El colapso socioeconómico de Venezuela también ha impedido que los muertos descansen en paz.
Reuters informa que la tasa de hiperinflación -que Bloomberg situó en 150,000 por ciento, el mes pasado- ha hecho muy difícil que los venezolanos celebren sepelios tradicionales para despedirse de sus parientes, ya que no disponen de madera y metal para los féretros, y tampoco encuentran cemento para preparar las tumbas.
En consecuencia, muchos han tenido que recurrir a servicios de incineración, pero ni siquiera los crematorios pueden responder a la gran demanda debido a que enfrentan problemas para conseguir gas propano, lo cual ha ocasionado que el costo de la incineración aumente 108 por ciento en apenas una semana, afirmaron las fuentes del servicio noticioso.
Para los venezolanos que no pueden permitirse el lujo de dejar a sus seres queridos en una morgue o llevar a cabo un entierro en toda forma, la única opción es enterrarlos en una “fosa común, sin marcas, a orillas del cementerio”, reveló Angélica Vera, cajera de 27 años y residente del estado occidental de Zulia, donde el uso de fosas comunes se ha vuelto muy recurrente.
En su entrevista con Reuters, Vera explicó: “Mi padre murió y ni siquiera pude hacer un velorio porque no tuve manera de conseguir el dinero. Lo que estamos viviendo los venezolanos es denigrante”.
Aunque el territorio de Venezuela alberga una de las reservas de gas natural más grandes del mundo -y, tal vez, la segunda más grande del hemisferio occidental, después de Estados Unidos-, el consumo de ese combustible se desplomó en 2014, y su producción ha quedado muy por debajo del desarrollo petrolero, el cual también ha sufrido una caída drástica en los últimos meses, señaló el Consejo Mundial de Energía. Si bien la producción de petróleo continúa disminuyendo, un informe de la Administración de Información Energética de Estados Unidos afirma que Venezuela sigue siendo uno de los principales exportadores de crudo a ese país.
Antaño considerada la nación más próspera de América Latina, Venezuela dependió del alto precio del petróleo durante los 14 años del régimen de Hugo Chávez, permitiéndole financiar programas sociales, así como a las naciones más pobres del Caribe. Sin embargo, la economía empeoró conforme los precios comenzaron a caer a partir de que Maduro tomó el poder tras la muerte de Chávez, en 2013. Según un informe de Naciones Unidas, debido a la mala gestión de la producción petrolera, la acelerada devaluación del Bolívar, la escasez de alimentos y medicamentos, y la violencia desenfrenada, 3 millones de venezolanos se han visto forzados a huir del país desde 2015.
Abrumado por una economía en ruinas, Maduro viajó a Moscú esta semana para reunirse con el presidente ruso, Vladimir Putin, y “revisar varios temas en el marco de una extensa agenda de cooperación bilateral”, según precisó un tuit del dictador venezolano. A pesar de las sanciones económicas que la presidencia Trump impuso a varios funcionarios venezolanos, The Miami Herald informó este jueves que Putin ha desafiado a la Casa Blanca con la promesa de invertir un mínimo de 6 mil millones de dólares en la producción venezolana de oro y petróleo.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek