EN EL NOROESTE del país, Gloria Zepeda Echegaray, partera mazatleca de 40 años, se ha dedicado a mantener viva la práctica de la partería no solo en su ciudad, sino también a lo largo de la región norte de México, donde la cercanía a Estados Unidos hace que el ámbito hospitalario para parir sea predominante.
Para Zepeda, incentivar y educar a más mujeres que están por parir, incluso aquellas que aún no deciden ser madres, es una de las razones por las que decidió dedicarse a la partería en Mazatlán, Sinaloa.
Desde que tuvo su primer embarazo, ha dedicado más de 11 años a estudiar y practicar la partería. Tras investigar una forma diferente de parir, se percató de que en el norte de México hay muy pocas parteras, mucho menos que en la región centro y sur.
De acuerdo con Zepeda, en esta zona del país tan solo se cuenta con el acompañamiento de dos parteras en Chihuahua, dos más en Sonora, una en Baja California y ella, en Sinaloa. Con la pandemia de covid-19 notó un aumento en la atención de partos asistidos en casa; sin embargo, esos alumbramientos bajaron y muchas de las mujeres de las que tuvo conocimiento terminaron en una sala de cesárea.
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“No es lo mismo que en el centro y sur del país del país, aquí la necesidad de la partería es mucha, y más porque las mujeres lo piden bastante. No tenemos ayuda del sistema de salud y no hay un reconocimiento de la partería en el norte de México”, denuncia Zepeda.
Según la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la partería tradicional es una práctica milenaria que se ejerce principalmente por mujeres. Aunque ha trascendido a lo largo de la historia, el parto asistido por una partera sobrevive ante las limitantes que enfrenta para su ejercicio.
En el informe “La partería tradicional en la prevención de la violencia obstétrica y en su defensa como derecho cultural” de la CNDH en México, se apunta que la práctica de la partería dignifica y recupera el valioso conocimiento ancestral que forma parte del patrimonio cultural y social de los pueblos y comunidades indígenas del país. Al igual que rescata el conocimiento y experiencias que las mujeres tienen sobre su cuerpo y ciclos de vida, los cuales transmiten a otras mujeres de generación en generación.
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Después de experimentar su primer parto con atención hospitalaria, la mujer mazatleca decidió que, si volvía a ser madre, tendría un parto asistido y acompañado por una partera tradicional, y así fue. Por ello contactó a Angelina Martínez, una de las parteras más importantes del país y quien radica en Tepotzotlán, Estado de México.
Angelina estuvo una semana antes del parto con Gloria. Cuando empezó la labor de parto —cuenta Zepeda—, distinguió las diferencias entre una atención hospitalaria y la atención de una partera.
“Tuve a mi bebé en dos horas y media, escuchando a Pink Floyd, en agua. Entonces fue una experiencia bonita. No solo el parto, sino también el acompañamiento que hizo conmigo”, recuerda.
EL NORTE DE MÉXICO, (CASI) SIN PARTERAS
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la partería abarca la atención dispensada a las mujeres durante el embarazo, el parto y el puerperio, así como la atención que recibe el recién nacido. Esta práctica incluye medidas destinadas a prevenir problemas de salud en el embarazo, la detección de anomalías, la búsqueda de asistencia médica si es necesario, y la aplicación de medidas de emergencia en ausencia de ayuda médica.
Sin embargo, la formación de parteras tradicionales y profesionales en el país solo se concentra en la región centro y sur, mientras que en el norte de México la situación es diferente, ya que en esa zona la práctica o profesionalización de parteras es casi nula.
El informe Partería en México, que forma parte del resumen de la investigación “Fortalecer la partería: una deuda pendiente con las mujeres de México”, de Lucille C. Atkin, Kimberli Keith-Brown, Martha W. Rees y Paola Sesia, publicado por la Fundación MacArthur en 2016, muestra un mapa del país en el que se ubican y describen los programas de formación en partería.
En el mapa se observa cómo la región norte de México no cuenta con programas de formación de parteras, lo que provoca que esta práctica no prolifere y que las mujeres no cuenten con el apoyo de más parteras en el acompañamiento de su embarazo y parto.

Las entidades en las que se ejerce una partería autónoma o tradicional son Estado de México, Oaxaca, Chiapas y Quintana Roo; mientras que en Guanajuato y Guerrero se ejerce una partería técnica. Solo en la Ciudad de México se cuenta con la licenciatura en enfermería y obstetricia. Por su parte, los siete estados citados cuentan con la especialización en enfermería perinatal.
“EN EL NORTE ESTAMOS MUY SEPARADOS DE LA PARTERÍA”
Tras parir en casa, Gloria Zepeda marcó un precedente para que otras mujeres se animaran a tener su parto asistido en casa. De esta manera, junto con Angelina Martínez, partera tradicional, comienza a atender a otras mujeres en el norte del país.
“Hablé con Angelina y le dije que mi ciudad estaba sin conocimiento de este trabajo. La recomendé con mis amigas, entonces, traía a una partera desde el Estado de México a atender partos. Empezamos a atenderlos y a veces la partera no llegaba porque estaba en el avión, entonces, me empezó a tocar a mí recibir a los bebés”, cuenta Gloria.
Tras comenzar a aprender de esta práctica milenaria para asistir y recibir a los recién nacidos, Zepeda empezó a especializarse. Atendió y cuidó de sus amigas o conocidas. Aprendió a masajear con rebozo y, hasta ahora, los partos que ha atendido han sido “tranquilos y hermosos”, lo que permitió que su amor por la partería comenzará a fluir.
“Después le pedí a Angelina que diera un diplomado de partería en el norte, para que la gente conociera el trabajo de las parteras y más gente del norte se involucrara en los nacimientos con parteras, pero la mayoría de las personas que se inscribieron eran del centro y sur”, cuenta, desanimada.
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Aunque no todo ha sido fácil, Gloria cuenta a este medio que las parteras tradicionales no solo trabajan con técnicas milenarias, también se valen de instrumentos médicos como el baumanómetro y el doppler para estar totalmente seguras de la salud del bebé. En caso de que se trate de un embarazo riesgoso, lo recomendable es acudir con un médico obstetra.
Cuando Gloria quiso registrarse como partera, en el sector médico, la respuesta que recibió fue la siguiente: “Para qué si eso no existe [la partería] y, a parte, no te dejarán trabajar”.
“Al final, el reconocimiento que necesito es el de las mujeres y el de las familias a las que yo pueda atender y acompañar. Aquí ya ha empezado un movimiento muy grande de partos en casa. Después de que parí, solo una ginecóloga es la única que se anima a hacer partos en casa. Ya se abrió una puerta ante la demanda de las mujeres que están pidiendo otra forma de parir y que sus bebés nazcan en otros lugares que no sea un hospital”, añade.
LA LIBERTAD DE DECIDIR PARIR EN CASA
A Gloria no le gusta enumerar los partos que ha asistido. En su lugar, prefiere hablar de la experiencia que ha tenido con los alumbramientos que ha recibido y la reacción de los padres y familiares que acompañan a la madre y al recién nacido.
Newsweek México platicó con dos mujeres que decidieron tener un parto asistido en casa, pese a los prejuicios sociales y el padecimiento en la salud. Ambas fueron atendidas por la partera mazatleca Gloria Zepeda.
Maryela Ávila tiene 37 años y es originaria de la ciudad de Concepción, Chile. Llegó a México para instalarse, desde hace cinco años, en Mazatlán, Sinaloa, acompañada de su esposo, quien es mexicano. Emma es su primera y única hija, a quien decidió tener por parto asistido en casa.
Tras quedar embarazada, Maryela y esposo decidieron recibir a su hija en acompañamiento de una partera. Comenzaron a averiguar cuáles eran las mejores opciones de parto, y entre charlas y lo que averiguó se decidió por un parto en donde a la madre se le respeta el libre movimiento, lo que le permitió romper con algunos mitos, como que la mujer sí puede pujar durante el parto, también puede moverse y no necesariamente tiene que parir en una camilla.
“Dentro de esta investigación que hice supe que la cesárea es una práctica común en México y, bueno, les preguntaba a mis amigas acá o con colegas y conocidas y, la verdad, todas habían tenido cesárea. El sentimiento de todas era que tuvieron cesárea porque el médico no quiso batallar. Esa fue su experiencia, no la mía. Yo no quería esa experiencia para mí”, cuenta Maryela.

Emma nació el 14 de enero a las 19:00 horas. Ella y sus padres, junto con Gloria, tuvieron 30 horas de acompañamiento y trabajo. Durante ese tiempo, la partera daba masajes a la madre, le ponía bolsas de semillas calientes, aromaterapia, que fueron cruciales para el nacimiento de la bebé.
“Gloria fue una guía importante para ambos. A mi esposo le decía que hablara conmigo, que me apapachara y me consintiera. Hubo un momento en que ya estaba muy cansada y Gloria nos dejó solos para conversar y saber por qué estaba tan tensa. Ese momento fue crucial. Conversamos y lloré porque tenía mucho miedo. Después de eso fluyó”, añade.
Maryela compara la experiencia de su parto asistido con la atención médica que recibieron sus amigas y concluye que en ningún lado tuvo un trato más humano como el que tuvo en su parto. “Fue un acompañamiento muy lindo que hasta el día de hoy estoy muy agradecida [con Gloria, su partera]”.
“EN MI PARTO NO EXISTIÓ LA PALABRA DOLOR”
Eréndira, originaria de Guanajuato, vive en Mazatlán, Sinaloa. Tiene dos hijos y está casada. Hace seis meses dio a luz a su hija a través del parto asistido por una partera a pesar de la trombosis que padece. Ella y su esposo tomaron un taller para conocer otras opciones de parto respetado, y al discernir las diferencias entre la atención hospitalaria y la de un parto acompañado, decidieron tener a su hija en el agua y lejos del tratamiento obstétrico.
“La experiencia de dar a luz en casa es magnífica. Única y sorprendente. Estoy encantada de lo que las mujeres podemos lograr”, narra Eréndira.
De acuerdo con su relato, Gloria, su partera, la preparó a través de sesiones mensuales donde trabajaron mente y cuerpo con técnicas de relajación para soltar muchos miedos, no solo los de adulta, sino los que ha acumulado a lo largo de su vida, ya que esos miedos pueden interferir en el momento de parir.
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“Gloria me preparó mucho y me dio la confianza de tener el parto para controlar mi mente y cuerpo. Ella me dio todas las herramientas para visualizar mi parto. Considero que las mujeres debemos llevar esta preparación porque es un momento de entrega y el parir es un momento de renacimiento para nosotras”, opina.
Debido a la enfermedad que padece Eréndira, prepararon un plan previo al parto con el acompañamiento de una enfermera y contar con un hospital en caso de que algo se complicara. Al final su parto se llevó a cabo sin complicaciones y sin dolor y su esposo, Rafael, recibió a su hija en el agua.
“Gloria hizo un gran trabajo conmigo. Estuvo ahí, siempre apoyándome, acompañándome, porque eso es lo que ella hace: acompaña. No acelera los procesos. No te dice qué hacer porque tú, como madre, sabes qué hacer. Gloria nos da acompañamiento y fuerza en ese momento”, señala.
PARIR EN CASA TAMBIÉN ES DECIDIR
Hasta agosto de 2020, según el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), que pertenece a la Secretaría de Salud en México, en el país existen más de 15,000 parteras tradicionales, 100 parteras profesionales egresadas y 16,684 licenciadas en enfermería y obstetricia, según cifras reportadas en 2016.
Sin embargo, “según estudios publicados sobre las competencias basadas en evidencia, el 80 por ciento de todos los partos son atendidos por personal médico en formación, quienes han mostrado menores competencias para hacerlo que el personal de partería”, se lee en el comunicado.
Como respuesta a este problema, el INSP lleva a cabo el Proyecto Marco: Modelo Integral de Partería, iniciativa financiada por la Fundación MacArthur con el objetivo de generar evidencia científica que legitime el modelo de partería en México, sensibilice a las autoridades sobre el tema, promueva la inserción de la partería profesional en los sistemas de salud y que las mujeres tomen decisiones informadas.
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Tanto para Maryela como para Eréndira, el parto respetado en casa fue una experiencia que les permitió sentirse acompañadas tanto de su familia como de Gloria para recibir a sus hijas en el hogar, lejos de un hospital y sin violencia obstétrica.
“Es muy importante visibilizar la partería en México porque, ahorita, ese momento ya no es de nosotras. Se ha vuelto del médico que te agenda para una cesárea, ya no existe el contacto piel a piel cuando recién sale el bebé y lo tienes en el pecho, es importante para su desarrollo. Ese instante nos lo están arrebatando y debemos volver a tener ese momento único para nosotras”, cuenta una de las madres entrevistadas.
Para conocer más de esta labor y en conmemoración del Día Internacional de la Partera, Ambulante transmitirá el documental Birth Wars, de Janet Jarman, en el que se visibiliza el trabajo de las parteras tradicionales en México. N