En la nueva película de Adam Dick, Vice, el actor Christian Bale interpreta al vicepresidente más vilipendiado de la historia moderna de Estados Unidos. Aquí la historia de lo tuvo que hacer para lograr esta caracterización.
CHRISTIAN BALE pensó que el cineasta había perdido la cordura. Fue a principios de 2017, y Adam McKay le pidió que interpretase a Dick Cheney. Esta noticia desconcertante le llegó a Bale un fragmento a la vez. Primero, oyó que McKay estaba trabajando en un guion sobre el vicepresidente de George W. Bush. Luego, que el cineasta, quien había filmado a Bale como un ñoño administrador de fondos de cobertura en La gran apuesta (2015), quería trabajar con él de nuevo. “Supuse que se trataría de un personaje de reparto”, confiesa el actor.
Pero no, McKay visitó a Bale en su hogar y le informó que el actor era su primera elección para interpretar a uno de los vicepresidentes más odiados en la historia de Estados Unidos. En realidad, su única elección: McKay ha dicho que se imaginó solo a Bale cuando escribió el guion. “Cuando un personaje es descrito como uno de los líderes menos carismáticos, y alguien dice: ‘Serías perfecto en el papel’, no es una idea halagadora”, dice Bale con una risita. “Requirió de una imaginación increíble para pensar que podría lograrlo”.
Aun así, Bale no estaba convencido hasta que leyó el guion de Vice, el seguimiento a La gran apuesta de McKay, la cual era una sátira despiadada de otra calamidad de la época de Bush: la crisis de las hipotecas de riesgo. La nueva película —que se burla del ascenso de Cheney de ser un don nadie bebedor de Wyoming a tener un puesto de poder (y luego más poder, y todavía más poder)— es como ver una película convencional de Washington a través de un espejo deformador. McKay incorpora elementos surrealistas, finales de broma y una secuencia especialmente divisoria en la que Cheney y su esposa, Lynne (Amy Adams), se sumergen en un apasionado dialecto shakespeareano.
“Ese carácter juguetón es lo que me dio la confianza para decir que sí”, dice Bale. “No hay nada nuevo con que la tragedia y la comedia van de la mano. Adam McKay adoptó eso de una manera diferente”.
El truco más inteligente de McKay usa el sigilo de Cheney como una apertura en vez de como un obstáculo. Por ejemplo, Vice muestra sus reuniones clandestinas con ejecutivos petroleros en la Casa Blanca con el diálogo eliminado. (El contenido de estas reuniones de la vida real nunca se ha revelado.) La película sugiere que fue la predilección de Cheney por los secretos lo que le permitió convertirse en posiblemente el vicepresidente más poderoso jamás de Estados Unidos, explotando las réplicas del 11/9 y planeando la Guerra de Irak a puertas cerradas.
Quienes esperaban que McKay hiciera una obra seria no le han prestado atención a su trabajo. Él se hizo de renombre con comedias atrevidas como Anchorman y Hermanastros, ambas en colaboración con Will Ferrell (cuya famosa imitación de Bush parece haber influido en el enfoque de Sam Rockwell para Dubya en Vice). Pero incluso La gran apuesta, su primer drama (por el que McKay ganó un Óscar al mejor guion), cambió los convencionalismos del género, como la actriz Margot Robbie explicando los títulos apoyados en hipotecas en un baño de burbujas.
GRUÑIR A LA DARTH VADER
La gran apuesta también introdujo el interés profesional de McKay en hacer a Bale, otrora llamado como uno de los hombres más sexis, verse lo menos sexi posible. Duplica eso en Vice. Cheney es exactamente 33 años más viejo que el actor de 44 años (extrañamente, tienen la misma fecha de nacimiento) y es muchísimo más calvo.
Pero para un actor conocido por su disposición a someterse a extremos físicos y psicológicos, ¿qué son unas arrugas y una calva falsa? Para interpretar al sociópata de Wall Street en Psicópata americano (2000), Bale continuaba con el personaje fuera de filmación. Perdió más de 27 kilos para interpretar al esquelético personaje principal en El maquinista (2004, subsistiendo con poco más que café y manzanas), recuperó más de 45 kilos para el papel protagónico en Batman inicia de 2005 y volvió a perder la mayoría de ese peso para interpretar al boxeador Dicky Eklund en El peleador (2010, por la cual ganó el Óscar al mejor actor de reparto).
¿Bale disfruta al someterse a estos extremos? “No, no”, dice él. “Es miserable y ciertamente no es saludable. Sigo diciéndome: ‘Nunca más’,” pero los guiones siguen atrayéndolo.
Esta vez, subió 20 kilos, en parte devorando tartas, y pasó meses trabajando con un artista del maquillaje. (Un productor vio a Bale en el plató y lo confundió con un instructor de pesca). Pero eso era mera parafernalia. “No buscábamos una imitación”, comenta Bale. “Se trata de obtener la esencia del hombre”. El actor vio horas y horas de entrevistas con Cheney —“Mi teléfono todavía está atiborrado de videos de él”— para dominar sus peculiaridades, gruñidos y el refunfuño a la Darth Vader hasta que los reprodujo mecánicamente.
Cada tic físico tenía una base psicológica. “Tuvimos una conversación de dos horas sobre cómo apretar la mandíbula”, dijo McKay en una proyección a la prensa en noviembre. “Nuestra teoría era que si Cheney no hubiera conocido a su esposa, habría sido un liniero en Wyoming que se habría emborrachado en las noches y metido en peleas a puñetazos. Y no pudo hacer eso. Así que todo estaba en la mandíbula; allí es donde lo contenía”.
La condición previa de Bale para aceptar el papel era que debía ser capaz de entender —incluso defender— las decisiones más catastróficas de Cheney. “El pacto que hice con Adam fue que intentaría ser un defensor”, comenta Bale. Le fascinaba en especial el matrimonio de Cheney. Leyó In My Time: A Personal and Political Memoir del vicepresidente y lo halló fascinante. Por su parte, McKay pensó que se leía “como una declaración ante la corte”. (Lynne, como la interpretó Adams —en su tercer papel junto a Bale—, es la influencia motivadora detrás del joven Cheney tratando de hacer algo con su vida. A los 35 años, era jefe de gabinete de la Casa Blanca con Gerald Ford.)
Bale se niega a compartir su opinión sobre Cheney y Bush: “Me gustaría que la gente solo viera en la pantalla a Cheney y no a mí”. En contraste, McKay ha sido franco; le dijo recientemente a The Hollywood Reporter que elegiría encantado a Donald Trump en vez de a Bush y su “gran maestro” más calculador. El actor que interpreta a Cheney tal vez esté buscando dar una especie de defensa fuera de la pantalla, pero la película no es un tributo; su inclinación a la izquierda ya ha provocado reacciones negativas de National Review.
El verdadero Cheney ha guardado silencio. El hombre tiene 77 años y ha sobrevivido a cinco infartos al corazón. Estos fueron presentados en la pantalla; uno de los artilugios narrativos más inusuales de Vice involucra el trasplante de corazón de 2012 a Cheney. Bale se entrevistó con un cardiólogo para entender los síntomas de un infarto, y le llevó esa información a McKay y le preguntó cuáles quería que actuara. Cuando McKay, en enero, tuvo su propio infarto real, “recordó que yo hice esa investigación, inmediatamente tomó aspirinas y fue al hospital”, dice Bale. “¡Gracias a Dios eso sucedió!” (A McKay le insertaron un stent y se recuperó por completo.)
Los consejos médicos no son un servicio que los actores den normalmente. “Me gusta decirle a Adam que no fui yo quien le salvó la vida; fue el cardiólogo”, opina Bale. “Y yo solo fui con el cardiólogo a causa de Dick Cheney. Entonces, en realidad, Dick Cheney salvó la vida de Adam”.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek