Cuando a finales de 1990, el extinto gobernante Fidel Castro decretó en Cuba lo que él bautizara como Período Especial —la época de mayor penuria que ha sufrido el pueblo cubano en toda su historia, y que se extiende hasta hoy—, como consecuencia de la desaparición del llamado “campo socialista de Europa del Este”, ya no había nada que hacer.
Entonces por fin quedaba demostrado, sin la más mínima duda, que el llamado “socialismo real” había resultado un fracaso en lo económico, lo social y lo político en aquellos países en que había surgido o había sido impuesto; contabilizando, más que todo, muerte, miseria y angustias. Debe considerarse que cuando fueron abolidos aquellos regímenes, ni un solo habitante de los países correspondientes salió a protestar por la pérdida del “paraíso de los obreros y campesinos”.
Por aquellas fechas, Castro, al decretar el Período Especial, envió a su pueblo a un vía crucis infinito: un vagar sin brújula hacia un punto inexistente. Así, sin modelo social y económico alguno, estableció la consigna “Resistir, luchar y vencer”.
O sea, Fidel Castro, sin tener la más remota idea de Qué Hacer requirió de la población sacrificios aun mayores —que ya eso es mucho decir—, que los promovidos durante los anteriores 31 años.
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Olvidado de que aquellos cubanos que en los inicios de la Revolución de 1959 eran adolescentes, habían invertido la mayor parte de su vida —de su única vida, y esto es muy serio—, obrando en una u otra medida y de un modo u otro a favor de un sueño perdido.
Así, continuaría el exmandatario cumpliendo una de sus misiones personales básicas: su lucha antiimperialista:
Hoy, ya lo sabemos, el pueblo de Cuba no venció ni ha vencido a imperialismo alguno —como afirman los representantes del régimen y otras personas en el extranjero, timadas por el sistema.
De alguna manera el pueblo cubano fue —es— tomado como rehén para echar una guerra verbal contra el “imperialismo”, que ya dura 61 años.
Señalemos que tanto Fidel Castro como sus descendientes biológicos y políticos, han vivido, viven en la holgura, la abundancia; y aun más.
Fidel Castro y hoy su prole han logrado alargar la agonía del comunismo cubano —lo cual equivale a la agonía de aquella población— ¡por 29 años!
Es decir, los niños que nacieron cuando fue declarado el Período Especial, ya tienen 29 años de edad; 29 años vividos en la coerción, la miseria, la zozobra (excepto, naturalmente, los descendientes de los Castro y sus adláteres). Esto no tiene precedentes en la malhadada historia de los caciques latinoamericanos.
Así, no sería muy aventurado afirmar que en la actualidad los cubanos residentes en la Isla, por el “efecto contrario” digamos, conformen una de las poblaciones más pro “imperialista” del planeta. De manera que clasifiquen entre los más anhelantes de la “yuma”, los “países”, los “yanquis”, los “rubios”. Nos queda pendiente demostrarlo porque en Cuba no se realizan encuestas, ni referendos ni elecciones políticas ni plebiscitos ni nada de esto.
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¿Alguien duda que por estos días —lamentablemente— aun más que 30 años atrás, en la Isla se esté cumpliendo de nuevo aquella máxima: “El comunismo es el camino más largo para pasar del capitalismo al capitalismo ”?
La década de 1990 trajo consigo una intensa pobreza generalizada. Lo cual resultó un factor esencial para que se originaran diversas protestas pacíficas y públicas que, a su vez, fueron la causa del aumento de la represión.
En la década posterior surgieron no pocos grupos disidentes en la sociedad cubana; compuestos, se entiende, por las personas más temerarias; esas que en todo período de absolutismo, resultan las iniciadoras.
Desde entonces la población comprendió, como nunca antes, que se hallaba en manos de diletantes del infierno, de onanistas de la filosofía y la economía.
En la actualidad muchos de los protestantes están en las mazmorras o en el destierro o son acosados, perseguidos y golpeados en ocasiones salvajemente por los escuadrones de la muerte dependientes del régimen o por los propios uniformados; castigo que incluye a las Damas de Blanco, esas mujeres que, sobre todo los domingos, protestan pacíficamente llevando en alto, como única arma, un gladiolo.
Desde hace tiempo la población está consciente de que no hay salida.
Sin embargo, todavía hoy, casi 30 años después del primer “aviso”, el régimen continúa reciclando reformas y “actualizaciones” que hasta un niño de primaria podría asegurar que no tienen destino.
Aun los “ideólogos” del sistema propagan la idea de un “socialismo próspero y sostenible”, vinculado con el Plan de Desarrollo Económico y Social hasta ¡el 2030!
Mas, lo verdadero es que, por muchos afeites que les apliquen a las instancias de Gobierno, por muchos discursos triunfalistas llamando al combate… aquello se acabó. Se acabó en 1990.
En cuanto al “criminal bloqueo” (embargo) de Estados Unidos hacia la Isla —una de las razones más traídas y llevadas por el gobierno cubano para justificar la adversa situación del país— un politólogo de la talla de Felipe González, expresidente de España, declararía en julio de 1993: “Sigo estando en contra del bloqueo. No me parece un buen procedimiento, pero le dije [a Fidel Castro], y lo repito siempre que tengo ocasión, que eso no explica la situación económica, sino el fracaso del sistema basado en algo que no funciona”.
¿Desde cuándo no forman parte del discurso oficial las “leyes económicas del socialismo” o las antes recurrentes “categorías filosóficas del marxismo” o los infalibles mandamientos del Materialismo Histórico?
¿Por qué, no obstante, quienes dirigen el país persisten en no retirarle el respirador artificial a ese cadáver con muerte neurológica, ya treintañero?
¿Será por el solo hecho de ostentar el poder?
¿Será por mantener a toda costa las riquezas que han tomado para sí no pocos de los dirigentes de la Isla, sobre todo militares?
¿Será que los máximos responsables de las transgresiones principalmente de las tres últimas décadas, temen no hallar resguardo seguro?
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Seres pensantes: ya no se trata de ideologías; de Izquierda o de Derecha.
Se trata de abrir las compuertas para el real florecimiento de la Isla.
Se trata de levantarle el castigo a una población que ya no puede más.
Tal vez para ello sea necesario, como dicen los abogados, ceder sin conceder.
Nadie podría negar que las amarras —viejas, y más que eso, anacrónicas— tanto económicas como sociales que insisten los gobernantes cubanos en mantener emparchadas, desde hace tiempo sobran; impiden la marcha hacia adelante, y hacia arriba.
En fin, retrancados en el mismo sitio no se llega a ninguna parte; y peor resulta retomar caminos sin salida, que sumirán, sumen cada vez más a los cubanos residentes en su tierra en la inopia, la inmoralidad, el delito, el miedo.
En fin, se trata de sentido común, y sobre todo de compasión.