El asesinato del general Qasem Soleimani, el militar más importante del Estado de Irán, es la noticia que tiene al mundo en ascuas. Para entender el conflicto vale la pena definir los antecedentes de la región donde está Irán.
Esta región engloba el 50 por ciento de las reservas de petróleo del mundo. El Golfo Pérsico es un cuerpo de agua que baña las costas de Irán, Irak, Kuwait, Arabia Saudita, Baréin, Catar, Emiratos Árabes Unidos y Omán.
Estos países tienen puertos para sus barcos petroleros en el Golfo Pérsico. La salida de este golfo es a través del Estrecho de Ormuz, que mide 39 kilómetros de orilla a orilla, pero de estos, solo 6 kilómetros son navegables para los grandes petroleros, y el control estratégico del estrecho está en manos de Irán.
Irán e Irak juntos tienen alrededor del 20 por ciento de las reservas mundiales y fueron enemigos durante un buen rato; pero ahora, gracias entre otras cosas a la diplomacia del difunto Soleimani, tienen muy buenas relaciones. Irán es aliado de Rusia, e Irak, de los estadounidenses.
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James Carter fue el último presidente estadounidense en visitar el Estado de Irán, en 1977. Cuando lo hizo, el soberano era Mohamed Reza Pahlevi, el sah de Irán. En aquella ocasión, en una cena ofrecida en honor de Carter, este, al agradecer a su anfitrión, dijo: “Nuestras conversaciones han sido inestimables; nuestra amistad, insustituible, y no hay ningún líder por el que sienta una mayor gratitud y amistad personal”.
¿Cómo, entonces, Estados Unidos pasó de ser el “mejor amigo” a ser el mayor enemigo de Irán?
Esa historia tiene intereses encontrados y un común denominador: “petróleo”; pero hoy se suma a esto otro conflicto: Trump.
Vayamos por partes: Irán, que antes fuera el imperio persa, es el poseedor del 10 por ciento de las reservas mundiales de petróleo. En 1940, los británicos explotaban ese petróleo. En el año de 1951, tras una elección general, un diputado iraní de nombre Mohamed Mosadek se convirtió en el primer ministro de Irán e implementó una serie de políticas nacionalistas, entre las cuales estuvo la nacionalización del petróleo. Esto afectó los intereses de la corona británica. Dice la conseja: cuando te den, agarra; cuando te quiten, grita, y los ingleses, cuando les quitaron el petróleo, pusieron el grito en el cielo acudiendo a todas las instancias posibles.
Entre las instancias había un aliado: el sah, al que presionaron para que destituyera al primer ministro. Este, conocedor del plan para destituirlo, le dio madruguete al sah y metió a prisión a los conjuradores. El sah, al ver que la lumbre le llegaba a los aparejos, huyó del país.
Al agotar las posibilidades, los británicos acudieron a los estadounidenses para pedir ayuda. La situación era similar a la que se vivió en México en 1938 con la expropiación petrolera. Un país al que le han extraído sus recursos, sin dar una retribución recíproca, decide quitarles la concesión a los extranjeros y confiscar sus instalaciones. Cuando nosotros lo hicimos, en 1918, pedimos la ayuda de los estadounidenses, y estos decidieron apoyar al equipo local (México) porque así convenía a sus intereses. Pero cuando los iraníes decidieron expropiar su petróleo, los estadounidenses decidieron apoyar al equipo visitante (Inglaterra), le dieron al sah todo lo que les pidió y se fueron a la cargada contra Mosadek.
La frase de Henry Kissinger: “América no tiene amigos ni enemigos permanentes. Solo tiene intereses”1 es y ha sido la base del criterio yanqui para ofrecer o retirar su mano amiga a un país en desgracia.
Una nueva República
El sah, convencido por los yanquis, aceptó retomar el poder, destituyó a Mosadek, y lo arrestó. A esto se le llamó el golpe de 1953. La monarquía iraní duro hasta 1979. Ese año, el sha fue obligado a abdicar y se exilió. El 1 de abril de 1979 se declaró la República Islámica de Irán. El gobernante en turno es un religioso, el ayatola Ruhollah Jomeini, quien le tiene tirria a los estadounidenses, pues los culpa de su destierro.
En noviembre de 1979, los estudiantes iraníes invadieron la embajada estadounidense y tomaron rehenes. El sitio duró un año tres meses y fue justificado por los iraníes como una medida para evitar otro golpe de Estado como el de 1953, y la amistad que prevaleció durante 26 años se fue a la basura y comenzó la era de tensión entre Persia y Estados Unidos. Las relaciones diplomáticas se rompieron y siguen congeladas hasta ahora, incluso Estados Unidos comenzó una escalada de sanciones económicas contra Irán.
Los iraníes vieron descender su nivel de bienestar debido a las sanciones estadounidenses.
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Carter prohibió las importaciones de petróleo y congeló los activos iraníes en territorio norteamericano, aproximadamente 12,000 millones de dólares; Reagan prohibió la importación de productos iraníes y apoyó a Irak en la guerra contra Irán; Bush padre también urdió sanciones severas, pero las que más daño le hicieron fueron las de Bill Clinton, quien prohibió la participación de empresas estadounidenses en la industria petrolera iraní, las inversiones de capital y el intercambio comercial; Bush hijo siguió por el mismo tenor, aunque se enfocó más en guerrear con Hussein que con el ayatola.
Obama trajo un cambio en las acciones, pues bajo su administración se firmó un acuerdo nuclear entre Irán y seis potencias mundiales: Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania. El acuerdo trajo estabilidad a una zona vital para todos. Irán redujo su programa nuclear a cambio de la eliminación de sanciones. Fue un acuerdo inteligente en el que todos salieron ganando.
Mientras esto sucedía, la tecnología del petróleo abarató el costo y aumentó la eficiencia de un sistema de producción: el fracking. Esto convirtió a los yanquis en los principales productores de petróleo a escala mundial. Ahora se pueden pelear con los árabes sin preocuparse por el petróleo.
Trump es un supremacista blanco y para él era imperioso desprestigiar a Obama y al Partido Demócrata. El 8 de mayo de 2018, Trump anunció el rompimiento del tratado nuclear con Irán y decretó nuevas sanciones que se sintieron dramáticamente en la economía del país. Así las cosas, dígame usted si no tienen razón los iraníes para estar furiosos contra Estados Unidos.
El Estado de Irak es otro jugador dominante en este tablero. Hay que recordar que tanto Irán como Irak formaron parte del Imperio Persa hasta 1673, en que se dividieron los dos países, y hay muchas raíces comunes. Durante el gobierno de Saddam Hussein las hostilidades fueron el tenor dominante en las relaciones, pero, al cambio de régimen, el sentido común acercó a los dos pueblos. Hoy el intercambio comercial entre ellos es enorme, no obstante las alianzas iraníes con Rusia y la de los iraquíes con Estados Unidos, que tiene bases militares en el país.
El conflicto
El 3 de enero pasado, el ejército norteamericano, mediante una aeronave no tripulada, disparó un misil que con increíble precisión acertó en el vehículo en el que viajaba el general Qasem Soleimani, volándolo en pedazos. Un acto parecido en 1914, el asesinato del archiduque de Austria, Francisco Fernando, desató la Primera Guerra Mundial, y si a usted le parece que el asesinato de Soleimani es un acto de guerra está en lo cierto. Pero antes de declarar la guerra hay que medir al enemigo. El presupuesto militar de Estados unidos es cercano a los 700,000 millones de dólares, mientras que el de Irán ronda los 13,000 millones de dólares. Con una desproporción tan grande, declarar la guerra no es opción. Esto bien lo sabía Trump cuando ordenó el ataque.
El motivo de este ataque es incierto, pues Trump ha dicho que Soleimani era un bad hombre, que estaba planeando un ataque contra objetivos diplomáticos, que planeaba una escalada terrorista contra Estados Unidos y más; pero no ha ofrecido pruebas de nada.
Se especula que el sentir de Trump fue que la ofensiva demócrata por la destitución le estaba haciendo perder terreno político y se le hizo bueno entrar en un estado de guerra; al hacerlo, en teoría, la imagen de defensor del pueblo yanqui contra el terrorismo perverso de los árabes opacaría el escándalo del impeachment.
Al principio comenzó a funcionar el numerito, pero en Irak, aliado de Irán, se reunió el parlamento y en una sesión inédita resolvieron exigir la retirada de los soldados yanquis de las bases militares norteamericanas. Ahí fue donde a Trump se le volteó el chirrión por el palito, pues su accionar irreflexivo logró que los aliados se le voltearan y el hecho de tener al ejército más grande del mundo de nada va a servirle a Estados Unidos si los que antes eran sus aliados dejan de colaborar con ellos.
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Trump reaccionó como acostumbra, amenazando con sanciones a Irak, pero viene de una serie de fracasos externos. En su viaje más reciente a Europa, en diciembre, los líderes de Francia, Canadá e Inglaterra, entre otros, fueron captados burlándose de él y eso lo llevó a cancelar una conferencia de prensa. Hartos de sus desplantes y sanciones los líderes mundiales, se mofan del líder yanqui.
Ahora dice querer la paz en Oriente Medio, donde ha dejado un polvorín al que cualquiera puede prenderle mecha. Como botón de muestra está el derribo de un avión de pasajeros ucraniano que cayó sin causa aparente en el aeropuerto de Teherán, luego se reveló que fue impactado por un misil. Después Irán se disculpó diciendo que fue un accidente. Algo así sucedió en 1988. Un buque de guerra norteamericano fue dañado por una mina marina iraní; como respuesta, los yanquis dispararon un misil que derribó un avión de pasajeros iraní. Los estadounidenses dijeron que creyeron que era un avión caza, pero aproximadamente 300 inocentes entre pasajeros y tripulación perdieron la vida. Esta vez le tocó al avión ucraniano; los muertos fueron 176 y ahora están Ucrania, Canadá e Inglaterra en el embrollo, pues en el avión había ciudadanos de estos países.
Al presidente de Estados Unidos poco le importan las vidas inocentes, el medioambiente o la estabilidad del mundo. Lo único que le preocupa a Trump es Donald Trump. La buena noticia es que, al menos en apariencia, el presidente yanqui se percató de que su estrategia de guerra, en lugar de borrar sus pecados, puede costarle la reelección a Donald Trump.
Vagón de cabús
El año pasado, a pesar de un entorno externo favorable para la economía mexicana, esta no creció. Ojalá que el frágil equilibrio internacional no nos complique las cosas este año y que el presidente ajuste su política económica para que México no pierda la calificación de grado de inversión. De lo contrario nos dirán como le dijeron al pintor: agárrate de la brocha que voy a quitar la escalera.
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1. La frase que pronunció Kissinger en el idioma original fue: “America has no permanent friends or enemies, only interests”. La cita original es de Lord Palmerston, quien dijo: “Nations have no permanent friends o rallies, they only have permanent interests”.
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El autor es historiador y físico. Su vida profesional abarca la docencia, los medios de comunicación y la televisión cultural. Es autor del libro La maravillosa historia del tiempo y sus circunstancias.