HOY la reforma energética de México está obsoleta. A partir del 29 de diciembre de 2020 se hace referencia a la división Z aprobada, y confirmada su desfase el 22 de abril de 2021, todo esto bajo la nueva diplomacia ambiental en el mundo, a la cual las políticas públicas no fueron ni han sido orientadas.
Quiero entender que México pudo haber estado a la par de Estados Unidos para tener avances tecnológicos, financieros y, sobre todo, haber podido consolidarnos como socios comerciales más fuertes, pero, al parecer, no hubo un acuerdo entre nosotros mismos para lograrlo, con lo cual continuamos hasta nuestros días.
El mundo en cada país revolucionará sus políticas públicas, adicionando a toda la industria energética: “No tendrás problemas para hacer un proyecto, pero deberás invertir en forma adicional en cada uno de ellos para reducir o tener emisiones nulas de gases de efecto invernadero”, a lo cual cada nación deberá hacer una nueva reforma energética “proambientalista”, y deberá estar basada en un mercado maduro, educado y respetuoso de acuerdos del futuro para el presente, y de acorde con la infraestructura en todos los ámbitos de la cadena de valor de la energía.
China y Rusia han quedado en una desventaja sin igual. A partir del mes de abril ha surgido no solo una nueva guerra fría, sino una de nombre EAF, que involucra las partes energética-ambientalista-financiera. El factor común será “¿Cuándo o cuánto dinero inviertes para tener cero emisiones?”, y donde las inversiones seleccionarán aquellos lugares que tengan un alto componente proambiente.
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Pemex y CFE son empresas del Estado, pero no del Estado que cada administración tiene en cada periodo. Estas empresas han sido, son y continuarán siendo la base fundamental de la infraestructura energética, pero a partir de 2021 han llegado a su cenit, y es ahora necesario mantenerlas, pero hay falta de un presupuesto para su futuro incremental. De continuar pensando en papel en esta forma se llegará, en un corto tiempo, a una situación que no tendrá lugar de ser.
No dejamos al país madurar en 2008, ahora queremos que esto continúe. La política es un costo directo y que no tiene retorno de inversión, porque son palabras en papel. La energía son papeles con valor monetario que ejercitan el músculo de un país para su crecimiento.
Es extraño saber que, con la nueva ley en energía de Estados Unidos, e incluida en diciembre de 2020, en algunos de los comentarios se indica que, desde hace más de 13 años, no se había realizado alguna modificación en el sector energético.
A la reforma mexicana en energía le meten manos, descalifican, alteran y la manosean, y no han entendido que ese no es el plan; es la herramienta para poder realizar el plan, pero no de un poder de papel, sino incrementar el posicionamiento de interrelación con el mundo. Esta surgió tarde en 2014, debió ser concebida no como estrategia política individual, sino parte de la estrategia para alcanzar la autosuficiencia energética, pues hemos perdido la oportunidad de realizarla en conjunto con Estados Unidos, nuestro socio con mayor flujo de intercambios comerciales.
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La reforma energética surgió para el mercado y para el usuario final, no para que la administración en turno decidiera qué quitar, controlar o adaptar como beneficio para las empresas del Estado. Este 2021 ha quedado como moraleja para el mundo, que los recursos financieros públicos son finitos, y para que estos sean infinitos requiere de otros jugadores que aporten para un fin común, circular el dinero para poder hacer la vida de cada individuo más adaptable ante los cambios continuos que tenemos.
Los esfuerzos en energía para México deberían estar sustentados en establecer un sistema energético infinito, que defina los poderes y funciones de sus secretarías, órganos y reguladores, bajo límites sustantivos para su operación de la industria, y regule las relaciones entre las empresas productivas del Estado y privadas. Bajo el argumento de una libre competencia equitativa, y que conlleve a tener acceso al mercado interno a energías primarias, tecnologías, portadores de energía y saber aprovechar todo lo que tomamos de la naturaleza, bajo el principio de un balance con el entorno, bajo una economía circular en crecimiento.
Hoy nuestra reforma energética es garante de un tratado comercial con el principal productor de crudo, consumidor de electricidad e importador de tecnología. Han cambiado las reglas del juego para esta década, y todos nosotros actualmente estamos en disputa por el poder del papel sin valor, y estamos dejando a un lado lo que es necesario e indispensable para el futuro.
En una comparecencia realizada por la “The Honorable Katherine Tai Ambassador U. S. Trade Representative”, sobre cómo verá el comercio Estados Unidos en el mundo, incluyendo cambio climático y T-MEC, la embajadora comentó: “…aprovechar la oportunidad para poner a Estados Unidos en un camino fuerte y claro hacia un futuro competitivo”. La “…creación de nuevas tecnologías de energía limpia y nuevos empleos, evitando al mismo tiempo una crisis económica… y protegiendo nuestro planeta”.
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Sobre la nueva forma de hacer negocios de México con ellos, sería bajo el principio: “TMEC no es para ponerlo en el estante y mirarlo, es para asegurarse de que funciona, donde hay herramientas cooperativas y otras de confrontación, pero el fin es comprobar si el acuerdo renovado funcionó para el futuro”.
Seguir jugando a determinar quién tiene el poder no da como resultados un fortalecimiento interno, y esto es aprovechado por el mercado mundial, el cual al verte débil no tiene piedad. Estados Unidos tuvo el tiempo para madurar estos últimos cuatro años, cortando de tajo la involución, y mejor poniéndose de acuerdo en cómo recobrar la fortaleza primordial del país. N
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Ramsés Pech es analista y asesor de la industria energética y en economía. Los puntos de vista expresados en este artículo son responsabilidad del autor.