“Ayuda por favor. Mis papitos”, escribió desesperada en busca de sus papás que creía desaparecidos, sin imaginar que a las pocas horas recibiría la llamada de confirmación: Don Adolfo (originario de Aguascalientes, México) y Sarita eran dos de las más de 20 víctimas de un nuevo crimen de odio en territorio estadounidense.
La tinta cambió y se vistió de luto: “Con profundo dolor en nuestros corazones, les informaos que nuestros amadísimos padres Adolfo Cerros y Sarita Regalado fallecieron víctimas del lamentable tiroteo sucedido el 3 de agosto en Wal-Mart Cielo Vista en el Paso Texas”.
Desde otro ordenador y otra trinchera de odio y estupidez humana Patrick Crusius, escribía “Tengo que hacer esto antes de perder el valor”, el mensaje fue localizado en internet a través de un sitio que incluye pasajes xenofóbicos.
Crusius se refería al tiroteo que protagonizaría en Texas y en el que horas después mató a más de 20, entre ellos, a la pareja conformada por el señor de origen aguascalentense y a su esposa, su Sarita.
“El ataque es una respuesta a la invasión hispana de Texas”, señaló el sujeto al revelar que planear el tiroteo le llevó menos de un mes –de acuerdo a medios estadounidenses- mientras que las familias de los hispanos y de los mexicanos que fueron “cazados” por el xenófobo tardarán toda una vida en olvidar el cruel episodio.
“Sanar el alma no sé cuanto me llevará… su partida nos deja con un gran vacío. Agradezco infinitamente a la vida por darme la dicha de ser su hija. Descansen en paz mis amados padres…” así se despidió Sandra Cerros de sus padres, el hombre hidrocálido y su esposa originaria de la frontera de México con Estados Unidos, un territorio en el que los crímenes de odio han sido clave para la muerte de inocentes.
El de Texas ha sido considerado el octavo crimen de odio más mortífero de la historia de Estados Unidos y el objetivo del hombre de los lentes cuadrados era matar “a la mayor cantidad de mexicanos posible”.
“Todo mi amor para ustedes, ayer, hoy y siempre” así se despidió desde su perfil social Sandra, hija del hidrocálido y de Sarita, mexicanos que con amor vivían para sus hijos y sus nietos y hoy, forman parte de la lista de víctimas mortales del odio en un mundo en que se vive así, entre locuras, terrores y arrebatos sin vuelta atrás.
Descansen en paz.