si escribes pensando escribes muy mal. Pensar es para saber cómo pagas tus deudas, no es para escribir, para eso está la imaginación”.
El escritor asegura que la imaginación es la facultad más asombrosa que tienen las personas y de la que saben menos. “Una de las grandes características de la imaginación es que hace lo que le da la gana. Tú no la mandas”.
A su vez, añade que la imaginación se despierta también en los viajes. “Sigmund Freud estudió con mucho cuidado la pasión erótica. El significado erótico de los viajes. Los viajes ayudan a la imaginación, pero también tienen un sentido liberador. Vas y te abres a la aventura, a lo que pueda pasar, y así disfrutas algo inmensamente”.
Hugo Hiriart añade que disfruta mucho de los viajes. “Viajar es lo que más me gusta”, comenta, y de inmediato recuerda cuando fue nombrado director del Instituto Cultural Mexicano de Nueva York y agregado cultural en la embajada de la misma sede.
En Nueva York vivió cuatro años. “Y yo fui feliz. Pero además de Nueva York me gusta París. Una vez fui a un congreso sobre Octavio Paz en París. Él vivió mucho tiempo allá. Hablaba mal el francés, pero hablaba y no le importaba si pronunciaba mal, él se soltaba hablando.
“Me gusta mucho París, tanto es así que si de algo me arrepiento en la vida es de no haber ido a París a vivir unos años cuando era joven”, reflexiona el maestro Hiriart.
UNA NOVELA SOBRE MI ABUELO
El académico recuerda nuevamente a Balzac. “Quien reflexionaba sobre la vida y decía que nadie sabe cuáles fueron los años importantes o las acciones importantes que determinaron la vida porque no dominan las consecuencias de lo que se hace. Lo cual es cierto.
“En mi vida muchas cosas me inspiraron. Tengo todavía muchas cosas. Una que sí quiero terminar es un texto sobre mi abuelo. Era muy simpático, era periodista. Él dirigió durante años el periódico La Prensa.
“Recuerdo que un día me dijo: me llevas a conocer a Julio Scherer García, y yo me sentí orgulloso y le dije que sí. Le dije a Julio Scherer que mi abuelo lo quería conocer, pero nunca se nos hizo”.
El autor comenta que su abuelo provenía de una familia de Puebla. “Un buen periodista es aquel que escribe bien y usa todas las palabras, usa sinónimos para no repetir, él lo era. Yo, que tenía una obsesión por las palabras, recuerdo muy bien un día que íbamos por la calle y le pregunté: ¿Qué es boato? Y él me dijo: ‘Lujo excesivo’.
“Mi abuelo era pintoresco y muy buena persona conmigo y con mi hermano. Ahora escribo una novela acerca de él. Tuvo una vida que debe contarse. Dejó la escuela y se unió a la Revolución en las fuerzas de Venustiano Carranza”.
Una de las anécdotas que Hugo Hiriart recuerda sobre su abuelo es cuando fue derrotado en una batalla. Iba huyendo y mataron el caballo que montaba. “Mi abuelo se rompió en tres pedazos la pierna”.
ELLA CAMINA EN LA BELLEZA, COMO LA NOCHE
Él, como muchos más heridos, fue trasladado a Veracruz. Sin embargo, no todos pudieron ir a un hospital. Muchos fueron recibidos en casas. “A mi abuelo le tocó ir a una vivienda y, ahí, mi abuelo, que siempre fue muy sensible a las muchachas, advirtió que una especie de sombra le llevaba la comida. No era más que una muchachita hermosa”.
“Mi abuela era una mujer misteriosa. Hay un verso de Lord Byron qué dice: ‘Ella camina en la belleza, como la noche’. Yo sentía que así era mi abuela. Era la más chica de una familia de cantantes que trabajaban con Esperanza Iris”.
Un día la familia tuvo que viajar a una gira de tres meses. La muchacha misteriosa, María de Jesús, también se iría a Argentina.
“Entonces mi abuelo pidió que no se la llevaran y prometió hacerse cargo de ella. Se quedaron juntos. Lo primero que hizo fue ponerle un maestro porque no sabía leer ni escribir. después se convirtió en una gran lectora”, narra el escritor Hugo Hiriart.
“Me gustaría terminar la novela, pero no creo poder hacerlo. No me va a dar tiempo. Pero por mí no va a quedar”, sentencia el dramaturgo.
Hiriart ha obtenido, entre otros, el Premio Nacional de Ciencias y Artes (2009), la Medalla Bellas Artes (2017) y el Premio Mazatlán de Literatura (2011) por su libro El arte de perdurar.
También suma en su haber el Premio Nacional de Literatura Juan Ruiz de Alarcón, las becas Guggenheim, Woodrow Wilson, el premio de la Asociación Mexicana de Críticos por Ginecomaquia, y la beca del Consejo Británico para investigar en Londres un libro sobre la imaginación. N