Con la iniciativa presentada por la futura secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, México da pasos concretos para decirle adiós al modelo prohibicionista del cannabis. Newsweek México charló en exclusiva con el expresidente colombiano Ernesto Samper, quien desde la década de 1970 se opuso al prohibicionismo de la marihuana y hoy se pronuncia a favor de las políticas de descriminalización de la hierba en nuestro país.
BARCELONA, ESP.— Una de las figuras que a escala global contribuyó y sigue empujando la descriminalización de las drogas es Ernesto Samper Pizano, abogado y economista bogotano, presidente de su país entre 1994 y 1998, quien muy tempranamente enunció que el modelo prohibicionista era una fracaso y que algunas drogas deberían legalizarse para atajar un problema que en países productores (como Colombia y México) comenzaba a detonar violencia, disputas sangrientas por territorios y negocio y el crecimiento exponencial de crimen organizado.
“Hace 40 años yo fui la primera persona que propuso la legalización de la marihuana, y en aquellos tiempos se me soltó todo el avispero encima, era un escándalo”, recuerda.
Entonces Samper encabezaba la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (ANIF) de su país, organismo que presentó la primera propuesta estructurada de legalización de la marihuana.
“En esa época la marihuana estaba reducida en Colombia a la Sierra Nevada de Santa Marta, eran unos pocos campesinos; mi propuesta era comprar la producción, pero no se hizo y de allí saltamos a la coca, porque el negocio es tan rentable que pasamos a la coca y de la coca a la cocaína y la heroína, luego a las drogas sintéticas”.
Ahora, sin embargo, dice, los vientos en el mundo son otros: “Las legalizaciones que se están dando en Estados Unidos pueden influir en toda la política de drogas. Los grandes cambios en Estados Unidos en materia de derechos civiles primero se han aprobado en las regiones en los estados federales y luego suben a Washington para que se vuelva política nacional, así pasó con los derechos de los afros, con los temas de la reproducción sexual, nacieron de abajo hacia arriba, y eso es lo que se va a ver ahora. Es probable que con el tiempo esto nos llevará a la legalización en todo el mundo”.
Newsweek México entrevista a Ernesto Samper en Barcelona, donde participa en un seminario internacional cuyo tema es precisamente “Drogas, políticas y violencias”, convocado por el Instituto Catalán Internacional para la Paz (ICIP) y Casa América Cataluña, en el que se plantean nuevos enfoques para el consenso global.
Samper pondera lo que ocurre con la marihuana en algunos estados de Estados Unidos, y en países como Uruguay, Canadá y ahora México; se aprecia como un histórico parteaguas que podría incidir en la política global.
—¿Estas legalizaciones contribuirán para cambiar toda la política mundial?
–Sí, y es porque se va involucrando mucha más población. Estamos hablando de 180 millones de consumidores de marihuana en el mundo, más de la población de todo México. El consumo medicinal se está abriendo paso como un cañón y ahora la descriminalización al uso recreativo. En síntesis, sí creo que están dadas las condiciones para que haya un cambio radical; no es fácil, no hay que olvidar que hay un bloque prohibicionista, pero recientemente vemos en el mundo, por lo menos en lo que se refiere a la marihuana, unas puertas que se están abriendo de manera muy rápida.
—¿A quién conviene ese modelo prohibicionista?
–A los señores de la guerra no les conviene que el negocio se acabe, principalmente los narcotraficantes. A Estados Unidos tampoco le conviene porque lo utiliza para intervenir en nuestros países. Hay un bloque prohibicionista que tienen razones religiosas y en esos países hay 5,290 condenados a muerte por cantidades de droga que aquí serían irrelevantes.
“La prohibición es fuente del apetito, entre más peligro haya para vender, transportar, consumir drogas, eso genera mayores utilidades; por ejemplo, un campesino colombiano recibe por gramo de cocaína 10 dólares, y ese mismo gramo en Nueva York vale 1,000 dólares”.
—¿Cuál es la solución?
–A mi juicio, no es salir del fundamentalismo prohibicionista para caer en el fundamentalismo legalizador, porque produciría tantos daños como los que ahora está produciendo la prohibición misma. Creo que hay una fórmula intermedia que es la descriminalización y que consiste en ir moderando las distintas conductas, tratando de que los eslabones débiles de la cadena, como son los campesinos, los consumidores, tengan un tratamiento distinto al que se le debe dar a los duros del paseo que son los narcotraficantes, lavadores de dólares, vendedores de precursores químicos.
“Se requieren políticas de descriminalización de la droga, y tienen que ver con la posibilidad de encontrar una salida que devuelva la política de las drogas al manejo que tenía originalmente, según lo cual las drogas sean malas porque sean dañinas, pero no porque sean prohibidas. En Colombia hay vientos contrarios a estas medidas progresistas, pero en México parece que son otros vientos”.
CONSIDERAR TODA LA CADENA
—¿Qué valor tiene que México se plantee el no criminalizar el consumo de algunas drogas?
–Es inevitable, pero insisto, no podemos salir del fundamentalismo prohibicionista que fracasó en el mundo, a un fundamentalismo legalizador que simple y sencillamente dejaría descubiertos a los sectores más vulnerables de la población —que son los que hay que proteger del consumo de estupefacientes—. Por eso la descriminalización no es ni siquiera un camino intermedio, es una alternativa distinta frente a los fundamentalismos, porque se debe considerar toda la cadena donde están las organizaciones criminales con delitos tan complicados como el lavado de activos y todos los delitos asociados con el narcotráfico como delito.
—¿Qué medidas tomar para no caer en ese fundamentalismo legalizador?
—Un primer paso es distinguir los tipos de consumo, una cosa es el consumo mínimo que requiere una dosis para obtener los microtraficantes, otra cosa muy distintas son los narcotraficantes, otra cosa muy distinta es el consumo ancestral de la poblaciones indígenas, o incluso el consumo adictivo que ya requiere un sistema de salud pública. Entonces de lo que se trata es de hacer una política selectiva y gradual y concertada que de alguna manera vaya reemplazando la que está fracasando.
—¿Qué se lograría con eso en el caso mexicano?
–Ante todo una paz social, porque no podemos seguir metiendo campesinos y consumidores a la cárcel porque así no se va a solucionar el problema. Se va a solucionar cuando realmente se desarticule a los sectores del narcotráfico organizado y se desarrolle y aplique una política social y alternativa para los sectores mas débiles de la cadena.
—También se argumenta que puede incrementarse el consumo, ¿usted qué dice?
—En absoluto, al contrario, es darle un tratamiento a los adictos o a los consumidores habituales. Está la experiencia en el mundo, en países como Uruguay no incrementó el consumo, ni en los otros países como Holanda o Portugal.
–Usted y otros expresidentes han planteado esta agenda mundial de la descriminalización de las drogas, ¿qué adversarios han enfrentado?
–Adversarios muy fuertes que todavía piensan que solamente a través de la prohibición se puede manejar el problema de las drogas. La mayor parte de ellos están concentrados en la JIFE, que es la Oficina de Naciones Unidas para la lucha contra las drogas que funciona en Ginebra y es lo que se llama bloque prohibicionista, que tiene dos grandes sectores: un prohibicionismo occidental, que obedece más a razones de mercado, de ley, y otro prohibicionismo oriental, que obedece a razones que tienen que ver con la religión, en el cual están países como China, Rusia e Indonesia. Estados Unidos ha mandado mensajes contradictorios, pero creo que Estados Unidos está perdiendo autoridad moral para enseñarnos a manejar la droga con lo que está sucediendo con la marihuana: ocho de sus estados han legalizado no solo el consumo, sino también la producción, y en más de 23 se permite el uso medicinal.
—¿Qué representaría para México en términos económicos?
–Primero no tendría que gastar las cantidades ingentes de dinero que está gastando en estos momentos para sostener una política de fiscalización de un tema de prohibición de control total. Y segundo, a lo mejor de esta manera si México se involucra en el negocio de la marihuana medicinal le generaría unas divisas muy importantes porque está de vecino del principal centro de consumo de drogas en el mundo.
—¿Podría ser una real fuente de ingresos para el país?
—Sin duda podría serlo. En Colombia la lucha contra las drogas en la época más difícil nos costaba alrededor del 2 por ciento del PIB. Supongamos que en promedio eso le cuesta a México, ¡imagínese a México creciendo el 2 por ciento por encima de los niveles previstos de crecimiento! Sería espectacular.
Ernesto Samper subraya que el legalizar la marihuana quitaría a las organizaciones criminales una fuente de negocios primordial. Lo evalúa en razón de los datos duros. De los 300 millones de consumidores de drogas en el mundo, calcula, 60 por ciento consume marihuana. Su legalización, dice, haría controlable el mercado de drogas, ya que, “si sacamos de la lista de drogas prohibidas la marihuana, quedaría como drogas duras la cocaína y heroína”. Cuantifica: “La cocaína cabe en 40 camiones de 40 toneladas, y la heroína en 20 camiones de 40 toneladas, es decir, se trataría de un problema a controlar 100 camiones en drogas para ejercer un control efectivo sobre las que nos quedarían como drogas duras para combatir”.
CAMBIAR EL CHIP
Ernesto Samper recuerda que, en su calidad de jefe de Estado, cuando en 1996 se convocó a la primera reunión mundial para discutir el tema de drogas, el factor determinante era el concepto de corresponsabilidad entre países productores y los consumidores, “donde los países productores estaban poniendo los muertos y los países consumidores, los consumidores”. Más de una década después, añade, las circunstancias son distintas, “porque ya hay países consumidores que son países productores como Estados Unidos con la marihuana, y hay países productores que son grandes consumidores como Brasil”.
No obstante, explica, “el caso de países como Colombia y México es totalmente atípico al de los otros países, porque lo que hubo por parte de los grandes cárteles de la droga no fue solamente el problema de trafico de drogas que ya de por sí es grave, sino el desafío al Estado, en su capacidad de respuesta a estas organizaciones criminales”.
Ahonda: “Lo que enfrentamos en Colombia en los años 90 y lo que ahora está enfrentando México, no es solamente un problema de drogas sino de un desafío de las organizaciones criminales contra el Estado de derecho. Pero por supuesto que se logrará debilitar la acción de las organizaciones criminales en la medida en que se pueda hacer un cambio de chip, donde en vez de perseguir a los pequeños campesinos o a los consumidores, en vez de llenar la cárcel de consumidores o mulas, vayamos contra los duros. Es decir: estamos siendo duros con los débiles y débiles con los duros, porque no hay una estrategia clara para combatir las organizaciones criminales, no hay políticas claras de lavado de activos, tampoco contra los países productores de precursores químicos, entonces tenemos que cambiar el chip y ser duros con los duros y abrir puertas distintas en los eslabones débiles de la cadena.
—Si se legaliza el consumo de marihuana con fines medicinales y recreativos, ¿disminuirá inmediatamente la violencia?
–Por supuesto. Es que la violencia es una: la frase de Pablo Escobar de que ellos iban a manejar el Estado con plomo o con plata es muy diciente de la dialéctica que ellos manejan: si no puedo corromper con plata entonces se imponen con el plomo.
—¿Qué le diría usted a López Obrador de este tema?
–No creo que él necesite que alguien le diga que el tema del narcotráfico debe estar en las prioridades del gobierno, pero yo preferiría que estando en las prioridades no sea la prioridad, en México se esperan un cambio social radical de parte de López Obrador y estoy seguro de que no nos va a defraudar.
—¿Cómo plantear este tema como un asunto de agenda regional?
—Nosotros logramos reunir a muchos países, México no está en ese consenso porque es de UNASUR, de los países de Sudamérica, aunque México estuvo a punto de entrar, no se hizo, pero ahora México puede acelerar esas reformas.
—¿Qué mensaje envía al Congreso mexicano que tiene en sus manos esa discusión?
—Ellos son los que pueden sacar esto adelante. Y este es otro consejo para López Obrador: la política de la lucha contra las drogas no es una política de ningún gobierno, es una política de lucha de un Estado, en ese sentido, desde el comienzo él debe plantear que esta es una política de lucha de un Estado y que compromete al Estado, y como Estado debe resolverse.
—¿Piensa que México tiene las condiciones para ello?
—Creo que los actores más poderosos en la región son México y Colombia y hemos estado unidos en las buenas y en las malas y hemos convocado conjuntamente las conversaciones sobre drogas de Naciones Unidas que se han ocupado del tema, así que yo pienso que en este tema preciso debemos seguir conjuntamente.
El cambio de paradigmas con respecto a las drogas a escala global, concluye Samper, parece hoy imparable y podría dar un viraje a la historia. Lo que está pasando con la marihuana, considera, va a despejar mucho el camino.
“Ahora, si las cosas vienen del norte hacia el sur tal vez sean más aceptables para los vecinos del norte. El final de esto es que en una década vamos a estar importando cigarrillos de marihuana de Philip Morris, Marlboros de marihuana, y entonces se dirá que no van a ser dañinos porque vienen del norte hacia el sur”, ironiza.