Se suponía que sería una vacación familiar común y corriente, pero resultó ser algo con graves implicaciones mundiales, y no fue muy relajante.
En la primavera de 2016, Reza Zarrab —un adinerado comerciante de oro de 34 años— abordó un avión de Estambul a Miami. Él y su esposa, la glamorosa estrella pop turca Ebru Gündes, les dijeron a sus amistades que llevarían a su hija a Disney World.
Pero Zarrab nunca llegó al Castillo de Cenicienta. Cuando el empresario turco nacido en Irán bajó del avión en Florida, el FBI lo arrestó por administrar una compleja maquinación con uno de los principales adversarios de Estados Unidos. Por casi seis años, Zarrab había contrabandeado unos 1,000 millones de dólares en oro a Irán a cambio de efectivo, violando las sanciones contra Teherán, las cuales fueron aplicadas por Estados Unidos en repuesta al programa nuclear del país. Zarrab también se las arregló para vender petróleo y gas iraníes (otra violación a las sanciones) usando facturas falsas para legitimar los tratos bajo un programa legal de la ONU.
A finales de noviembre, el comerciante de oro fue enjuiciado en el distrito sureño de Nueva York. Días antes, había llegado a un acuerdo con el gobierno estadounidense: a cambio de una sentencia reducida, se declaró culpable y aceptó atestiguar en contra de otro acusado en la maquinación, el subdirector general de un gran banco de propiedad estatal con conexiones políticas.
El juicio de Zarrab podría tener implicaciones de más amplio alcance tanto para Turquía como para Estados Unidos. Su caso ha implicado al presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en el escándalo, y amenaza su estadía en el poder. También ha propiciado más preguntas sobre el trabajo de Michael Flynn, exasesor de seguridad nacional de Trump, en nombre del gobierno turco —que comprometía parte de su negociación de culpabilidad de diciembre con el fiscal especial Robert Mueller— y exacerba todavía más la relación tensa de Ankara con Washington, un aliado clave de la OTAN. Como lo dice Eric Edelman, exembajador de Estados Unidos ante Turquía: “Cada vez que parece que las cosas no pueden empeorar en Turquía, yo siempre digo: solo esperen”.
“NO PUEDES INVENTAR ALGO ASÍ”
En 2013, cuando se supo del escándalo de Zarrab, no parecía que tendría un importante impacto internacional. El asunto creció a partir de una investigación de la policía turca a Zarrab y otros cuando Erdogan era primer ministro (ganó la presidencia en 2014). Cuando la policía arrestó al comerciante de oro también pilló a los hijos del ministro del Interior y del ministro de Economía del país. Luego los fiscales filtraron una revelación asombrosa: tenían grabaciones intervenidas de Zarrab en las que supuestamente reveló que miembros de la familia del primer ministro —e incluso Erdogan— sabían de la maquinación para desobedecer las sanciones.
El líder turco trató de aplastar la investigación. Afirmó que su exaliado convertido en némesis, Fethullah Gülen, un predicador musulmán que vivía exiliado en Pensilvania, estaba detrás del asunto de Zarrab. Erdogan rápidamente despidió a los policías y fiscales involucrados en el caso, luego ordenó que se liberara a todos los prisioneros después de que pasaron 70 días en prisión. “Se ha hecho justicia”, declaró Erdogan.
En el verano de 2016, pocos meses después del arresto de Zarrab en Miami, hubo un intento de golpe de Estado en Turquía. Fracasó, pero Erdogan de nuevo se fue encima de Gülen y sus seguidores, afirmando que ellos estaban detrás de ello. Así comenzó una represión brutal contra supuestos simpatizantes de Gülen por todo el país, la cual hoy aún continúa. Y exigió que Washington repatriara a Gülen a Ankara para ser enjuiciado, una solicitud que le negó la administración de Obama.
Rechazado por la Casa Blanca, Erdogan contactó al equipo de Trump, el cual estaba en medio de una acalorada campaña presidencial. En septiembre de 2016, el presidente turco envió representantes a reunirse con el teniente general retirado Michael Flynn en un hotel de Nueva York. Flynn era el asesor clave en política exterior de Trump, y aun cuando no lo reveló en su momento, aceptó más de 500,000 dólares en honorarios de cabildeo de una compañía con nexos cercanos a Erdogan. Según James Woolsey, exdirector de la CIA, quien también estuvo en la reunión, el grupo discutió una operación de captura y huida para regresar a Gülen a Turquía (el abogado del general retirado ha dicho que el cliente no ofreció garantías de que secuestraría a Gülen y lo enviaría a Ankara).
Meses después, el Día de la Elección, Flynn escribió una columna de opinión paraThe Hill, en la cual elogiaba al gobierno de Erdogan y atacaba al predicador turco. “Las fuerzas del islam radical derivan su ideología en clérigos radicales como Gülen”, escribió. “No deberíamos darles refugio”.
En enero de 2017, Trump asumió el cargo, y los analistas dicen que el líder turco vio una oportunidad para hacer que Estados Unidos enviara a Gülen y ahora a Zarrab de vuelta a casa. “Erdogan pensó que tenía una oportunidad de tener a Trump de su lado”, comenta Bulent Aliriza, alto miembro del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington. A principios de febrero, Trump despidió a Flynn, supuestamente por mentirle al vicepresidente Mike Pence sobre sus contactos con el embajador de Rusia ante Estados Unidos. Pero también despidió al fiscal federal Preet Bharara, de quien Trump había dicho previamente que lo conservaría. Bharara había llevado el caso contra Zarrab, y su despido complació a Erdogan. Ello llevó a que algunos especularan que Trump trataba de apaciguar a su par turco, una acusación que el equipo de Trump niega. De cualquier manera, en por lo menos tres ocasiones diferentes el presidente turco planteó el caso de Zarrab a Trump, según funcionarios de la administración: en una reunión en la Oficina Oval la primavera pasada, en una llamada telefónica a principios de septiembre y en las reuniones de la Asamblea General de la ONU de ese mes.
Una razón por la cual el líder turco pudo haber pensado que la Casa Blanca lo ayudaría: el equipo legal de Zarrab. El comerciante de oro había contratado al exfiscal general Mike Mukasey (quien trabajó para la administración de George W. Bush) y a Rudy Giuliani, exalcalde de Nueva York (y firme partidario de Trump). Ambos cabildearon ante la administración en nombre de Zarrab. Esto fue un acto sorprendente. Giuliani fue un enemigo fervoroso del acuerdo nuclear con Irán, el cual acabó con las sanciones contra Teherán a cambio de que detuviera su programa armamentista, y el Departamento de Justicia de Mukasey ayudó a imponer las sanciones. Como lo dice Amanda Sloat, exfuncionaria del Departamento de Estado durante los años de Obama: “No puedes inventar algo así”.
Para presionar más a Trump, Erdogan empezó a involucrarse en lo que Aykan Erdemir, un exlegislador turco, llama “diplomacia de rehenes”. Después del fallido golpe de Estado del año pasado, el gobierno turco detuvo —y todavía tiene bajo custodia— al misionero estadounidense Andrew Brunson, quien está acusado de trabajar en nombre de Gülen durante la revuelta. Luego, previamente este otoño, el país arrestó a dos turcos que trabajaban en la embajada de Estados Unidos en Ankara bajo cargos de ayudar en el fallido golpe de Estado de 2016. Erdogan ya había arrestado a una docena de ciudadanos estadounidenses —incluidos un científico de la NASA y un misionero cristiano— bajo cargos similares. Y el líder quería intercambiarlos por Gülen y Zarrab, mencionan legisladores turcos y diplomáticos estadounidenses.
Ni Giuliani ni Mukasey quisieron hablar conNewsweek para este artículo, pero funcionarios de la administración de Trump, quienes hablaron bajo la condición del anonimato dado lo sensible del asunto, dicen que trataron de averiguar si el presidente aceptaría tal intercambio de prisioneros. A instancias del secretario de Estado, Rex Tillerson, y de H. R. McMaster, asesor de seguridad nacional, Trump se negó a hacer este trato, comenta un portavoz del Departamento de Estado.
Pero la implicación de Trump con Turquía continuó. La fiscalía especial había investigado si el trabajo de consultoría de Flynn para Turquía incluyó discusiones con respecto a que Estados Unidos regresara a Gülen a Ankara. Después de la reunión de captura y huida en septiembre,The Wall Street Journal reportó que a Flynn y su hijo, Michael Flynn Jr., les ofrecieron 15 millones de dólares en una segunda reunión con representantes turcos en Nueva York por su involucramiento en atrapar al clérigo musulmán. Esta reunión fue en diciembre de 2016, cuando Flynn era parte del equipo de transición de Trump. Las interacciones del exgeneral con los turcos, junto con la negociación de culpabilidad de Zarrab, propiciaron que se especulara que el comerciante de oro también podría saber algo turbio de Flynn y su hijo, dada su cercanía con la dirigencia turca.
Poco después de que se supo la noticia de que Zarrab había cambiado de opinión, Flynn selló su propia negociación. El 1 de diciembre admitió que le mintió al FBI no solo con respecto a lo que había discutido con el embajador ruso; también aceptó que dio declaraciones falsas al gobierno de Estados Unidos con respecto a su trabajo para Turquía. Flynn dijo: “Reconozco que las acciones que admito hoy en la corte fueron erróneas”.
TESTIGO ESTRELLA DORADA: En el segundo día de testimonio, Zarrab, comerciante de oro, acusó de corrupción a altos funcionarios del gobierno de Erdogan. Entre quienes participaron en la maquinación iraní, afirma, está Caglayan. FOTO: OZAN KOSE/AFP/GETTY
ERDOGAN PASA POR UN MOMENTO DIFÍCIL
Sin importar lo que suceda con Flynn, la furia de Erdogan por el caso de Zarrab es la señal más reciente de que la relación de Washington con Ankara está desenmarañándose, a decir de funcionarios estadounidenses actuales y anteriores.
Estas tensiones preceden a Trump. La administración de Obama no solo ignoró las solicitudes de Turquía de repatriar a Gülen, ambas partes se enfrentaron por el apoyo de Estados Unidos a los kurdos que combatían al grupo Estado Islámico y al presidente sirio Bashar al Assad. Turquía ha combatido por mucho tiempo a los separatistas kurdos en casa y le ha enfurecido que Estados Unidos haya apoyado a quienes luchaban en Siria.
Más recientemente, las tensiones entre Washington y Ankara han aumentado. A la administración de Trump le molestó que guardaespaldas turcos atacaran a manifestantes contrarios a Erdogan afuera de la embajada turca en Washington, en mayo. Conforme continúa el juicio de Zarrab, Aliriza menciona que la relación de Estados Unidos con su aliado clave en la OTAN “está en crisis”.
Públicamente, la Casa Blanca ha fingido que su relación con Ankara está bien. Previamente este año, Trump se reunió con Erdogan en la Asamblea General de la ONU en Nueva York y dijo: “Al momento, [Turquía y Estados Unidos] están tan cerca como siempre lo hemos estado”. Sin embargo, en privado, funcionarios de la administración aceptan que la declaración de Trump fue un mero deseo o intencionalmente engañoso.
Exfuncionarios de la Casa Blanca comentan que el choque con Ankara podría empeorar. Los estadounidenses tienen mucho en juego en Turquía. Es estratégicamente vital dada su ubicación entre Occidente y Oriente Medio. Estados Unidos desde hace mucho lanzó misiones importantes en la guerra contra el terrorismo desde ese país. Pero la lucha contra el Estado Islámico en Siria e Irak está relajándose, y después del juicio de Zarrab, Estados Unidos podría imponer multas significativas a bancos turcos clave que se han involucrado en eludir las sanciones. La moneda turca y su mercado bursátil ya se han desplomado por estos miedos. Cualquier efecto colateral económico podría hacer más vulnerable políticamente a Erdogan, si este permitiera elecciones limpias en 2019. Y Edelman, el exembajador de Estados Unidos ante Ankara, recientemente sorprendió a un público pequeño en Washington cuando dijo que Turquía podría encaminarse a una “guerra civil”.
ESTADO DE EMERGENCIA: Erdogan estrecha la mano del presidente Hassan Rouhani, de Irán. El caso de Zarrab ha implicado al líder turco en un escándalo, y amenaza su estadía en el poder. FOTO: ATTA KENARE/AFP/GETTY
PÁJARO EN EL ALAMBRE
Erdogan usa la crisis para despertar el sentir antiestadounidense en Turquía. El 1 de diciembre, un fiscal turco emitió una orden de arresto para Graham Fuller, exfuncionario de la CIA, por su supuesto “involucramiento” en el intento de golpe de Estado de 2016. Mientras tanto, los medios de comunicación del Estado turco retratan el juicio de Zarrab como una provocación de ojo por ojo contra Ankara porque tiene a estadounidenses tras las rejas. La campaña antiestadounidense es el ejemplo más reciente de cómo Erdogan —un líder elegido democráticamente con inclinaciones autoritarias— alimenta la paranoia para explotar la división cada vez más amplia entre secularistas e islamistas en el país.
El presidente turco podría tener buenas razones para ser paranoico. Pocos días antes de que comenzara el juicio a Zarrab, la fiscalía anunció que el acusado había aceptado declararse culpable y fungir como testigo en un caso contra Mehmet Hakan Atilla, subdirector de Halk Bank, una de las más grandes instituciones financieras de Turquía (Atilla viajó a Nueva York en marzo, donde el FBI lo arrestó. Por qué lo hizo después de que Zarrab fue capturado sigue siendo un misterio).
Para el final del segundo día de testimonio de Zarrab, el comerciante de oro había dado detalles de corrupción en los niveles más altos del gobierno turco. Cuando trató por primera vez de tener acceso al dinero iraní —intercambiando oro por petróleo y gas—, atestiguó que enfrentó la resistencia de Atilla, quien sintió que Zarrab llamaría mucho la atención porque estaba casado con una celebridad. Entonces, Zarrab acudió con Zafer Caglayan, ministro de Finanzas de Turquía y un aliado cercano de Erdogan. Caglayan supuestamente le dijo que mediaría los intercambios de oro por la mitad de las ganancias. En cuanto se involucró el ministro de Finanzas, Zarrab atestiguó que Atilla supuestamente empezó a ayudar a lavar los ingresos (Caglayan también ha sido acusado, pero no está siendo enjuiciado porque Turquía se niega a extraditarlo. Atilla se ha declarado inocente de los cargos en su contra).
Para Erdogan todavía podría haber peores noticias. Niega saber algo sobre las maquinaciones de oro con los iraníes de Zarrab, pero durante el juicio podría surgir información perjudicial de las grabaciones turcas intervenidas, y los detalles escabrosos de corrupción de alto nivel podrían dañarlo políticamente, dicen fuentes con conocimiento del caso (pidieron el anonimato mientras el juicio esté en marcha). Entre otras cosas, expresan las fuentes, las grabaciones intervenidas muestran que Erdogan se reunió con Zarrab y otros involucrados en la maquinación en 2013, y discutieron las ventas de oro, aparentemente como una manera de aumentar las exportaciones de Turquía y combatir su déficit comercial cada vez mayor.
A Erdogan claramente lo preocupa el juicio de Zarrab, pero podría no ser suficiente para quitar del poder al presidente turco. Como otros hombres fuertes, él controla los medios de comunicación en su país y usa la publicidad negativa del exterior para fomentar una mentalidad de “nosotros contra ellos” entre sus partidarios, los cuales conforman alrededor de la mitad del país. A la fecha, ha tenido éxito en esa empresa.
Como dice Edelman, Erdogan “no irá a ninguna parte sin pelear”.
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Publicado en cooperación conNewsweek / Published in cooperation withNewsweek