AUN CUANDO el gobierno japonés y los organizadores olímpicos prometen unos juegos de Tokio “seguros”, a los atletas se les exige firmar una carta responsiva de salud en medio de la continua pandemia del coronavirus.
Los atletas olímpicos han firmado cartas responsivas de salud en juegos anteriores, pero esta ha sido actualizada para que asuman los riesgos específicos relacionados con el covid-19.
“Acepto que participo en los juegos bajo mi propio riesgo y mi propia responsabilidad, incluido cualquier impacto en mi participación y/o rendimiento en los juegos, lesión corporal grave o incluso muerte aumentadas por la exposición potencial a riesgos de salud como la transmisión del covid-19 u otra enfermedad infecciosa o condiciones de calor extremas mientras asisto a los juegos”, reza la carta responsiva, la cual fue obtenida por Associated Press.
Tokio todavía está en estado de emergencia por el covid-19 conforme las infecciones aumentan y las inoculaciones se mantienen bajas.
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El Comité Olímpico Internacional (COI) ha dicho que más del 80 por ciento de los residentes en la Villa Olímpica estará completamente vacunado para cuando los juegos empiecen el 23 de julio. Solo alrededor del 3 por ciento de la población japonesa al momento está completamente vacunada.
A pesar de la pandemia y la oposición creciente a los juegos, los funcionarios han dicho en repetidas ocasiones que los Juegos Olímpicos no se pospondrán ni cancelarán.
Richard Pound, alto miembro del Comité Olímpico Internacional, fue enfático en una entrevista con un periódico británico.
“Con excepción del Armagedón, que no podemos ver ni anticipar, estas cosas tienen luz verde”, dijo Pound al Evening Standard.
Tokio está en estado de emergencia por el covid-19, pero John Coates, vicepresidente del COI, ha dicho que los juegos empezarán el 23 de julio, con o sin estado de emergencia.
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Como ejemplo de ello, la selección australiana de softbol —el primer grupo importante de atletas extranjeros que ha montado una base olímpica en Japón— llegó a Tokio este martes.
Entonces, los Juegos Olímpicos siguen a toda marcha. Pero ¿por qué? Empecemos por los miles de millones de dólares en juego, un contrato que favorece abrumadoramente al COI, y una decisión del gobierno japonés de mantener el curso, lo cual podría ayudar a que el primer ministro, Yoshihide Suga, conserve su empleo.
Estos factores se han antepuesto a las críticas mordaces de los organismos médicos que temen que los Juegos Olímpicos puedan propagar variantes del covid-19, y a un llamado a la cancelación por parte de Asahi Shimbun, un patrocinador de los juegos y el segundo periódico de mayores ventas en el país. El Departamento de Estado de Estados Unidos ha emitido una advertencia nivel 4 de “no viajar” a Japón, pues Tokio y otras áreas están en estado de emergencia, la cual expira el 20 de junio.
Y luego está el guardar las apariencias. Japón oficialmente ha gastado 15,400 millones de dólares en los Juegos Olímpicos, pero varias auditorías gubernamentales sugieren que es mucho más. Con excepción de 6,700 millones de dólares, todo es dinero público. China, el rival geopolítico, celebrará los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022 apenas seis meses después de que terminen los de Tokio, y podría tener el papel protagónico si Japón fracasa.
¿Y PERDER MILES DE MILLONES DE DÓLARES?
Siendo una organización sin fines de lucro con oficinas en Suiza, el COI tiene un control invulnerable bajo los términos del llamado Contrato de la Ciudad Anfitriona, y es poco probable que los cancele por su cuenta, ya que perdería miles de millones de dólares en derechos de transmisión e ingresos por patrocinios.
Aunque da la imagen de ser una liga de naciones deportiva, el COI es un negocio deportivo de muchos miles de millones de dólares que obtiene casi el 75 por ciento de su ingreso de vender los derechos de transmisión. Otro 18 por ciento proviene de los 15 patrocinadores principales.
Andrew Zimbalist, un economista del Colegio Smith en Massachusetts que ha escrito extensamente sobre los Juegos Olímpicos, calcula que el COI podría perder entre 3,500 millones y 4,000 millones de dólares en ingresos por transmisión si se cancelaran los Juegos Olímpicos de Tokio. Y sugirió que una pequeña porción de esto, entre 400 millones y 800 millones de dólares, podría obtenerse mediante el seguro por cancelación.
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La cadena estadounidense NBCUniversal es la fuente de ingreso más grande del COI.
“El COI también siente un compromiso por el momento de la historia para hacer esto”, comentó Zimbalist en una entrevista con Associated Press. “Todo su ADN está diciendo: ‘Hazlo, hazlo, hazlo’. El gobierno japonés en verdad no tiene el derecho de cancelar los juegos. Pueden ir donde el COI y suplicarles, y tal vez estén haciendo eso”.
Por supuesto, el gobierno japonés podría detener los Juegos Olímpicos. Sería un desastre de relaciones públicas para el COI iniciar una batalla legal con Tokio, por lo que tal acuerdo se solucionaría en privado.
La imagen noble del COI esconde una miríada de escándalos de corrupción en las últimas décadas. El presidente del Comité Olímpico Japonés fue obligado a renunciar hace dos años —también era un miembro del COI— en un escándalo vinculado con sobornar a miembros del COI. Un escándalo similar rodeó a la campaña de Río de Janeiro para obtener los Juegos Olímpicos de 2016.
“Los Juegos Olímpicos son una marca muy, muy fuerte. Son una marca única. Son un monopolio”, dijo Zimbalist. “No están regulados por ningún gobierno. Tal vez, todas estas cosas han creado una sensación de invulnerabilidad”.
La comunidad médica se ha opuesto de manera persistente, pero inefectiva. Los 6,000 miembros de la Asociación de Médicos Practicantes de Tokio le pidieron al primer ministro Suga que cancele. Igual lo hizo la Unión de Médicos de Japón, cuyo presidente advirtió que los Juegos Olímpicos podrían propagar variantes del coronavirus. Las enfermeras y otros grupos médicos también han presionado.
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En un comentario de la semana pasada, la New England Journal of Medicine declaró que la decisión del COI de celebrar los Juegos Olímpicos “no estaba informada por la mejor evidencia científica”. Y en un editorial de abril, The British Medical Journal les pidió a los organizadores que “reconsideren” el celebrar los juegos.
Una petición en línea que exige la cancelación reunió alrededor de 400,000 firmas en pocas semanas, pero varias protestas callejeras se han quedado en nada. Dependiendo de cómo se haga la pregunta, entre 50 y 80 por ciento se opone a la inauguración de los juegos.
Suga, el primer ministro japonés, sigue adelante a pesar de la disensión.
“HEMOS PASADO EL PUNTO DE NO RETORNO”
“La situación fundamental es que la maquinaria se ha puesto en marcha para que esto suceda y, políticamente para todos, hemos pasado el punto de no retorno”, escribió a la AP en un correo electrónico la Dra. Aki Tonami, quien enseña relaciones internacionales en la Universidad de Tsukuba.
“El sistema japonés simplemente no está equipado para dar una vuelta en U radical en un momento tan tardío”.
Añadió que la opinión pública negativa fue en parte culpa de Suga, quien ha fallado en apoyar los Juegos Olímpicos de manera tan efectiva como el exprimer ministro Shinzo Abe.
“Los políticos tal vez estén muy conscientes del riesgo que están asumiendo, pero esperan que en cuanto empiecen los juegos, el público japonés perseverará ‘por el bien de Japón’ y se olvidará de cómo llegamos a esto”, dijo Tonami.
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El COI siempre hace referencia a la Organización Mundial de la Salud como el escudo de su guía sobre el coronavirus. El COI ha publicado dos ediciones de los llamados manuales —la edición final saldrá este mes— detallando los protocolos para los atletas y todos los demás durante los Juegos Olímpicos.
Eventos de prueba recientes, celebrados bajo los protocolos, han sufridos unos cuantos problemas, pero los atletas tendrán que aceptar las reglas estrictas.
“Me sentí más que seguro”, comentó el velocista estadounidense Justlin Gatlin en un evento de prueba el mes pasado en Tokio. “Sé que muchos atletas no van a estar contentos con esto, pero las medidas están establecidas para mantenernos a todos a salvo”.
Japón ha tenido muchos menos casos del covid-19 que Estados Unidos, Brasil o India. Los casos han aumentado en los últimos meses, pero han comenzado a disminuir en las últimas semanas, aunque persiste la preocupación por las variantes.
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Los atletas y otras personas deben pasar por dos pruebas para detectar el covid-19 antes de salir de su país, otra al llegar a Japón, y luego someterse a pruebas continuas. Alrededor de 15,000 atletas olímpicos y paralímpicos, más el personal añadido, vivirán en una burbuja en la Villa Olímpica, sitios de entrenamiento y lugares de competencia.
Otras decenas de miles tendrán que entrar en Japón, el cual en gran medida se ha cerrado durante la pandemia: jueces, medios de comunicación, canales televisivos y la llamada Familia Olímpica. Los organizadores locales dicen que la cifra ahora es el 50 por ciento de los 180,000 originales. Los aficionados extranjeros ya han sido prohibidos, y este mes se espera una decisión sobre los aficionados locales.
Bob Costas, quien cubrió los Juegos Olímpicos para NBC, sugirió en una entrevista reciente para la televisión estadounidense que los juegos deberían posponerse hasta el año próximo. Esto se ha descartado.
El COI ha dicho que los Juegos Olímpicos deben realizarse este año o cancelarse. El retraso ya ha costado 2,800 millones de dólares, y el obstáculo principal para otra postergación es la Villa Olímpica, donde ya se han vendido miles de apartamentos y sus dueños están a la espera de mudarse. Docenas de lugares también tendrán que ser reservados de nuevo, y una abarrotada agenda deportiva mundial en 2022 tendría que ser manipulada de nuevo.
David Wallechinsky, uno de los historiadores más reconocidos del mundo sobre los Juegos Olímpicos y autor del Complete Book of the Olympics (Libro completo de los Juegos olímpicos), resumió la situación en un correo electrónico a Associated Press. “Menudo lío”, escribió. N
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek