Sequía y descuidos humanos son las causas principales de los incendios forestales en México. El desafío, dicen científicos entrevistados, es aprender a pronosticar dónde y cuándo habrá uno de estos siniestros.
“CUENTA una leyenda nahua que, hace muchos años, no se conocía el fuego. Las personas comían todo crudo, su vida era muy difícil. En las noches de invierno, cuando el frío descargaba sus rigores en todos los confines de la sierra, hombres, mujeres, niños y ancianos padecían mucho.
“Un día el fuego se soltó de alguna estrella y se dejó caer en la tierra provocando el incendio de varios árboles. Entonces los quinamentin (gigantes) de la montaña apresaron al fuego y no lo dejaron extinguirse”.
Esta versión sobre el nacimiento del fuego, publicada en el libro Los mitos del tlacuache, del Dr. Alfredo López Austin, investigador del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, da cuenta de lo que tradicionalmente este elemento ha significado para la humanidad.
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Para las civilizaciones antiguas de México, el fuego, como parte de los cuatro elementos vitales de la tierra, era un símbolo de respeto por el uso que los habitantes le daban. Hoy en día, este elemento forma parte de la cotidianidad de las personas para diferentes actividades, desde cocinar hasta calentar agua, fumar o encender fogatas. Sin embargo, el descuido de la actividad humana en los ecosistemas frecuentemente ocasiona fuegos no controlados.
A este fuego no controlado se le conoce como incendio forestal. “Hay incendios que se utilizan para quemar residuos en materia agrícola, y un incendio forestal es cuando no lo tienes controlado. Eso debe quedar claro”, explica Víctor Manuel Velasco Herrera, investigador del Instituto de Geofísica de la UNAM y especialista en ingeniería aeroespacial, en entrevista con Newsweek México.
En un sentido más estricto, los incendios forestales resultan de la combustión con la vegetación seca que se sale de control. Estos no solo los inicia la actividad humana en los bosques, sino también en los matorrales, manglares, selvas tropicales; ecosistemas donde la vegetación abunda.
En todo el mundo las temporadas de incendios son diferentes. Generalmente es en la temporada seca cuando más se presentan. En México se inicia, normalmente, en febrero y abarca hasta el mes de junio. Los meses más difíciles son marzo, abril y mayo.
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“Hemos visto incendios forestales en febrero y marzo en el centro —como la Ciudad de México y sus alrededores— y norte del país. En el sur se presentan más en abril y mayo. Aunque, generalmente, son esos meses la principal incidencia”, añade en entrevista para este medio el Dr. Christoph Neger, investigador del Instituto de Geografía de la UNAM en el Departamento de Geografía Social.
De acuerdo con el Dr. Neger, para que un incendio forestal se detone basta con tener suficiente material combustible vegetal seco —árboles caídos, pasto o plantas— para que se origine el siniestro con alguna chispa de fuego provocada.
Por ejemplo, “en los bosques de pino es común que alcancen un estado tan seco que se pueda quemar, al contrario de una selva donde hay mucho más material combustible, pero, por lo común, es tan húmedo que no se quema. A menos de que una sequía muy pronunciada haga que se queme la selva”, explica el experto.
Otros factores que pueden influir para que un incendio forestal se genere es tener un clima seco y viento. Este último elemento juega un papel importante porque influye mucho en la propagación de incendios y que sean más difíciles de combatir.
“El factor climático es el que crea las condiciones para que pueda haber incendios forestales. El clima en sí no lo causa. Depende del ser humano que haga la chispa para que se queme [el combustible vegetal] y si la gente lo apaga o lo propaga más”, añade.
¿EL NIÑO O LA NIÑA?
De acuerdo con la Organización Meteorológica Mundial (OMM), las características del clima en el Pacífico dan origen a dos fenómenos climáticos causantes de las sequías prolongadas o lluvias anómalas en el mundo, conocidos como El Niño y La Niña. Durante décadas, su investigación muestra la influencia que ejercen entre la atmósfera y el océano, en el cinturón tropical del océano Pacífico, sobre las características del tiempo y del clima a escala mundial.
Según la OMM, durante los episodios de El Niño la temperatura de la superficie del mar en las partes central y oriental del Pacífico tropical suele ser muy superior a la normal, mientras que, en esas mismas regiones, durante los episodios de La Niña la temperatura es inferior a la normal. Esas variaciones de temperatura provocan fluctuaciones importantes del clima en el mundo que pueden durar un año, o incluso más.
Neger explica que, en México, los efectos de La Niña —que se presentó este año y se está debilitando— tuvieron mayor presencia en el invierno, lo que provocó que el centro y norte del país se mantuvieran muy secos. Este factor es determinante porque, al iniciarse la temporada de incendios, hace que el riesgo sea mayor.
Por su parte, los efectos de El Niño causan sequía e incendios forestales en todo el país afectando, principalmente, el sureste mexicano. Ejemplo de este escenario sucedió en 2009 cuando se observaron muchos más incendios forestales en Veracruz, Chiapas y Campeche.
Neger, quien además estudia los incendios forestales desde el punto de vista de los factores involucrados como dependencias, comunidades, las ONG para el combate y la reparación de las áreas quemadas, explica que las intensidades de estos fenómenos van de fuerte a intenso y débil; incluso llegan a tener fases neutras, es decir, no es ni El Niño ni La Niña.
La OMM señala que el punto álgido del episodio de La Niña, que va de 2020 a 2021, cuya intensidad califica de moderada, se alcanzó entre los meses de octubre y diciembre. Pronósticos más recientes de los Centros Mundiales de Producción de Predicciones a Largo Plazo de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) indican una probabilidad moderada (65 por ciento) de que el episodio de La Niña se mantenga entre los meses de febrero y abril.
PRONOSTICAR INCENDIOS
Desde el Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México, el Dr. Víctor Manuel Velasco Herrera, especialista en ingeniería aeroespacial, y su equipo de trabajo han realizado el primer pronóstico de incendios forestales en el mundo, a más de diez años de estudiar los siniestros.
De acuerdo con el investigador, este no ha sido un tema sencillo dada la complejidad de todos los fenómenos que intervienen, como la precipitación, los huracanes, las sequías, el fenómeno de El Niño y La Niña y las oscilaciones. Además, están las nevadas en el norte, los frentes fríos y las tormentas, que son resultado de un sistema complejo en cualquier país.
“Encontrar un patrón que indique cuándo tienes un número de incendios alto significa tomar los últimos 50 años que tenemos en México de registros. Sin embargo, en cualquier país, incluido México, encontramos que hay temporadas muy bajas y no se explica eso. Por ejemplo, en la década de los años 1970 y 1980 México tuvo una temporada de incendios forestales muy baja, históricamente”, explica Velasco Herrera.
En el mundo se tiene una tendencia de querer detectar lo más rápido posible las zonas donde se presentará un incendio forestal. “En México no tenemos ni toda la tecnología ni todos los recursos para tener ese tipo de monitoreo. Nosotros decidimos cambiar el paradigma, no solo de estudiar los incendios forestales, sino de hacer el pronóstico”, añade.
México adoptó la Alerta Temprana Canadiense en la detección de incendios forestales. El objetivo es modernizar este sistema para no detectar minutos después de que inicia un incendio, sino señalar cuándo comenzará una temporada alta de siniestros con ayuda de la tecnología e imágenes satelitales que detecten las zonas más vulnerables.
“Esto permite, desde meses hasta años, saber los lugares y el valor teórico de cuánto sería el daño. Contar con este pronóstico a largo plazo —el primero a escala mundial— indica que podemos hacer un cambio de paradigma de cómo monitorear los bosques, los incendios, cómo minimizar las pérdidas ecológicas, las pérdidas de los seres vivos, tanto de los que viven en los bosques como de las personas que viven cerca. Podemos minimizar los daños que se puedan ocasionar”, explica el experto.
Para Víctor Velasco, contar con este pronóstico de incendios forestales, desde el gobierno federal, permite el planteamiento de un programa que minimice los daños ocasionados. Sin embargo, hasta ahora no han recibido alguna invitación de las autoridades correspondientes para conocer e implementar este pronóstico que también puede emplearse en cada una de las entidades federativas.
La tecnología que el investigador del IGf y su equipo utilizaron para este pronóstico fue ingeniería espacial e ingeniería artificial. Hasta ahora, también han hecho pronósticos para Estados Unidos, Canadá, Rusia, Australia y Brasil.
“En México jamás confiamos en lo que hacen los investigadores mexicanos y eso es triste porque ahora desarrollamos pronósticos para Estados Unidos, Canadá y Rusia. Falta mucho para consolidar este proyecto en México. Estamos en la mejor disponibilidad de cooperar con todos los colegas porque es un problema serio lo que viene en los próximos años”, advierte.
DEL MANEJO DEL FUEGO Y LAS PÉRDIDAS
Aunque el fuego como elemento primario se ve como un provocador de desastres naturales, debe entenderse que posee un componente ecológico que forma parte de la transformación de los bosques desde antes de que los seres humanos poblaran la tierra. Empero, esto no quiere decir que provocar incendios forestales sea una actividad humana aceptable.
Alexandro Medina-Chena, biólogo, maestro en geografía ambiental y técnico académico en el Instituto de Ecología, A. C., explica a este medio que existen acciones a seguir, estrategias, líneas de acción, actividades y metas en materia de prevención para el manejo responsable del fuego.
Estas acciones se deben realizar de manera coordinada entre los tres órdenes de gobierno en México. La entidad que coordina los esfuerzos es la Comisión Nacional Forestal (Conafor), a través de los comités estatales de manejo de fuego, gobiernos estatales, entidades federales, academia y sector productivo, determinado en la Ley General de Desarrollo Forestal Sustentable.
De acuerdo con Rafael Villegas Petraca, quien cuenta con un doctorado en sistemas de información geográfica por la Universidad de Edimburgo, hoy día la atención a los fuegos es mayor debido al crecimiento de la población.
“En México nos falta más cultura [de prevención]. Están los mecanismos, pero la falta de presupuesto y recursos humanos nos hace responder a un fuego, ya sea provocado o natural. Respondemos más rápido para que no se expanda (más) el daño que pueda causar y se pueda controlar de alguna manera”, explica el Dr. Villegas, también investigador del Instituto de Ecología, en Xalapa, Veracruz.
En cambio, aunque se cuente con mecanismos y presupuesto, el problema es que nada va a ser suficiente cuando deben atenderse entre tres o cuatro incendios forestales al mismo tiempo y cuando la prioridad es la zona donde haya personas en peligro.
En cuanto al rescate de fauna, el especialista comenta que la ayuda se da, principalmente, a anfibios y reptiles por su lento movimiento. Sin embargo, hay especies que por sí solas huyen cuando empieza un evento de este tipo.
No hay una escala que determine la magnitud de un incendio al momento en que se presenta. Los especialistas se basan en las hectáreas quemadas para determinar cuánto territorio consumió el siniestro.
Los expertos del Instituto de Ecología, A. C., consultados por este medio, explican que la detección de un siniestro se hace en los primeros 30 minutos tras el reporte que hagan los ciudadanos. Ya que está ubicado, en promedio, un incendio llega a durar 16 horas o más hasta que se logra controlar.
Sin embargo, tras controlar un incendio deviene la problemática de la calidad del aire en la atmósfera, razón por la que la atención a incendios es inmediata, y más cuando se presentan en zonas boscosas alrededor de zonas pobladas como Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey.
La mezcla del humo de los incendios con la contaminación produce poca visibilidad e implicaciones no solo en la salud pública, sino también en pérdidas económicas. Tras un evento que conjuga humo de un incendio y contaminación no hay mucho por hacer, más que atender las estrategias restrictivas, como los indicadores de la calidad del aire, el doble no circula automotor y evitar actividades al aire libre para reducir los efectos adversos en la salud.
El maestro Medina-Chena explica que “lo mejor que se puede hacer es esperar a que la propia atmósfera funcione como un dispersor del contaminante, que ocurra un frente frío o que de manera paulatina la circunstancia atmosférica haga que los humos se dispersen”.
Según estimaciones, la duración de la mala calidad del aire tras un incendio forestal puede variar de días a semanas. La Comisión Nacional Forestal recomienda reportar cualquier incendio en el teléfono 800-INCENDIO u 800-46-23-63-46. N