Una vez finalizado, el primer debate presidencial de 2018 se adueñó de la conversación dentro de los distintos medios de comunicación, incluyendo redes sociales y otros espacios informales de opinión. Tal fue su eco, que por días pareció ilógico suponer que no tendría efecto alguno en las preferencias electorales. Semana y media después, la actualización de GPpolls presenta que, si bien las consecuencias del debate en el electorado no fueron nulas, sí resultaron un tanto superficiales para fines de esta elección[1] (en la cual hay brechas significativas entre los candidatos).
Dicho resultado conlleva a preguntarnos lo siguiente: ¿los debates efectivamente modifican las preferencias del electorado? De entrada, la simple composición de tal pregunta suscita cierta incredulidad: por defecto, creemos que los espinosos y elaborados roces políticos que se dan los candidatos en estos encuentros televisivos podrían influenciar —o incluso definir— el voto; modificar estrepitosamente la tendencia. Sin embargo, como veremos a continuación, esto no es del todo cierto. En realidad, más que ablandar prejuicios, parece que los consolidan.
GRÁFICA 1
Comencemos con el presente: El debate presidencial del 22 de abril de 2018 estaba marcado en el calendario electoral como un día crucial. Se especulaba que Anaya, en un despliegue de habilidad oratoria, convenciera al ciudadano indeciso, sembrara dudas en los nuevos electores que están con Obrador y sumara al priismo decepcionado de la campaña de Meade. Pero un debate presidencial, se confirma, no tiene esa potencia. Aunque puede llegar a modificar uno o dos puntos porcentuales de la intención de voto por candidato (nada despreciables en una elección competida), no es el debate por sí mismo un evento suficiente para cambiar de rumbo una elección, salvo ocasiones extraordinarias que no ocurrieron.
Durante los días posteriores, hubo consenso: por doquier se proclamó que Anaya había ganado el debate. Lo cual es cierto si se analiza el evento de manera aislada. Un debate presidencial, sin embargo, no es meramente un certamen de oratoria en el cual se califican las habilidades argumentativas; es, más bien, una encuentro de los candidatos inscrito dentro un proceso electoral. Por ello, habría que determinar al ganador no con aplausos ni posts de Facebook, sino en términos electorales: cómo se modificó la intención de voto por candidato y la probabilidad de resultar ganador de la elección.
En ese sentido, veamos los números: como muestra la gráfica 1 (la cual exhibe un intervalo de diez días alrededor del debate, cinco antes y cinco después, de la última actualización de GPpolls[1]), el candidato de la coalición Por México al Frente, Ricardo Anaya Cortés, figura un incremento de la intención de voto del 1%; Andrés Manuel López Obrador, candidato de la alianza Juntos Haremos Historia, también lo registra. Los demás, en cambio, mostraron tendencias a la baja (en este caso, solamente se mostró el detrimento del candidato de Todos por México, José Antonio Meade, por cuestiones probabilísticas de competencia real[2]).
En síntesis, dos importantes resultados se obtienen del debate del 22 de abril: López Obrador consolida la ventaja sobre sus adversarios, pero, en la opinión pública, Anaya logra inscribir la noción de que la elección es solamente entre dos candidatos.
Ahora bien, pasemos a la historia. Tanto la contienda presidencial de 2006, como la de 2012, son casos que deben igualmente ser analizados. Ambas tuvieron dos debates, y ambas, por igual, mostraron poco impacto en las preferencias de los votantes cinco días después a la realización de dichos encuentros.
GRÁFICA 2 (2006)
Hace doce años, en 2006, los tres principales aspirantes a la presidencia de la República eran Felipe Calderón Hinojosa (PAN), Andrés Manuel López Obrador (PRD) y Roberto Madrazo (PRI y PVEM). Previo a la descripción de los resultados, expuestos en la gráfica 2, es importante señalar que al primer debate no acudió el candidato del PRD. Este hecho probablemente justifica el detrimento de 2% registrado en las encuestas; los otros dos aspirantes, en cambio, tuvieron una tendencia a la alza: ambos del 1%. Sin embargo, para el segundo debate, quien sufrió una mayor disminución (2%) en su tendencia de voto fue Felipe Calderón. Tanto Roberto Madrazo, como López Obrador, mostraron una tendencia a la alza: 1% cada uno. De todos los casos analizados, éste es el único en el cual un debate provoca un cambio de puntero.
GRÁFICA 3
En 2012 las consecuencias no fueron del todo distintas. Josefina Vázquez Mota (PAN), Andrés Manuel López Obrador (PRD, PT y Movimiento Ciudadano) y Enrique Peña Nieto (PRI y PVEM) eran los principales candidatos a la presidencia de la República. Por la repartición de la intención de voto entre aspirantes, este caso es el más similar a la contienda de 2018 (y el segundo debate, en el cual no hubo modificación notable de las preferencias electorales, el más representativo del análisis). Como puede advertirse en la gráfica 3, mientras que el puntero Enrique Peña Nieto no registró variación después del primer debate, López Obrador subió 1%, empatando en 25% a Josefina Vázquez Mota quien disminuyó en la misma cantidad. Para el segundo debate, como ya se dijo, ningún candidato sufrió un cambio notable. Ese día, las preferencias de los potenciales electores quedaron prácticamente intactas.
Respondiendo a la pregunta original, sí, pero no como presuntamente se esperaría. Si bien los debates presidenciales han alterado, cuando mucho, 2% de las preferencias electorales del 2006 a la fecha, estas variaciones no han sido suficientes para cambiar el curso de una elección en competencias abiertas. Las bases que sustentan el voto de un gran cúmulo de personas no se estremecen ante escandalosas acusaciones o sólidos argumentos proferidos en televisión nacional. Aparentemente, aquello que determina elecciones no radica en la sustancia misma de los debates… O, por lo menos, no en la sustancia de los debates a los cuales estamos acostumbrados.
[1] Ésta consta de tres nuevas encuestas: dos publicadas el 2 de mayo, realizadas por el periódico Reforma y por Silla Rota y Cultura Colectiva (con la colaboración de Enkoll, agencia dedicada a la investigación en opinión pública y estudios de mercado), y una más, publicada el 3 de mayo, elaborada por Parametría.
[2] Como lo muestra la actualización completa, misma que puede consultarse aquí, estos tres candidatos son los únicos que cuentan con una probabilidad tangible de competir por la presidencia de la República.
[1] El debate presidencial no es el única eventualidad que pudo influir en las preferencias electorales.