Casi todas las noches, César y su esposa deben salir de su departamento por el fuerte olor a gas que se genera en un inmenso cementerio de tanques de ese combustible en Ciudad de México.
Además de afectar su calidad de vida, temen que el gas licuado de petróleo (LP, de uso doméstico) que escapa de los cilindros cause una explosión o los enferme.
“Es tan fuerte en las noches el olor, tan insoportable, que pareciera que la estufa está mal cerrada”, comenta a la AFP César Rivera, de 37 años, afuera de su edificio.
Imágenes aéreas de la AFP muestran la acumulación de miles de viejos tanques multicolores en una antigua refinería de la estatal Pemex, rodeada de barrios populares en el oeste capitalino.
Las bombonas, con capacidad de 20 a 30 kilos y expuestas por estos días a altas temperaturas, acentúan la imagen de abandono de la planta 18 de Marzo, en desuso desde 1991.
OLOR NAUSEABUNDO A GAS
“La administración del edificio nos ha pedido que no se fume, que no se usen los quemadores de la estufa cuando el olor es más fuerte. Nos ha modificado completamente la vida”, añade César junto a vecinos inconformes con el depósito.
Este programador web dice que padecen este problema desde hace ocho meses, pero recién en enero supieron que el olor provenía del otrora complejo petrolero.
Inoloro, el gas LP está compuesto por butano y propano, y le mezclan mercaptano para que su olor nauseabundo permita ser detectado.
Aunque “los gases producto de su combustión no son tóxicos ni cancerígenos (…), en caso de fugas se forman nubes (…) que pueden ser explosivas y puede asfixiar a las personas que se encuentran en espacios pequeños”, señala la Comisión Nacional para el Uso Eficiente de la Energía en su página de Internet.
Los tanques fueron colocados allí por la empresa gubernamental Gas Bienestar -creada en 2021 para ampliar la competencia en el sector-, tras canjear gratuitamente cilindros viejos o dañados por nuevos y blancos.
GANAS DE VOMITAR Y DOLORES DE CABEZA
En enero pasado, el gobierno de Ciudad de México dijo en un comunicado que Pemex estaba en proceso de retirar los artefactos.
Consultada por la AFP, la empresa señaló que “no hay agenda de entrevistas por ahora”. Protección Civil tampoco respondió un pedido de información sobre los riesgos.
“Tenemos ganas de vomitar y fuertes dolores de cabeza“, comenta José Juan Macías, de 44 años, en su carpintería vecina de la planta. En las tardes cierran las ventanas del local, pese al calor.
“Ellos (las autoridades) dicen que no pasa nada (…), pero todos pensamos aquí que sí tiene cierto peligro, entonces siempre tenemos precauciones de no prender nada cuando huele mucho por el miedo a que haya una explosión”, añade.
Los bomberos de la central de Tacuba reciben a diario reportes de fugas de gas, pero en realidad se trata de los tanques.
BOMBA DE TIEMPO
“Hemos ido a la exrefinería, pero no nos atienden”, refiere el encargado de la estación, César Suárez, quien advierte que la falta de información y coordinación limita el desarrollo de un plan de emergencia.
Ricardo Torres, investigador del Instituto de Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explica que una vez mezclados los componentes “no se pueden separar”.
“Si los vecinos de la refinería están oliendo todo el tiempo es porque los tanques aún tienen residuo de todos los elementos”, observa.
Torres alerta además que el LP contribuye a la formación de ozono, que a nivel del suelo es un potente contaminante para las personas y el medio ambiente. Es “una bomba de tiempo“, advierte por su parte César Rivera. N