En la actividad política olvidaron la esencia y la transformaron en industria, sin querer darse cuenta que sus productos son efímeros, en ese mérito, se pierde el sentido de la política y se centra en la urgente saciedad de las ambiciones. La política convertida en negocio, sus fugaces productos mutaron a mercancías que tanto en campaña como en ejercicio de gobierno su finalidad termina divirtiendo a la sociedad. La publicidad política se apodera de las cualidades del arte ciudadano, la propaganda sustituyó preocupaciones por el valor y el sentido del Otro, el diálogo para encontrar soluciones a los problemas colectivos.
El procedimiento electoral reúne a las mercancías políticas bajo las mismas reglas. Sus discursos hacen las diferencias, porque los temas son siempre los mismos. Las frases facilitan las simpatías a la dinámica del cambio propuesto, sin duda. La publicidad se hizo cómplice de este valor de cambio: promesas-voto. El lenguaje político, su gramática, sus entresijos comunicativos, tejen sus necesidades, en este caso, encuentra el teatro de las promesas en alianza con la propaganda, es el gran negocio, promesas y propaganda, celebran matrimonio y luna de miel. Una sobre explotación de las imágenes y su transmisión, de formatos visuales en sus nichos cibernéticos y en sus vidrieras de propaganda rancia. La política gobernada por el mercado de la esperanza de que “¡ahora sí!”. Todo contendiente ofrece que todo cambiará, empero la hacienda pública lo distrae y olvidada.
La industria política pierde sus valores, los sustituye por un intercambio en el que el pueblo pone su voluntad en el voto y el político lo buscará hasta la próxima elección. Las masas transitaron a público en clave de ideología mercadológica, una preferencia ilusoria. La industria política hace las transfiguraciones para que las y los ciudadanos se postren en calidad de súbditos, con sus discursos defensivos violentos contra quienes osan hacer crítica a los “príncipes” del poder, las finalidades ideológicas se adhieren a la voluntad de la persona, la explotan con su capacidad de decidir. Es difícil entender, descifrar, impulsar la industria política, dado que después de la cita con las urnas la distancia entre gobernantes y gobernados es casi nula, los primeros mandan, los segundos obedecen. Sin embargo, ese modelo se agota en la comunicación a 360 grados, los ciudadanos las reciben en todos sentidos, propiciando transformaciones rápidas de las culturas de públicos y del consumo político.
El pueblo en rol de ciudadanía vota, ello le da una dialéctica que debe actualizar el sentido de la política. La política es un proceso dialógico que impulsa las soluciones de los problemas colectivos. La política busca la integración del pueblo. La política conversa para atender lo particular en una partitura colectiva. La política construye y deconstruye, integra e incorpora, realiza teoría y práctica, desarrolla moral y derecho. La política como diálogo, se compromete con el destino colectivo, con valores en vía de virtudes comunes, razón y proyecto, políticas públicas como partichelas de grandes sinfonías.
La política enfrenta violencia, división, desunión, fragmentación, rupturas, entre ciudadanías y comunidades, para posibilitar la unidad en la diversidad. No son difíciles los retos políticos, menos en este siglo, la comunicación empodera ciudadanos y ciudadanas en un ejercicio de construcción de la verdad política, un algoritmo que muestra el pensamiento como forma de realidad, construirla, mantenerla, es resultado de esperanza y compromiso, producto de reflexiones coherentes. La política es arquitectura de ascesis de la verdad. Esta experiencia pandémica es la oportunidad, “como anillo al dedo”, para transformar la majestad ciudadana. Requiere un esfuerzo de imaginar e implantar su arribo a la historia, no importa Fukuyama. Virtudes de conductas y compromisos, solidaridades y generosidad social, en el destino de una sociedad con nueva Ética, razón ontológica de estar en sociedad.
La mente social absorbe una ilimitada cantidad de información, de datos, de actualización permanente de desarrollos tecnológicos, de mundos virtuales donde la velocidad de transferencia de datos se extralimita y enfrenta incluso la capacidad humana. La velocidad de la luz irrumpió nuestra sociedad, ha modificado manera de pensar y actuar. Se aceleraron los procesos sin fronteras, en ese mérito deberán darse nuevas convivencias políticas, discusiones civilizadas de las posiciones. La política se nutre de conocimientos sin fronteras de manera planetaria, en esa virtud la política populista crea gobiernos de guerra y xenofobia. Sin límites de fronteras se crea la idea de imperios. Por ello la compensación cultural, los desarrollos intelectuales, imaginativos, creativos, innovadores, disruptivos, incomodan a los gobernantes, pretenden la identidad como mandato, escamotean la diversidad como derecho a ser diferente. La internet posibilita un nuevo mundo, su pedagogía es una asignatura que tenemos pendientes todas y todos, sin excepciones, pues el riesgo más grande serán los secuestros institucionales virtuales, en donde si no hacemos esta pedagogía tenderemos esclavitudes cibernéticas. Política es preocupación social, no industrial.