Unos científicos opinan que los humanos nos tocamos la cara con frecuencia debido a que respondemos al impulso subconsciente de oler nuestros cuerpos. Luego de aplicar una encuesta diseñada para determinar si las personas huelen sus propios cuerpos y los de otros de manera inconsciente, el equipo de investigadores halló que más de la mitad de los respondedores había olfateado a un desconocido.
En el artículo publicado el 20 de abril en la revista Royal Society – Philosophical Transactions B, con el título “Are humans constantly but subconsciously smelling themselves?”, los autores hacen una revisión de los estudios existentes que han tratado de averiguar si los humanos se huelen a sí mismos y por qué lo hacen.
A partir de la hipótesis de que hasta 25 por ciento de las enfermedades respiratorias son consecuencia de tocarnos la cara, los investigadores argumentan que este hábito debe tener algún beneficio evolutivo porque, de lo contrario, se habría minimizado en los humanos modernos.
Los científicos explican que a veces nos olemos las manos para obtener información de los individuos a los que hemos tocado. Aunque también lo hacemos para cerciorarnos de que no despedimos malos olores e incluso como parte de una respuesta instintiva que fortalece nuestro sentido de identidad, “ya que los espejos no han existido desde los orígenes de la humanidad”.
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Como parte del proyecto, el equipo del Departamento de Neurobiología del Instituto Weizmann de Ciencias, en Rehovot, Israel, contactó con 399 personas de 19 países para llevar a cabo su encuesta. El grupo de participantes estuvo integrado por 177 hombres y 262 mujeres de entre 19 y 74 años (con un promedio de 35 años), quienes calificaron la frecuencia con que realizaban ciertas conductas olfativas (nunca, rara vez, en ocasiones o a menudo).
Del total de encuestados, 94 por ciento reconoció haber olfateado su cuerpo, en tanto que 94 por ciento dijo que había olfateado a un pariente cercano y 60 por ciento confesó lo mismo, pero con un desconocido. Los investigadores hallaron que las mujeres eran más propensas que los hombres a oler a sus hijos. Así mismo, más de 90 por ciento de los participantes admitió que olfateaba sus manos y/o axilas, y 55 por ciento reveló que solía oler sus manos después de tocarse los sobacos, mientras que 73 por ciento de los hombres y 55 por ciento de las mujeres lo hacían después de tocarse la entrepierna. Los 182 progenitores que tomaron parte de la encuesta señalaron que habían notado un periodo en que sus hijos tendían a olerse las manos con mucha frecuencia, y que esta conducta ocurría sobre todo entre los tres y seis años de edad.
“Con base en todo lo anterior, concluimos que, si bien existe la percepción de que casi todas las formas de olfateo social son subconscientes, el interrogatorio dirigido demuestra que las personas se dan cuenta de que lo que están haciendo”, escriben los autores en la sección del artículo donde presentan los resultados del cuestionario.
A pesar de ello, el equipo de científicos reconoce que su encuesta supuso algunas limitaciones, porque sus hallazgos dependieron mucho de la sinceridad de los participantes; quienes, además, compartieron el documento en sus cuentas de redes sociales, de modo que es posible que las respuestas no reflejen los resultados que habrían obtenido con una población más amplia.
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En ese sentido, los investigadores escriben: “Las limitaciones de esta investigación se acentúan por el hecho de que estamos analizando una conducta eminentemente subconsciente, y que muchas veces se considera tabú. No obstante, este esfuerzo contribuye a esclarecer ciertas conductas que casi no se han visto reflejadas en la literatura científica”.
A fin de responder a la interrogante sobre el impulso de oler nuestros cuerpos, el equipo también hizo una revisión de investigaciones previas con humanos. Uno de los artículos citados sugiere que, cuando nos tocamos la cara, respiramos por la nariz para percibir nuestros olores. Y en otro estudio, que observó la frecuencia con que los participantes se tocaban la cara en diferentes circunstancias, los autores concluyeron que es muy común que los humanos nos toquemos esa parte del cuerpo: según los hallazgos de uno de sus experimentos, hasta 13 veces en escasos 20 minutos.
Una tercera investigación -que corrió a cargo del mismo equipo científicos del Instituto Weizmann- consistió en medir el paso de aire en las narices de 33 participantes, y los hallazgos apuntaron a que las personas huelen sus propias manos cuando se tocan la cara. “Aun cuando proponemos que el olfateo mediante el contacto con la propia cara es un acto mayormente inconsciente, es importante señalar que las personas también se huelen de manera consciente, y lo hacen con mucha frecuencia”, escribieron en aquella oportunidad.
En su estudio más reciente, los científicos de la institución israelí concluyen con lo siguiente: “Este prisma [que conduce a la sensación de identidad] es lo que nos permite entender casi todas las conductas de contacto facial. Por ejemplo, se ha dicho que los humanos nos cubrimos el rostro con la mano cuando experimentamos vergüenza. Pero ¿por qué lo hacemos? Nuestro argumento es que olfatear el interior de la mano proporciona algún tipo de señal que nos tranquiliza y nos ayuda a enfrentar emociones que amenazan nuestra identidad”, escriben los autores.
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Al respecto, insisten en que son necesarias más investigaciones para esclarecer el tema subvalorado del “auto-olfateo” en humanos.
En un comentario para Newsweek, el profesor Noam Sobel, director del Departamento de Neurobiología del Instituto de Ciencias Weizmann, y coautor de la investigación, dijo haberse sorprendido mucho por la frecuencia con que las personas se tocan el rostro, y señaló que su equipo considera que tocar la propia cara “es una conducta muy importante para la estabilidad psicológica del individuo”.
En plena pandemia de la COVID-19, cuando funcionarios de salud de todo el mundo aconsejan que las personas eviten tocarse la cara, Sobel enfatiza que su revisión de la literatura científica “apunta a que es muy difícil controlar esta conducta”.
Al preguntarle cuál es el mensaje que quiere transmitir a los lectores, Sobel respondió: “Nadie debe sentirse mal por hacerlo [oler su propio cuerpo]. Siempre estamos olfateando nuestros olores. Todos lo hacemos y es de lo más normal”.
“Por otra parte, parece que hay un periodo en que los niños huelen sus manos con mucha frecuencia, y Google sugiere que esta conducta preocupa a muchos progenitores. No debiera inquietarlos. Y además, es una etapa pasajera”, concluyó Sobel.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek