Carlos Rincones es uno de los cerebros detrás de la serie que hará un tributo al periodismo mexicano y que en meses próximos verá la luz en Netflix. Newsweek México charló con el cineasta que se forjó en los sets de Robert Rodríguez y Quentin Tarantino.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ definió el periodismo como “una pasión insaciable que solo puede digerirse y humanizarse por su confrontación descarnada con la realidad”. En un discurso pronunciado en 1996, ante la 52 asamblea de la Sociedad Interamericana de Prensa, el Nobel de literatura colombiano afirmó: “Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir solo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz…”.
El reto de hacer comprensible para miles de personas lo que supone ejercer “el mejor oficio del mundo” es el que se han planteado los realizadores de la serie Tijuana, una de las apuestas que Netflix lanzará en México y Estados Unidos entre abril y junio próximos.
El cineasta Carlos Rincones, escritor principal de esta serie, explora la forma de ponerse en la piel del reportero con el objetivo de lograr recrear en la pantalla cómo acontece la vida en la redacción de un periódico de provincia mexicano, donde hacer periodismo se ha vuelto una labor de alto riesgo. Y es que México cerró 2018, de nueva cuenta, como el país más inseguro de la región para ser periodista. En palabras de Christopher Deloire, secretario general de Reporteros Sin Fronteras, “todos los registros son alarmantes”, ya que la violencia contra los comunicadores ha alcanzado niveles inéditos.
Entre enero y diciembre del año pasado 11 periodistas fueron asesinados en el país, cifra solo superada por Afganistán, donde asesinaron a 16. Incluso en la transición de régimen la situación para los periodistas se mantuvo álgida. El mismo día que asumía el cargo el nuevo gobierno, en Nayarit mataron a Jesús Alejandro Márquez y, cuatro días después, a Diego García, en el Estado de México; el 20 de diciembre, en Ciudad Victoria, Tamaulipas, a las puertas del rotativo Expreso apareció una cabeza humana dentro de una hielera de unisel, y encima de esta una cartulina en la que se inscribieron amenazas contra la prensa local.
Realizar el trabajo de periodista en algunas zonas de México resulta una proeza.
Una de esas zonas es Tijuana, la ciudad fronteriza más importante del noroeste mexicano, donde hay comunicadores que, como el reportero gráfico Margarito Martínez, viven con un radio transistor al costado, para sintonizar las frecuencias policiacas que en cada timbrado alertan de un hecho violento. Su radio día y noche no para de timbrar.
Tijuana es para muchos un emblema del periodismo independiente, pero también de los riesgos que este conlleva. Hace 38 años ahí nació el semanario Zeta, fundado por Jesús Blancornelas y Héctor Félix Miranda, alias el Gato, cuya osadía de hacer investigación periodística y escudriñar en la narcopolítica en tiempos donde el grueso de la prensa se regía por la marcada agenda oficial, los llevaron a enfrentar, al primero, múltiples atentados y, al segundo, la muerte: fue asesinado el 20 abril de 1988.
Ante las diversas vicisitudes que ha enfrentado, este semanario continúa su labor y esta ha inspirado a un equipo de cineastas a contar la historia del acontecer cotidiano en una redacción periodística.
Tijuana, coproducción México-Estados Unidos, es una serie que combina contextos reales, personajes que se han vuelto referente e inspiración, así como una narrativa ficticia que pone bajo el reflector principal al periodismo mexicano. Con Tijuana, dice Rincones, “buscamos hacer un homenaje a esa difícil profesión”.
Carlos Rincones nació en Filadelfia, Estados Unidos. Hijo de padre guanajuatense y madre venezolana, radicó en Celaya en su infancia y adolescencia, y desde hace cuatro años vive en Los Ángeles, California. En 2006 arribó a la meca del cine con el pie derecho: en Hollywood fungió como creativo y efectista en los estudios que instaló Robert Rodríguez, ya catapultado entonces por la fama que le dejó su innovadora y ecléctica película El mariachi, una producción de bajo presupuesto muy bien recibida por la crítica.
A sus 20 años Carlos llegó a trabajar con Rodríguez a los Troublemaker Studios, ubicados en Austin, Texas. En Sin City (2006) participó como asistente de producción de efectos visuales; y en Grindhouse (2007), de Rodríguez y Quentin Tarantino, como creativo de los efectos visuales.
Además de dos películas en el cine, recién participó como director en El Chapo, serie que narra el origen, auge y caída del imperio criminal de Joaquín Guzmán Loera, actualmente preso en Estados Unidos y bajo proceso judicial en una corte en Brooklyn. La serie fue en 2017 y 2018 una de las más vistas tanto en la televisión hispana como en streaming global.
“Con El Chapo aprendí mucho. Fue una incursión en el tema y quisimos narrar las cosas de la mejor manera posible. Pero Tijuana implicó entrar en un mundo realmente fascinante: el del periodismo”, comenta.
Carlos Rincones se dice seducido por el mundo del periodismo, y considera que dadas las condiciones en las que los comunicadores desempeñan la profesión en un país con situaciones tan adversas, como es México, no está suficientemente valorada. Por ello afirma que Tijuana “es un pequeño homenaje a los periodistas”.
La preparación de la historia le implicó al equipo hablar con numerosos periodistas, conocer de primera mano su estilo de vida, el día a día en que desempeñan la profesión, y al cabo de ello se encontró, dice, “en un mundo fascinante”.
No obstante, y dado que no es un documental, entre realidad y serie hay una brecha que se llama ficción narrativa y que exige el lograr enganchar a la audiencia en una trama con tintes shakespeareanos que cuenta con la participación de Damián Alcázar, Tamara Vallarta, y el reparto también incluye a Teté Espinoza, Claudette Maillé, Martha Claudia Moreno, Edén Villavicencio y Rolf Petersena.
“En la serie, mediante la ficción narrativa, se cuenta una historia, pero, aunque se matiza mucho, se trata de presentar cómo funciona el universo de este pequeño periódico, donde existe una familia de personas que conviven de una manera muy distinta a la que conviven otro tipo de colegas en otras profesiones”.
Newsweek México charla con el cineasta durante una de sus estadías en las filmaciones de Tijuana.
–¿Tijuana es una idea tuya?
–En parte sí, pero Tijuana es un híbrido, Tijuana comenzó en Story House, la compañía que produce la serie, como una idea de rendirle una especie de homenaje al semanario Zeta de Tijuana, que tiene una historia muy interesante detrás, y ya después de eso se conformó el equipo creativo: Daniel Posada, el showrunner; Hammudi Al-Rahmoun Font, el director principal; y yo como escritor principal. En mi caso, obviamente muchas cosas en cuestión de opinión tú las traes a la mesa, pero a la vez también mucho nace en el debate del cuarto de escritores y la aportación de periodistas reales. Es una combinación, porque la tele es una combinación donde muchas cabezas colaboran, el cine siempre es algo que es muy del director, mucho más autoral.
–¿Qué es Tijuana, qué conocían del semanario Zeta?
–Del Zeta mucho, obviamente yo lo conocía como un medio de comunicación, pero ahora que con este proyecto hubo oportunidad de indagar en la historia de ellos, fue muy interesante el saber por qué se formó, de dónde venía la necesidad de hacer ese tipo de periodismo, y el resultado que tuvo y que tiene hasta la fecha. Todo el fundamento narrativo viene de ahí. Tijuana ya en la trama trata sobre un grupo de periodistas que se enorgullecen portando un lema de hacer un periodismo de investigación libre, en un país como México que es de los más peligrosos para ejercer esta labor.
“A través de los personajes —agrega— vivimos distintas historias personales, pero la base y la línea narrativa en conjunto es esta idea de que hay ciertos individuos que le dedican su vida al periodismo porque creen que en verdad pueden lograr un cambio social, y no porque se vayan a hacer ricos por ello”.
Sobre los personajes, el escritor explica que, aunque los principales se inspiran en los fundadores de ese medio, la ficción tiene el mayor peso.
“Son personajes ficticios precisamente porque, después de hacer El Chapo, donde estás siempre apegándote a la realidad, a veces la realidad te cuenta una historia interesante, pero a la vez también te pone ciertas prisiones narrativas que como creativo quieres escapar de ellas, y si quieres hacerle justicia a una historia real a veces es muy difícil. Entonces los personajes de Tijuana están inspirados en los fundadores del Zeta, pero no son como tal ellos. [Antonio] Borja, que es el principal, sería inspirado en el Blancornelas de la serie, y Damián Alcázar lo interpreta como director y cofundador del semanario Frente Tijuana, y nuestro Iván Rosa es un tributo al Gato [Héctor Félix]. El que conozca de este mundo va a poder ver esos tintes”.
En Tijuana, el asesinato de un candidato presidencial en las calles desencadena que los reporteros del periódico local emprendan una exhaustiva investigación para esclarecer el crimen, y en sus pesquisas se vean en medio de una red de corrupción que ponen en riesgo sus vidas y su integridad.
En la vida real se sabe que el Zeta de Tijuana tuvo en narcotraficantes, como el grupo de los hermanos Arellano Félix, fuertes opositores a su ejercicio profesional.
–En la serie, ¿los Arellano son antagónicos?
–No. Quisimos en esta primera temporada meternos lo menos posible en el narco, porque casi todos veníamos de hacer El Chapo y, como alguien creativo, nunca quieres sentir que te estás repitiendo; y en El Chapo los Arellano juegan un papel importante en la primera temporada. En Tijuana sí hay una leve conexión, pero nos enfocamos principalmente en un caso particular, una situación ficticia que tiene paralelos con cosas actuales como esta nueva izquierda en el gobierno, creímos que sería interesante plantear que en Baja California por primera vez un candidato independiente de izquierda va al frente, y quisimos aludir al asesinato de Colosio que sucedió en Tijuana. En resumen, todo toma inspiración de la realidad, pero es llevado a la ficción.
–¿Qué retos enfrentan los periodistas de tu serie? ¿Qué paralelismo con los periodistas del mundo real?
–Quisimos plantear de manera muy natural un tema general, que es que los periodistas todo el tiempo están conviviendo con la muerte. Pensamos que es muy fuerte que todos los días trabajan en peligro y bajo riesgos de perder la vida. Yo no me despierto para ir a un set y pienso que ese día me voy a morir, ¿me explico? Por eso nuestro reto fue descifrar cómo reflejar este mundo, que es muy difícil de asimilar, pero a la vez los personajes encuentran cómo adaptarse y afrontar su profesión en esa adversidad, vivir sus vidas, manejar sus familias, sus relaciones sean como sean. Porque tienen una labor muy noble a la que no le damos el reconocimiento que merece.
SER AUTÉNTICO
Para Rincones, Tijuana es hasta el momento el proyecto que considera más completo en cuanto a formatos de televisión. Para tener una mayor idea de lo potente de la serie, vale escudriñar en la historia de este cineasta.
Con una vocación nata de la que apenas intuía en su infancia cuando lo cautivaba ver, al lado de su abuelo, Cinema Paradiso, el clásico de Giuseppe Tornatore, Carlos Rincones se define como una persona “auténtica”. No le teme a la experimentación, quizá por ello, sin estudios previos de cine, con solo 22 años de edad se aventuró a escribir, dirigir y producir su primer filme, llamado Malaventura (2015), en la que narra las incidencias irreverentes en la vida de un grupo de amigos en la Celaya donde vivió su infancia.
El trecho de vida de diez años, y su aprendizaje con dos iconos del cine estadounidense lo llevaron a plantear temas más adultos, mucho mas profundos, indagar en la complejidad de la psicología humana, y que a escala técnica para un creativo del cine le representan otro tipo de dificultades, como el retratar las difíciles circunstancias reales de su país natal a través del espejo de la labor periodística.
En su trayectoria y proyectos hay algo ecléctico, que encuentra una lógica en lo que este cineasta concibe de sí mismo.
Su segunda película, y primera en el idioma inglés, se titula The Bad Guys, y está basada en la obra de teatro de Alena Smith, una de las escritoras más prolijas de Hollywood en este momento y autora de serie como The Newsroom, de HBO, y The Affair, de Showtime.
“Quería probarme a mí mismo que el cine rompe las barreras del idioma y la cultura. Si conectas con un tema universal, puedes encontrar la manera de contar algo que tú no viviste, este es el caso con The Bad Guys, la cual está basada en gente con la que Alena creció en el Hudson Valley de Nueva York”.
—¿Cómo te describes?
—Como alguien auténtico. No me gustan las contradicciones. No tengo mucho filtro, me gusta decir las cosas de frente y así también es mi humor, a veces puedo ser sarcástico o incluso incómodo, pero siempre con buena intención.
—¿Qué es alguien auténtico en el mundo del cine?
–Alguien que habla desde su propia verdad, desde su perspectiva, y que no tiene miedo de compartirla, sin necesariamente intentar complacer a los demás. Ver las cosas de manera auténtica es lo que a mí me dice que una persona es real, porque en el tipo de sociedad en que vivimos, y sobre todo en esta etapa de inmersión absoluta en redes sociales, te das cuenta de que la gente vive con mucho miedo y ansiedad de lo que opine alguien que ni siquiera te conoce o aporta un peso para tu renta, y aun así buscas su atención, su aprobación.
—¿El ser auténtico te ha abierto puertas en el cine o te ha traído problemas y obstáculos?
—Creo que un poco de las dos, pero más que nada me ha abierto puertas. Te creas alguno que otro enemigo por ahí, pero por lo general a esa gente se le acaba la gasolina rápido, los ves desvanecerse por el retrovisor.
Esa personalidad y determinación fue lo que le abrió las puertas del estudio de Robert Rodríguez. Recuerda cuando, estudiando en la universidad de Austin, llegó a los estudios del creador de El mariachi, quien entonces, junto con Frank Miller y Quentin Tarantino, filmaba Sin City, y en esta comenzó a trabajar en efectos visuales; en este estudio incursionó también en otros campos del cine.
“Me tocó aprender cine desde dentro, físicamente, no en teoría. En el área de efectos visuales aprendes mucho porque tienes que analizar todo, desde cómo se mueven las cosas, cómo se ven, cómo reflejan, ese conocimiento técnico te da facilidades para resolver otros problemas en set”.
—¿Qué aprendiste de Robert Rodríguez?
—Robert es una caja de pandora que todo el tiempo está sorprendiéndote por lo prolífico que es: dibuja, escribe, dirige, edita, hace cámara, siento que aún tiene esta pasión de niño; lo que más le aprendí a Robert fue a tener esa libertad de pensamiento, que si tú quieres contar algo, agarres y lo cuentes por más estúpido que le parezca a alguien más. Al final del día tú haces y ellos están ahí para mirar y juzgar.
“Mi primera película fue totalmente influenciada por esa mentalidad —explica—. Fue una peli con muy poco presupuesto, filmada entre amigos, con coches de amigos, casas de amigos, todo lo que compagina al ‘cine garaje’, así como se hace una banda con tus amigos en un garaje, ese concepto existe para hacer cine también. De Robert aprendí sobre todo que eres libre de hacer lo que quieres y que si tienes una historia que contar la cuentes sin miedo”.
—¿Cuál fue tu experiencia con Tarantino?
—Muy buena, él es energía pura, es como una especie de enciclopedia viva, el conocimiento que tiene por el arte es impresionante, el conocimiento de la música; es una persona demasiado culta y demasiado inteligente, así que también es un poco intimidante porque sabe tanto más que tú de todo, pero la verdad mi experiencia fue increíble. Pasé demasiadas horas viéndolo trabajar y a la vez aportando un granito de arena para su proyecto.
Mientras en México se espera el lanzamiento de Tijuana, al otro lado, en Los Ángeles, Carlos Rincones prepara The Wolf Skin, película donde cuenta la otra cara en la historia de Jordan Belfort (el corredor de bolsa de Nueva York), la de sus víctimas. Es, dice, una historia aún pendiente, “porque El lobo de Wall Street contó la historia de Jordan, y la nueva propuesta es contar el lado de las víctimas que él explotó, de los afectados, que al mismo tiempo es esa gente desolada y sin voz a la que el sistema les falló y por eso votaron por Trump. Es una historia del ciudadano americano olvidado por el sistema que compró la idea del sueño americano que jamás les llegó”.
Luego idea poder llevar al cine La tumba, de José Agustín. “Creo que tengo en mi cabeza una gran adaptación para esa película”, expresa entusiasta.