Cuando era un púber, hace más de cuatro décadas, entre los amigos teníamos un juego para determinar quién era el más fuerte y no el más inteligente. Este consistía en que entrelazábamos nuestras manos y entre los dos se trazaba una línea, y un tercer participante nos hacía una pregunta del examen que íbamos a tener, y al no responder correctamente perdíamos una distancia que nos acercaba al área del oponente y, al mismo tiempo, había un jalón para ver que pasaras al área del contrincante. Pero perdíamos el objetivo esencial que era aprender bien las lecciones y prepararnos para el examen. Esto me ayudó solo a poder pasar mis evaluaciones.
Esto es lo que en México está pasando hoy en día, en donde todos nos convertimos en contrincantes del otro y ahora es todos contra todos. Pero estamos olvidando la esencia principal como parte de una nación, es decir, saber qué rumbo debemos de llevar en conjunto para poder hacer frente a las situaciones económicas y de salud de hoy en día. Según ha quedado claro, en el mundo cada uno deberá primero ver hacia dentro y después ver si se es parte de los más fuertes, desde un punto de vista económico, para poder hacer frente a una desaceleración económica.
Las administraciones de cada país tienen una claudicación en el tiempo, y trascenderán en el siglo XXI no por las obras que realicen para que las recuerden, sino por cómo hicieron para que la sociedad tuviera poder adquisitivo, tuviera empleos con base en el conocimiento y no por la dádiva de un plan social (el dinero es finito), y por si se crearon o no alternativas para que la sociedad tuviera acceso a financiamientos para proyectos en armonía con la inversión pública y privada.
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Celebro que estemos en este momento en esta transacción legal y de intercambio de conocimiento en la industria eléctrica, lo cual es el futuro de esta nación. Ello, debido a que el mundo tendrá una electrificación total y dependerá de la confiabilidad inteligente para mantener el flujo de esta en todas las líneas de redes de transmisión o distribución. Recordemos que por el momento esta se transmite por cables y, al menos de que se avance como sucedió con el teléfono y el internet, que son inalámbricos, todavía continuaremos moviendo los electrones por medio de líneas.
Estados Unidos empezó la historia de la creación de su mercado eléctrico en 1977, con la conformación de un órgano regulador, y en 1996 creó la Organización Regional de Transmisión (RTO). Fue en 2005 cuando se creó la ley de la política energética que formó parte del mercado eléctrico, y en 2010 emitió un acuerdo de los planes de transmisión regional para identificar las necesidades de transmisión de orden público. Todo ello fue necesario para llegar a lo que ahora tienen en el país del norte: una demanda de 330,000 a 450,000 kWh en promedio, con una red eléctrica en kilómetros de 350,000 para transmisión y 9 millones para distribución.
Para desarrollarlo hubo demandas de privados cuyos intereses fueron lacerados y un gobierno que entendió que tenía que permitir inversiones en la generación, transmisión, distribución y confiablidad del mercado eléctrico, eso sí, poniendo reglas claras. De este modo, cada disputa fue un precedente para dar certeza jurídica y confianza al mercado de invertir con el único fin de que cada quien obtuviera en forma equilibrada sus ganancias correspondientes con sus intereses. En otras palabras, la nación dio certeza jurídica por medio de lineamientos y normas para obtener una utilidad económica que pudiera usar en otros rubros y los privados cumplir con ellas, pero en conjunto armonizando un plan de largo plazo. Este lo alcanzaron en 2015 y hoy en día están evolucionando hacia una red de transmisión y distribución más inteligente, donde el problema no son las plantas de generación, sino que la tecnología funcione en beneficio del sistema eléctrico.
Entonces, no nos asustemos con el juego jurídico del pimpón, más bien, celebremos que se establezcan precedentes para el futuro y que podamos realizar un crecimiento en armonía con las reglas claras establecidas.
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Es importante que, si la idea u objetivo de la administración actual es dejar un orden del mercado eléctrico, también mire fuera de la caja y comprenda que controlar o manipular el futuro del mercado no está en función de las decisiones que se tomen solo en el momento. Tiene la oportunidad de dejar reglas claras de largo plazo y que la rectoría logre satisfacer la demanda de la sociedad y brinde una certeza a todas las inversiones que quieren venir a México. Podemos ser atractivos al demostrar que somos maduros y podemos combinar la inversión pública con la privada sin lacerar o menospreciar uno con otro.
Hoy estamos en el juego que tenía cuando era un púber, nos damos las manos y ponemos nuestros límites cada quien entre la inversión pública y la privada. El mercado nos hace preguntas y cada quien jala para su lado. Pero, al final de cuentas, nos fortalecemos ambos porque aprendemos a cuestionarnos en cada momento y circunstancia. Este juego de madurez lo empezamos en 2015 y apenas estamos iniciando el largo trecho de la armonía, pero dependerá dejar las ideologías a un lado y mejor coordinar lo que la nación necesita en el mercado eléctrico.
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Ramses Pech es analista y asesor de la industria energética y en economía.