La desigualdad de género impone desventajas en perjuicio de niñas y mujeres por el simple hecho de serlo, restringiendo el cumplimiento de sus derechos. Las coahuilenses no son la excepción y enfrentan cada día un sinnúmero de retos que evidencian las inicuas brechas entre hombres y mujeres.
Brechas irreductibles
La lucha por la igualdad de género data de hace siglos. Frente a ello, la ONU declaró el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer a fin de promover el empoderamiento de niñas y mujeres, pues la inequidad de género está presente en casi todos los ámbitos de las sociedades.
Los roles de género, respaldados por ancestrales estereotipos entre lo masculino y lo femenino, impiden la plena autonomía de las mujeres y entrañan una lógica misógina y discriminatoria que en su punto más extremo llega a los feminicidios.
Sobrevivir en un mundo de hombres
Las diferencias entre hombres y mujeres van más allá del núcleo familiar: en el ámbito laboral, los hombres suelen tener mejores puestos, y las mujeres participan menos y perciben ingresos más bajos.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del Inegi, la tasa de participación económica femenina para marzo del año pasado de Coahuila se ubicó en apenas en el 44 por ciento.
Esa cifra significa que únicamente el 44% de las mujeres coahuilenses que están en edad de trabajar se encuentran trabajando o buscando empleo, es decir, solo ese porcentaje de mujeres forma parte de la Población Económicamente Activa de nuestro estado.
Comparado con la participación económica de los hombres, de 78%, la participación de las mujeres en el mundo laboral se encuentra a 34 puntos porcentuales de desventaja.
Lo anterior quiere decir que el 57% de las coahuilenses no se incorporan al mercado laboral, lo cual refleja una fuerte problemática que puede deberse a factores como que dependan económicamente de alguien más o que no encuentren condiciones óptimas para poder incorporarse al mundo laboral, por los bajos salarios, las pocas prestaciones para la maternidad y las dificultades que enfrentan en relación con el cuidado de los hijos, entre otras.
Trabajar igual, ganar menos
Las mujeres trabajadoras suelen tener una desventaja salarial frente a los hombres.
Mientras que un 29% de la población masculina que trabaja recibía hasta dos salarios mínimos, la proporción de trabajadoras con este mismo nivel de ingresos fue de 45 por ciento.
De igual forma, un 49% de los hombres trabajadores percibían entre dos y cinco salarios mínimos, comparado con un 35% de mujeres en ese mismo nivel de ingresos.
En el nivel de cinco o más salarios mínimos, la proporción de trabajadores masculinos que se encuentran en ese nivel de ingresos es del 8%, comparado con un 5% de mujeres.
Los mismo sucede con el trabajo no remunerado, ya que el 3% de las mujeres trabajadoras no recibe ingresos, contra solo un 1% de hombres.
En suma, el 71% de las mujeres que trabajan reciben tres o menos salarios mínimos, mientras que en los trabajadores del sexo masculino, esta misma proporción es del 63 por ciento.
El ineludible trabajo en casa
Las labores del hogar continúan siendo una actividad predominantemente llevada a cabo por mujeres: la Encuesta Intercensal reveló que las mujeres dedican un total de 58.5 horas por semana a trabajos dentro del hogar no remunerados, comparado con las 22.9 horas que dedican los hombres.
Esta diferencia representa una brecha de género de 35.1 horas, misma que se encuentra seis horas por arriba del registro nacional de 29 horas.
Lo mismo sucede con los puestos de toma decisiones y la participación femenina en la política. La brecha más grande en este ámbito se encuentra en las presidencias municipales, ya que en 2017 los presidentes municipales de los 38 municipios de Coahuila eran hombres. Para 2018, un total de 14 mujeres ocuparon este cargo, apenas un 37% del total.
Las más vulnerables
Existe un consenso entre la comunidad científica sobre la fuerte relación entre la brecha de género y la situación de pobreza, por lo que la condición de desventaja de las mujeres frente a los hombres, constituye también una barrera para la disminución de la pobreza.
Cabe señalar que la pobreza y la desigualdad de género no son causantes ni consecuencia una de la otra: es un fenómeno que está presente en toda la sociedad más allá de las condiciones socioeconómicas de las personas.
Sin embargo, el rezago educativo, la asignación exclusiva del trabajo doméstico, la falta de autonomía y sufrir violencia, entre otras, son manifestaciones de la desigualdad de género que complican la superación de la pobreza.
Derivado de la desventaja a la que se enfrentan las mujeres en el ámbito laboral, se explica, en parte, que una mayor proporción de población femenina sea vulnerable por ingresos; es decir, no tienen carencias sociales, pero sus ingresos son inferiores a la línea de bienestar.
Estos ingresos son insuficientes para adquirir la canasta alimentaria más una serie de servicios como el mantenimiento de la vivienda, el transporte público, entre otros.
De acuerdo con el Atlas de Género del Inegi, en todo el país un 7.5% de la población femenina es vulnerable por ingresos, comparado con un 6.5% de la población masculina.
En Coahuila, la población vulnerable por ingresos es superior a la que se registró a nivel nacional. En la entidad, el 11.2% de la población femenina se encuentra en esta situación, comparado con un 10.9% de hombres.
En cuanto a la pobreza multidimensional por sexo, nuestro estado presenta una de las brechas de género más amplias de todo el país. Esto significa que la el 29.5% de la población masculina que percibe ingresos inferiores a la línea de bienestar y que tiene al menos una carencia social es inferior al de las mujeres en esta condición, cuya proporción es de 30.9 por ciento.
Esta brecha de 1.4 puntos porcentuales es la séptima más alta en el contexto nacional, solo por debajo de Quintana Roo, Michoacán, Tlaxcala, Puebla, México y Yucatán.
La brecha de género se agudiza cuando el jefe del hogar es mujer y se encuentra en situación de pobreza. De acuerdo con la Encuesta Intercensal de 2015 de Inegi, en Coahuila las mujeres son jefas de familia de 194 mil 562 viviendas de las 809 mil 275 que hay en el estado, el equivalente al 24 por ciento.
Por su parte, el Atlas de Género reveló que por cada 100 jefes de hogar que se encuentran en pobreza, existen 33 hogares con jefatura femenina en pobreza.
La precariedad laboral a la que con mayor frecuencia se enfrentan las mujeres se refleja incluso en la alimentación. En el 11% de las viviendas que tienen jefatura femenina alguna vez algún adulto dejó de desayunar, comer o cenar por falta de dinero, situación se presentó en el 8% de los hogares con jefatura masculina.
Esta brecha de género implica que hay una mayor probabilidad de que en los hogares con jefatura femenina algún miembro de la vivienda se tenga que enfrentar a esta situación.
Sin casa propia
Además de la situación de pobreza y de las condiciones laborales, también destaca la asignación de los bienes materiales, en especial, la tenencia de las viviendas, donde también hay una brecha de gran relevancia.
De acuerdo con la Encuesta Intercensal de 2015 de Inegi, de 585 mil 561 viviendas, el dueño de la misma habitaba en ella; solo en el 24% de estas viviendas era dueña una mujer, contra un 76% de hombres propietarios.
Las brechas de género y la consecuente trasgresión de sus derechos son una realidad para miles de mujeres coahuilenses. Erradicar estas injusticias es requisito indispensable para lograr el desarrollo y la igualdad que nuestra entidad y nuestras mujeres necesitan con urgencia.