Recientes investigaciones prueban que, al parecer, retirar la mitad del encéfalo propicia la conectividad cerebral humana.
SEIS ADULTOS TUVIERON que someterse en la infancia a un procedimiento quirúrgico para retirar la mitad de sus cerebros. Pero, al cabo de los años, sus escaneos demostraron que las conexiones cerebrales no solo eran comparables con las de una población que tenía ambos hemisferios, sino que, casi en todos los casos, sus conexiones eran “notoriamente” más fuertes.
En un artículo publicado el 19 de noviembre en la revista Cell Reports, los investigadores explican que, al sufrir una cirugía mayor, el encéfalo se reorganiza y adapta —al menos en términos de conectividad cerebral— para que el cuerpo siga funcionado como si el cerebro estuviera intacto.
En una declaración para Newsweek, el neurocirujano Wael Assad, profesor asociado de neurociencias en la Universidad de Brown (quien no intervino en la investigación), comentó: “Las redes cerebrales compensan, de alguna manera, el estado extremo en que quedan los pacientes después de una operación”.
Assad prosiguió: “Sabemos que los cerebros infantiles poseen un poco más de plasticidad, así que este es un ejemplo muy interesante de lo que ocurre en la reorganización”.
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En su infancia, los seis voluntarios se sometieron a una hemisferectomía para evitar episodios epilépticos violentos, y a pesar de que solo conservaron la mitad del encéfalo, mantuvieron intactas sus funciones superiores y su capacidad de lenguaje.
Según el sitio de web MD, “la mayoría de los pacientes se siente bien y puede reintegrarse al trabajo, la escuela y su vida normal unas seis u ocho semanas después de la cirugía”.
“Cuando los entrevistas por primera vez, casi olvidas su condición”, afirmó en un comunicado Dorit Kliemann, investigadora posdoctoral en el Instituto de Tecnología de California y primera autora del estudio.
“Cada vez que me siento frente a la computadora y veo que los escaneos de resonancia magnética solo muestran medio cerebro, no dejo de maravillarme de que esas imágenes provengan de un ser humano al que acabo de ver hablando y caminando, y que ha decidido dedicar su tiempo a la investigación”.
Los científicos compararon los escaneos cerebrales de los voluntarios con los de seis individuos sanos, así como los datos de 1,500 cerebros típicos recogidos por el estudio Brain Genomics Superstruct Project.
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A continuación, analizaron las regiones cerebrales asociadas con funciones como visión, movimiento, emoción y cognición, para lo cual correlacionaron imágenes de resonancia magnética funcional con contraste dependiente del oxígeno en la sangre (BOLD), técnica que proporciona una medida indirecta de la conectividad funcional.
Esos escaneos revelaron que no había sucedido lo que anticipaban los investigadores. La expectativa inicial era detectar conexiones cerebrales más débiles (ya que varias de las redes estudiadas requieren de ambos hemisferios); sin embargo, descubrieron que muchas de las conexiones eran más fuertes.
“Es sorprendente que los pacientes hayan recuperado la función después de haberles extirpado gran parte del cerebro en la infancia”, señaló Assad, quien, no obstante, insiste en que persisten muchas interrogantes que exigen respuesta.
“Es posible que haya muchas diferencias entre lo que ocurre en el cerebro —en términos de la comunicación eléctrica— y lo que midieron los investigadores”, prosiguió el neurocientífico.
También cabe la posibilidad de que los cambios de conectividad cerebral sean un rasgo propio de la epilepsia, más que una evidencia de plasticidad cerebral posterior a un traumatismo mayor, propuso Assad.
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Es evidente que hacen falta investigaciones adicionales, con poblaciones de estudio más numerosas, para determinar qué ocurre en realidad y cómo se benefician los pacientes que sufren lesiones encefálicas y otros problemas médicos cerebrales, aspectos que los autores tienen contemplado abordar en futuras investigaciones.
“Es asombroso que estos individuos puedan vivir con la mitad del cerebro porque, muchas veces, un daño encefálico muy pequeño —como un accidente vascular cerebral— o una lesión cerebral traumática —digamos, un accidente en bicicleta o un tumor— pueden tener consecuencias devastadoras”, concluyó Kliemann.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek