El cineasta Bing Liu preferiría que no le llames a su documental “el Boyhood (Momentos de una vida) de los videos de patinaje”, como lo describió un titular de Indiewire. No es que no tenga en alta estima a Richard Linklater, el director de Boyhood (a Liu le gusta especialmente Slacker [traducción no oficial: Holgazán] de 1990), pero es que la comparación solo “subraya el aspecto temporal de Minding the Gap”. Como Linklater, Liu filmó a sus sujetos durante un periodo de años (cuatro, así que no los notables 12 de Boyhood), pero, dice él cautelosamente, “yo iba por algo un poco más emocional y temáticamente fresco”.
Es la manera cortés de Liu de decir que su película —la cual se estrenó en el Festival Sundance y llegará a los cines y a Hulu el 17 de agosto— no contiene nada de la nostalgia color de rosa que se evoca en la obra de Linklater, la cual a menudo presenta escenarios de paso a la madurez.
La película de Liu sigue a dos jóvenes patinadores atribulados: Keire, de 17 años, y Zack, de 23 años, de la ciudad natal del director de Rockford, Illinois. Rockford otrora fue la segunda ciudad más grande del estado, pero como muchas en el Cinturón de Óxido, ha decaído rápidamente desde finales de la década de 1980. Como lo detalla la película, 47 por ciento de sus trabajadores ganan menos de $15 dólares la hora, y desde 2010, su población ha disminuido más que al de cualquier otra ciudad de Illinois.
Conocemos a Keire y Zack por primera vez patinando por las calles cual pueblo fantasma de Rockford. Keire, gentil y abierto, está lidiando con la muerte de su padre y con ser el único afroestadounidense en su pandilla de patinadores. Pasa horas solo en casa, con su madre encerrada en su habitación. Zack, carismático e irreverente, huyó de casa a los 16 años y ahora enfrenta el nacimiento de su primer bebé con su novia de 21 años, Nina. Los dos se van de fiesta, beben y fuman mientras luchan con su presente sin futuro y sin muchas esperanzas por el mañana.
Al principio, Keire le confía a Liu que su difunto padre solía golpearlo. “¿Lloraste?”, le pregunta Liu desde fuera de cámara.
“Sí, claro”, dice Keire. “¿Tú no lo harías?”
“Sí lloré”, responde Liu.
Resulta que el director de 28 años comparte mucho con sus sujetos. También fue un patinador que creció en la pobreza. La intención de Liu era mantenerse detrás de la cámara, pero tras poco más de un año de filmar, Nina le confesó que Zack la golpeaba. Luego, Zack le revela por casualidad a Liu que su padre le “pateaba el trasero” cuando se portaba mal. “Me percaté de que estos eran ciclos generacionales de comportamiento”, comenta Liu. “Eso en verdad resonó en mí”.
Liu llamó a su madre, Mengyue Bolen, quien emigró de China cuando tenía cinco años, y le preguntó si podía entrevistarla sobre su propio abuso, a manos del padrastro de él. Es la única vez que Liu —quien fungió como director, camarógrafo y coeditor de su película— contrató personal extra. Con una cámara filmando a su madre y otra a él, Liu la presiona para que ella procese el trauma que los dos experimentaron. “Traté de tener esta conversación con ella cuando se divorció de mi padrastro hace cuatro años”, me cuenta Liu. “Pero nunca duraba más de 15 minutos antes de volverse demasiado triste. La cámara nos permitió finalmente tener una conversación”.
De forma similar, la cámara se convirtió en una especie de terapeuta para Zack. Liu capta las peleas a gritos entre Zack, frecuentemente borracho, y Nina, y ella tiene una cicatriz que le atribuye a uno de los golpes de él. En gran parte de la película, Zack niega que abuse de ella, pero hacia el final le dice a Liu: “No puedes darle una paliza a una mujer, pero a veces una perra necesita una bofetada”.
“A Zack le gusta ser el centro de atención”, comenta Liu. “Yo y la cámara éramos un canal para ello, pero cambió al paso del tiempo”. Luego, cuando le mostró a Zack la película terminada, Liu vio que él tenía lágrimas en los ojos. Zack se sentía aliviado porque pensó que sería un peor retrato, menciona Liu. “Tuvimos una conversación larga. No se trataba solo de él; era él reaccionando a mis historias y la de Keire. Le pregunté si quería que cambiara algo, y dijo que no”.
Además de captar vidas con poca esperanza económica, Minding the Gap (traducción no oficial: Cuidado con la brecha) es un retrato conmovedor de los hombres jóvenes que crecen en el centro de EE UU en una época en la que son mal vistos por la cultura popular. Al principio de la película, Zack dice: “Toda tu vida, la sociedad te dice: ‘Se un hombre. Eres duro. Eres fuerte. Las margaritas son gais’. No creces pensando que así es como eres. Solo actúas”.
Zack no votó en la última elección, pero apoyaba a Donald Trump, y ves por qué pasó eso: él y Nina son los “hombres y mujeres olvidados” a quienes apelaba Trump en su campaña de 2016. “Al principio”, dice Liu, “tuvimos el arco político de Zack. Huyó de la casa de su padre porque pensaba que su padre era demasiado conservador. Luego, con el tiempo, las cosas no le salieron bien. Su auto se descompuso. Espera sus declaraciones de ingresos. Culpa al gobierno. Todas estas cosas se apilaron, y entiendes su razonamiento para apoyar a Trump”.
Finalmente, añade Liu, no hizo referencia a ese apoyo en la película. “Le restaba a la calidad perenne”, opina él. “Les habría dado demasiado color a los otros temas del filme”.
A Liu no le interesaba sumarse al aluvión de destapes condescendientes del país de Trump, tampoco quería convertir a Rockford en “porno de pobreza”. Desde la elección, dice él, “los medios de comunicación se han enfocado en entender a ‘la clase obrera blanca’. Incluso si son blancos y ganan un salario de obrero, así no es como se etiqueta a sí misma la gente de Rockford”. Semejante clasificación, añade él, se deriva de una “falta de empatía” y “una perspectiva de juicio”.
Zack tuvo una racha de buena suerte después del debut en Sundance. Otro director le ofreció un papel principal en una película de bajo presupuesto. Mientras tanto, Nina tiene dos empleos; ella y Zack se separaron, y él paga la pensión alimenticia de su hijo de cuatro años. Ella habló con sobrevivientes de violencia doméstica en proyecciones de la película.
Keire trabaja en un local de ensaladas en Denver y planea mudarse a Phoenix con su novia. Cerca del final de Minding the Gap, Liu le dice a Keire: “Hago esto porque fui disciplinado físicamente por mi padrastro y no tenía sentido para mí. Me vi a mí mismo en tu historia”. Keire está visiblemente tomado por sorpresa. “Guau, Bing”, responde él finalmente. “No tenía idea, amigo. Eso es muy chido”.
Liu, quien ahora vive en Chicago, ha dirigido un episodio futuro de la serie America to Me (traducción no oficial: EE UU para mí) de Starz (del productor ejecutivo de Gap, Steve James). Dice tener dudas de hacer otra vez una película tan personal como Minding the Gap. “La gente entra en sus treinta y tantos años sin procesar los últimos de su adolescencia y sus primeros veintitantos, cuando empiezas a perder gente, ya sea porque perdiste el contacto o los perdiste por drogas o suicidios, lo cual sucede a menudo en Rockford”, comenta él. “Esta fue una manera de asegurarme de no caer en esa trampa”.