Tras la elección de Donald Trump, una palabra perturbadora resurgió en el diccionario político estadounidense: fascismo. La izquierda dice que el presidente actúa como un dictador al atacar a los medios y a los inmigrantes. La derecha afirma que los liberales suprimen las visiones discrepantes en todos los temas, desde el cambio climático hasta la política de género.
¿Pero esto es realmente fascismo? Pocas personas están en una mejor posición de juzgarlo que la exsecretaria de Estado estadounidense Madeleine Albright. Nacida en Checoslovaquia, huyó dos veces de regímenes fascistas, primero durante la ocupación nazi de su patria, ocurrida en 1939, y después, tras un golpe de Estado comunista una década después. En su nuevo libro, Fascism: A Warning (Fascismo: una advertencia), Albright afirma que ella ve un silencioso renacimiento del nacionalismo y el autoritarismo en su país y en el extranjero.
Albright no considera fascista a Trump, pero señala que su conducta allana el camino hacia el fascismo en todo el mundo. En su libro, estudia el surgimiento de autócratas del pasado como Adolfo Hitler y Benito Mussolini, y encuentra patrones similares en líderes modernos como Recep Tayyip Erdogan, de Turquía; Viktor Orbán, de Hungría, y Vladimir Putin, de Rusia. El resultado es una mirada profunda a un orden mundial cambiante y a la función cada vez menos importante de Estados Unidos en esa jerarquía.
Hablé con Albright, que actualmente se desempeña como catedrática de diplomacia en la Facultad de Servicios Exteriores de la Universidad de Georgetown, acerca de Trump, el antifa y de lo que ella describe como una fraternidad internacional de “intimidadores”.
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—En su libro usted escribe que el término fascismo ha perdido su significado.
—La gente suele pensar: bueno, todo aquello con lo que yo no esté de acuerdo es fascismo, lo cual es una locura. Un fascista es una persona que afirma hablar en nombre de toda una nación o de un grupo, a quien le tienen completamente sin cuidado los derechos de los demás y está dispuesta a utilizar la violencia y cualesquier otros medios para alcanzar sus fines. En pocas palabras, un fascista es un intimidador armado con un ejército.
—¿Cuáles son algunas de las señales de “alerta”, como usted las denomina?
—En primer lugar, el nacionalismo extremo tiene cierto atractivo. Lo he visto en Europa, en Turquía y, en cierta medida, en Estados Unidos. Existe una mentalidad de “nosotros contra ellos”, el desinterés por los derechos de los demás y un despliegue de entusiasmo popular mediante mítines. También está la incesante propaganda, que en realidad es un intento de moldear la propia verdad de cada persona.
—¿Estados Unidos es vulnerable ante el fascismo moderno?
—Si analizamos esto desde el punto de vista histórico, el fascismo puede encontrar un apoyo siempre que las personas estén descontentas y busquen respuestas. Evidentemente, nosotros tenemos instituciones democráticas más sólidas, pero pienso que existen verdaderas dudas en relación con la forma en que el gobierno responde a las necesidades de las personas en este momento. Esa es la razón por la que este libro es una advertencia.
—¿Cómo encaja Trump en este panorama?
—Quisiera dejar esto absolutamente claro: no estoy diciendo que el presidente Trump sea un fascista. Me preocupa mucho su falta de instinto democrático de cualquier tipo y su desdén hacia la prensa, hacia el poder judicial y hacia el proceso electoral.
—¿Sus acciones contribuyen al crecimiento del fascismo en todo el mundo?
—Hay fascistas en otros países que toman parte de lo que dice el presidente Trump para justificar sus propias conductas. En lugar de que Estados Unidos sea el líder de los valores democráticos y del mundo libre, el resultado es [que existe] un vacío ahí.
“Independientemente de si se habla de [el presidente de Filipinas Rodrigo] Duterte, Orbán o Putin, esas personas son una pandilla de intimidadores. Si el presidente elogia algunos aspectos de esas personas y se identifica con ellas, les da aún más fuerza. Cuando estuvo en Polonia, al lado deel presidente polaco [Andrzej Duda], [sus afirmaciones] no solo fortalecieron los sucesos antidemocráticos que ocurren en Polonia, sino que también [les] dio la bendición estadounidense, lo cual es indignante”.
—¿Le preocupa que se desate una guerra contra Corea del Norte?
—Me preocupa mucho. Sigo siendo la funcionaria en activo de más alto nivel en haberse reunido con el líder norcoreano. Se requiere mucho trabajo y preparación, y es necesario contar con expertos para comprender cuáles han sido los antecedentes de un asunto en particular y qué es lo que se debe impulsar y qué es lo que se debe evitar. Hasta donde yo sé, esto no se ha producido.
—¿Putin trata de desmantelar la democracia en Occidente?
—Lo está intentando. No podemos olvidar que estamos tratando con un agente de la KGB. Fue de ahí de donde surgió Putin. No es ningún estúpido. Es inteligente y está jugando muy bien sus cartas, aun cuando tiene una mano débil.
—¿Le preocupa que haya más interferencias rusas en las elecciones en Estados Unidos?
—Así es. Necesitamos que las investigaciones [del Congreso] [sobre la intervención rusa] sigan adelante, y no decir “no está sucediendo”. Tenemos la oportunidad de detener lo que está ocurriendo. Y no se trata solo del presidente. Nos corresponde a nosotros elegir a las personas que se postularán para el cargo, manifestar nuestro desagrado, tomar realmente medidas activas en relación con contraatacar para demostrar cuál es la verdadera naturaleza de la democracia.
—¿Qué opina usted del movimiento antifa?
—No creo que se deba combatir el fascismo con la violencia. La violencia es una herramienta de los fascistas.
—¿Qué significa para usted el programa de “Estados Unidos primero” de Trump?
—Se trata de un desafortunado término de la década de 1930, cuando a Estados Unidos solo le preocupaba él mismo; se trataba de algo aislacionista, y las cosas empeoraron cada vez más [en el mundo]. Esto es algo muy personal para mí, como alguien que nació en Checoslovaquia. Los británicos y los franceses hicieron un trato con los alemanes y los italianos y vendieron el país donde nací. Estados Unidos no estuvo ahí.
“Actualmente el presidente Trump nos hace parecer como víctimas, como tontos. Tenemos el país más poderoso del mundo, y todo su mensaje trata sobre la victimización. ‘Todo el mundo se aprovecha de nosotros’. Es ridículo”.
—¿Cuál es el futuro de Estados Unidos en el escenario mundial?
—Tomará mucho tiempo reconstruir la confianza en Estados Unidos, así como nuestra estructura de alianzas y la forma en que nos comportamos, pero está en nosotros hacerlo, y ya lo hemos hecho en el pasado. Somos líderes.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation whit Newsweek