Al igual que la mayor parte de la propaganda rusa, la afirmación del Kremlin de que el país está en guerra se basa en una pizca de verdad. Pero es una pizca muy pequeña. En Siria, un escuadrón de alrededor de 36 aviones de combate rusos atendidos por un personal de 4,751 miembros, con sede principalmente en la base aérea de Khmeimim, ha estado en acción desde septiembre de 2015. Y en el este de Ucrania se ha visto a soldados rasos rusos con uniformes sin marcas patrullando junto con soldados rebeldes irregulares, más recientemente a mediados de noviembre, cuando varios cientos de soldados anónimos conocidos como “hombrecitos verdes” aparecieron en la ciudad rebelde de Luhansk para evitar una sangrienta lucha de poder entre los líderes separatistas que se distanciaron de Kiev en el verano de 2014.
Dado que las intervenciones militares de Rusia son tan pequeñas en la actualidad, ¿por qué Putin fomenta la idea de que su país está al borde de un conflicto cataclísmico que requeriría la movilización a gran escala de los recursos de Rusia? La razón más evidente es la estratagema más antigua del libro de reglas del político: unir a un país detrás de un enemigo externo imaginario para distraerlo de sus problemas internos. Mientras la economía rusa se tambalea bajo el impacto de las sanciones occidentales impuestas tras la anexión de Crimea realizada por Putin en 2014, la creación del mito de una guerra perpetua se ha convertido en uno de los pilares más importantes para la supervivencia del régimen. “Putin no tiene dinero para ofrecer gran cosa a la población: el ingreso de los hogares se ha contraído durante cuatro años consecutivos”, dice Pavel Felgenhauer, columnista del diario moscovita independiente Novaya Gazeta. “Basará su campaña de reelección [en 2018] en la seguridad nacional, presentando a Rusia como un país sitiado y bajo ataque”.
Pero existe otra razón más preocupante para la retórica beligerante del Kremlin: este está convencido de que la guerra es inminente. Ya desde 2013, incluso antes del conflicto en Ucrania, en el plan estratégico anual del Ministerio de Defensa de Rusia, titulado “La defensa de Rusia”, se pronosticaba un grave conflicto global o regional relacionado con Rusia antes de 2023. “Los rusos de mayor edad no se preguntan si habrá una gran guerra, sino dónde ocurrirá”, dice Andrew Monaghan, del Pembroke College, Oxford, y del Colegio de Defensa de la OTAN en Roma. “Están en pie de guerra y han estado así durante largo tiempo”.
CLIENTELA SUPREMA: Soleimani, Hifter y Asad son aliados de
Putin. En los últimos tres años, Rusia ha incrementado su presencia en Oriente
Medio y el norte de África. FOTO:
ALEXEY DRUZHININ/AFP/GETTY
El llamado de Putin a la industria a prepararse para pasar al modo de producción de guerra es un regreso a la teoría de defensa soviética de hace décadas, según la cual todas las fábricas deberían estar listas de inmediato para producir tanques, balas y aviones. “La economía soviética y su sistema social se construyeron en preparación para una guerra total”, dice Felgenhauer. “Ese sistema hizo que la economía soviética careciera totalmente de competitividad… Si Putin verdaderamente quiere implementar esta movilización, llevará a la bancarrota a Rusiacomo ocurrió con la URSS. La idea de que se puede transformar una fábrica de cigarrillos en una fábrica de balas resulta absurda en el mundo moderno”.
Sin embargo, amplios sectores de la economía rusa aún dependen, directa o indirectamente, del gasto de defensa del Estado. Y aun cuando las ganancias del Kremlin han caído en picada, gracias a la caída en los precios del petróleo y a las sanciones, Putin ha ordenado un enorme incremento en el gasto militar. En 2017, el gasto militar será de más de 65,000 millones de dólares. Esto todavía constituye una fracción de los 611,000 millones de dólares gastados por Estados Unidos, pero representa 3.3 por ciento del producto interno bruto de Rusia. Y esto sin contar los gastos del Kremlin en organizaciones semimilitares como la recién formada Guardia Nacional Rusa, una fuerza de 330,000 elementos bajo órdenes directas de Putin, financiada por el presupuesto del Ministerio del Interior, ni los subsidios a contratistas del ámbito aeroespacial y de otras áreas relacionadas con la defensa.
Lo que preocupa a muchas personas de Estados Unidos y Europa es la forma en que Putin planea utilizar los nuevos barcos, submarinos, helicópteros y misiles de clase Bulava. “Rusia participa en una extraña clase de carrera armamentista unilateral”, señala un exembajador británico en Rusia, que pidió no ser citado de manera oficial, ya que actualmente ocupa un cargo distinto. “Históricamente, todas las carreras armamentistas previas han terminado en guerra. Con excepción del caso de Rusia, nadie está seguro de a quiénes se preparan para combatir y cuándo lo harán”.
Oriente Medio es el escenario obvio en el que Rusia ha aumentado su presencia en los últimos tres años. En imágenes recientes de la ciudad siria de Deir Ezzor, la televisión estatal rusa mostró orgullosamente la bandera rusa ondeando junto con la siria cuando las fuerzas gubernamentales leales al presidente Bashar al Assad liberaron la ciudad de las manos del grupo Estado Islámico. Sin embargo, la parte más reveladora de la imagen la conformaban las otras dos banderas que también ondeaban en el edificio del gobierno recién liberado: la de Irán y la de Hezbolá. Al decidir apoyar al régimen de Assad, en septiembre de 2015, Putin eligió ponerse del lado de Irán en el creciente conflicto de la región entre suníes y chiitas.
El mayor general iraní Qasem Soleimani, líder de la Fuerza Quds que combate en Siria y organizador de las milicias chiitas antiestadounidenses que mataron a más de 500 soldados norteamericanos durante la insurgencia de 2003 a 2015, ha visitado Moscú al menos tres veces desde julio de 2015 para coordinar el apoyo aéreo y de fuerzas especiales de Rusia para las tropas de Assad e Irán en tierra. Esa alianza enfrentaría a Rusia con Estados Unidos en cualquier guerra regional entre Irán y Arabia Saudita, país con el que el presidente estadounidense Donald Trump ha prometido establecer lazos aún más estrechos.
RIESGO DE LUCHA: Putin asiste a un ejercicio militar
conjunto entre Rusia y Bielorrusia en 2017. FOTO: MIKHAIL KLIMENTYEV/TASS/GETTY
La situación más probable para un enfrentamiento, señala Monaghan, es que Moscú y Washington se encuentren en bandos opuestos de un conflicto regional que “provoque una mayor conflagración, por ejemplo, Corea del Norte o Irán contra los saudíes”.
Tras haber logrado una fácil victoria estratégica en Siria, para Rusia la tentación de participar en otro conflicto es muy grande. “Rusia gastó una pequeñísima fracción de la sangre y el dinero que Estados Unidos y sus aliados invirtieron en Irak”, señala un funcionario británico de seguridad de alto nivel no autorizado para hablar de manera oficial. “Y obtuvo un enorme capital diplomático. Afirma que su intervención fue una gran victoria y que ahora está de vuelta como una fuerza a tener en cuenta [en Oriente Medio]. Así que, desde luego, querrá repetir el truco en otro lugar… A todo el mundo le gusta una guerra breve y victoriosa”.
LA CÁLIDA GUERRA FRÍA
El interés de Rusia en Siria va mucho más allá del simple apoyo a Assad. En 2013, el Ministerio de Defensa ruso solicitó una presencia naval completa en el Mediterráneo. Desde 2015, Moscú ha expandido en gran medida una pequeña base naval rusa en Tartús, Siria, que es un remanente de la Guerra Fría, así como la cercana e importante base naval costera de Khmeimim, que proporciona cobertura de aviones rusos a gran parte del sureste del Mediterráneo. Moscú también se ha desviado de su camino para demostrar el poder de su armamento a todos los jugadores de la región mediante el uso de medios deliberadamente elaborados para atacar a sus blancos en Siria. El año pasado, la marina rusa atacó objetivos rebeldes en el norte de Alepo mediante disparos hechos desde lanchas militares, lanzándolos a más de 1,400 kilómetros por encima de Irán e Irak. El mes pasado, Rusia utilizó bombarderos de largo alcance Tu-22M3 Backfire para atacar al Estado Islámico en Deir Ezzor, lanzándolos no desde Khmeimim, sino desde Mozdok, al oeste de Chechenia, en el Cáucaso Norte de Rusia.
Para Putin, “la participación en Siria es parte de su enfrentamiento global con Estados Unidos”, dice Felgenhauer. Y una parte de esa lucha consiste en cortejar a antiguos aliados occidentales de todo el mundo con promesas de dinero, gas y armas. En noviembre, Moscú firmó un acuerdo con Egipto en el que este país permitía que los aviones militares rusos utilizaran el espacio aéreo y las bases egipcias, eliminando así una amistad de varias décadas con Estados Unidos, que llevó a El Cairo a recibir más de 70,000 millonesde dólares en ayuda estadounidense de 1973 a 2013, cuando el presidente Barack Obama suspendió el programa tras un golpe militar. El año pasado, el presidente egipcio Abdelfatah al Sisi visitó Moscú y acordó la compra de 3,500 millones de dólares en jets, helicópteros y misiles. Ambos países han llevado a cabo ejercicios conjuntos de antiterrorismo, y Egipto se ha comprometido a adquirir centrales nucleares construidas en Rusia. Pero lo más peligroso es que Putin y Al Sisi respaldan el movimiento insurgente del caudillo libio general Khalifa Hifter contra el gobierno respaldado por Occidente en Trípoli, y hay una pequeña fuerza rusa estacionada en el desierto occidental de Egipto para apoyar al general, de acuerdo con fuentes militares estadounidenses citadas por The New York Times.
