UN COLIBRÍ se acerca presuroso, atraído por un aroma. Encuentra una flor que se oculta en su forma de botón, sin embargo, cuando el colibrí posa su pico sobre ella, la bella flor se descubre de un color naranja brillante. El colibrí sabe que ha llegado al sol.
La flor de cempasúchil, según la leyenda mexica, es Xóchitl y el colibrí es Huitzilin. Ambos, enamorados, pidieron al dios Tonatiuh que eternizara su amor, pero con la muerte en la guerra de Huitzilin, el dios Tonatiuh convirtió en flor a la joven Xóchitl y su amado, en forma de colibrí, la visitaba, haciendo que retoñará para él. El nombre de esta flor proviene del náhuatl cempohualxochitl, que significa “planta de 20 flores” o “flor de 20 hojas”.
Color naranja brillante a remembranza del sol, la flor del cempasúchil ha acompañado las ceremonias desde épocas prehispánicas por su característico color radiante y su cualidad aromática. Se han encontrado restos de esta flor en los ahumadores (braseros destinados a la producción de humo aromático) del Templo Mayor de la Ciudad de México.
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De acuerdo con Francisco Alberto Basurto Peña, del Instituto de Biología de la UNAM, los habitantes prehispánicos conocieron la utilidad de esta planta para tratar malestares estomacales, sus efectos antimicrobianos y sus características insecticidas y repelentes de hongos, nemátodos y ácaros dañinos para las plantas.
Las primeras referencias escritas que conservamos provienen del siglo XVI, por San Bernardino de Sahagún en Historia general de las cosas de Nueva España, donde se describe las fiestas y ceremonias religiosas como la de Tecuilhuitontli (séptima veintena del calendario Azteca), que celebraba a la diosa de la sal Uixtocíhuatl, donde los asistentes portaban flores de cempasúchil en las manos.
Esta flor se ha convertido en un símbolo relacionado con la celebración mexicana del Día de Muertos, la cual es una combinación de las ceremonias prehispánicas que usaban ofrendas de alimentos y vegetales para celebrar la terminación del ciclo agrícola, en conjunto con la tradición cristiana que celebra el Día de todos los Santos, el 1 de noviembre, y los Fieles Difuntos, el 2 de noviembre. Así, se fue conformando, entre vaivenes históricos, el proceso de evangelización y remembranzas prehispánicas, la celebración del Día de Muertos con sus características particulares por región, pero con un símbolo en común: la flor de cempasúchil como guía para las almas de nuestros ancestros.
EL NEGOCIO DE LA FLOR
La siembra de esta flor se lleva a cabo en junio y julio para poder disfrutar de su floración a finales de octubre y principios de noviembre. Se considera que es una planta endémica de México, pues en total existen 58 especies, de las cuales 35 crecen en México.
Uno de los lugares paradigmáticos del cultivo de esta flor es Xochimilco, en la Ciudad de México, donde sus floricultores logran saciar la demanda de la zona urbana a través de la Central de Abastos y el Mercado de Jamaica principalmente, además de mandar producción para Zacatecas, San Luis Potosí y Colima.
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Este año, la secretaria de Medio Ambiente de la CDMX, Marina Robles, declaró que la producción en esta zona del sur de la ciudad llegará a 2.8 millones de plantas producidas esperando una derrama económica de alrededor de los 100 millones de pesos.
Lamentablemente, la especie que predomina en los campos del sur de la Ciudad de México es la marigol, que se puede reconocer porque son las flores de cempasúchil que crecen en macetas. El problema de esta especie es que sus semillas son importadas y están “marchitas”, es decir, no se puede sacar semillas fértiles y hacen dependientes a los floricultores de comprar semillas para la siembra del siguiente año.
Una de las especies nativas de América es la Tagetes erecta,la cual, a diferencia de la marigol, enraíza en los surcos de la tierra y da semillas que pueden guardarse para años venideros, el problema es que para los floricultores esta especie de planta necesita venderse muy pronto después del corte, lo que puede significar pérdida económica.
Atlixco y otros 45 municipios en Puebla son la zona de mayor producción de la radiante flor, al dedicar alrededor de 1,550 hectáreas, por lo que se obtienen 39,135 toneladas cada año. Otros estados que son grandes productores son Hidalgo y San Luis Potosí.
OPORTUNIDADES PERDIDAS
La flor de cempasúchil no solo tiene significaciones simbólicas, sino que además tiene funciones tintóreas y farmacéuticas, utilizadas para pintar las yemas del huevo, el pollo y las pastas, así como características antimicrobianas. A pesar de que la flor es nativa de México, actualmente China y la India son las mayores productoras de esta flor, siendo quienes más se benefician de su comercialización.
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Francisco Alberto Basurto Peña, del Instituto de Biología de la UNAM, explica: “En el año 2000 sembrábamos alrededor de 4,000 hectáreas y casi todo era para la industria, no para Día de Muertos. Eso se procesaba, obteníamos colorantes y los vendíamos a farmacéuticas y a fábricas de alimentos para animales. Sin embargo, la compañía asociada a estos desarrollos fue adquirida por una empresa de la India y la producción se movió para allá (por asuntos de mano de obra). Para 2010 solo dedicábamos 500 hectáreas a estos cultivos”.
El científico de la UNAM añade que, en la última década del siglo XX y en la primera del XXI, hubo un auge de producción de cempasúchil, con variedades mejoradas por investigaciones de la Universidad de Chapingo y el Centro de Investigación Científica de Yucatán.
Sin embargo, la falta de apoyo al desarrollo de investigación y cultivo de la planta hizo que se perdieran estos avances y que hoy solo seamos autosuficientes en la producción para la celebración de Día de Muertos, pero no haya beneficios mayores en relación con la industrialización de la flor. N