DESFILE MILITAR en la Plaza Roja de Moscú para conmemorar un
aniversario de la Segunda Guerra Mundial. FOTO: SERGEI KARPUKHIN/REUTERS
Y también está Turquía. En septiembre pasado, Rusia llegó a un acuerdo para vender misiles avanzados por un valor de 2,000 millones de dólares a este miembro de la OTAN, cuya antigua alianza con Estados Unidos se ha desmoronado debido al abandono de la democracia por parte del presidente Recep Tayyip Erdogan y al apoyo de Estados Unidos a los kurdos en Siria. En octubre pasado, a pesar de la nueva cercanía de Rusia con Irán, Moscú decidió jugar para ambos bandos al vender a Arabia Saudita, que es un aliado de Estados Unidos, misiles con un valor de 3,000 millones de dólares para defenderse contra los ataques de cohetes lanzados por los rebeldes Houthi de Yemen.
Con una mayor cantidad de armas desplegadas a lo largo y fuera de las fronteras de Rusia, como en ningún otro momento desde la caída de la Unión Soviética, una confrontación accidental es una posibilidad real. A finales de noviembre, aviones militares rusos siguieron a un avión estadounidense antisubmarinos Poseidon a 9.6 kilómetros de la costa de Crimea, reconocida como territorio ruso únicamente por Rusia y otros siete Estados. “El ejército ruso ha recibido órdenes de derribar los aviones estadounidenses si penetran en el espacio aéreo ruso fuera de las costas de Crimea”, dice Felgenhauer. “El comandante local [ruso] dijo que el piloto estadounidense tenía suerte de seguir vivo”. Los países del Báltico han informado sobre un aumento constante en el número de violaciones agresivas de su espacio aéreo por parte de Rusia, así como de otros incidentes peligrosos. El más reciente de ellos ocurrió en junio, cuando un avión ruso fue enviado a perseguir a un avión espía sueco en aguas internacionales y se acercó a solo 2 metros del avión antes de retirarse.
Las relaciones entre Estados Unidos y Rusia se encuentran en su punto más bajo desde la Guerra Fría, por lo que el riesgo de que hasta el más pequeño incidente se agrave hasta convertirse en un conflicto es peligrosamente alto. Trump, tras recibir duras críticas por las relaciones de su equipo con la interferencia rusa en la elección presidencial de 2016, tiene pocos incentivos para ser blando con Rusia. Al mismo tiempo, Putin ha promovido una narrativa que muestra a Rusia como víctima de la agresión estadounidense. Esto es reforzado diariamente en la televisión estatal rusa con historias del apoyo estadounidense a los “fascistas” antirrusos de Ucrania y el supuesto apoyo de Estados Unidos al Estado Islámico en Siria. Incluso los niños en edad escolar son incorporados al esfuerzo de presentar a Rusia como un valiente defensor de las naciones débiles contra las agresiones de Estados Unidos. En un reciente video de internet, muy popular en Rusia, se muestra a niños pequeños, de hasta diez años de edad, vestidos con uniformes militares y de pie frente a la estatua de la Madre Rusia en el campo de batalla de Stalingrado, cantando: “Estamos cansados de la hegemonía de Estados Unidos… Estamos listos para seguirte en la batalla, Tío Vladimir [Putin]”.
Algunos miembros del orden establecido ruso están alarmados por la toma de la política exterior de Rusia por parte del ejército y por la maquinaria propagandística. En noviembre pasado, Sergei Rogov, director de un influyente grupo de analistas financiados por el Kremlin, denominado Instituto de Estudios sobre Estados Unidos y Canadá, dijo que se debe hacer algo para evitar el peligro de una guerra accidental. Aunque Rogov culpó a los europeos y a los estadounidenses por provocar la situación, advirtió que “esta situación podría provocar la guerra en cualquier momento”. No se trata de una advertencia sin fundamentos. Cuanto más dependa la popularidad de Putin de mantener a Rusia eternamente en guerra, tanto más peligroso se vuelve el presidente ruso.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek