Hasta los entusiastas más ardientes de Alphabet, Amazon, Apple, Facebook y Microsoft (cinco de las compañías más valiosas del planeta) empiezan a enfriarse. Hace poco, Roger McNamee, uno de los primeros inversionistas importantes de Facebook, dijo a Techonomy: “Facebook tiene los márgenes más grandes de cualquier compañía de tamaño similar en la economía estadounidense. Funciona como una farmacéutica sin hacer ensayos clínicos”. El senador de Virginia, Mark Warner, principal demócrata del Comité de Inteligencia del Senado, añadió: “Han crecido muy rápido; no estoy seguro de que se hayan percatado, plenamente, de las implicaciones de todo su poder”. Warner es el tipo que está arrastrando a Washington, D. C. a los ejecutivos de Facebook, Google y Twitter, para pedirles cuentas por la manera como Rusia utilizó sus plataformas durante las elecciones presidenciales.
¿Qué pueden hacer los gigantes tecnológicos para mejorar sus imágenes? Ro Khanna, representante demócrata de Silicon Valley, hizo una sugerencia en un editorial publicado hace poco en The Washington Post. Khanna señala que estos gigantes tienen los recursos y la innovación para beneficiar mucho a la sociedad. A condición de que se interesen menos en sus resultados trimestrales y en superarse mutuamente. “Más que el precio de las acciones o el lanzamiento de productos, el legado de Silicon Valley estará definido por la disposición de los líderes tecnológicos para contribuir al gran experimento estadounidense”, escribe Khanna.
Hace poco, Alphabet hizo un esfuerzo tentativo para demostrar cómo podrían conquistarnos esas compañías. Su laboratorio de investigación X (antes conocido como Google X) ha estado trabajando en algo llamado Proyecto Loon para llevar el servicio de internet —y, claro, los productos Google— a lugares apartados, como las estepas mongolas. Cargados con equipo de comunicaciones, los globos Loon están diseñados para elevarse casi 20,000 metros sobre territorios carentes de internet y actuar como torres celulares flotantes para los dispositivos que se encuentran abajo.
Después de que el huracán María devastó Puerto Rico, Alphabet propuso a los funcionarios de la isla que usaran su tecnología Loon para conectividad de emergencia. Una idea estupenda, pero ejecutada con las patas. Tardaron un mes en llevar un globo Loon hasta la isla, y un mes es como 10,000 años en tiempo inactivo de teléfono inteligente. El 20 de octubre, Loon quedó implementado y operando, pero los globos tal vez no se queden donde hacen falta. “Esta es la primera vez que usamos nuestros nuevos algoritmos de aprendizaje automático para mantener los globos agrupados sobre Puerto Rico, así que seguimos aprendiendo cuál es la mejor manera de hacerlo”, informó X en una publicación de su blog. Lo cual significa que, si estás corriendo Slack en San Juan, podrías perder la señal si sopla un viento fuerte.
Es obvio que Alphabet ofrece cosas geniales que podrían ayudar al mundo más que muchos gobiernos. Si, por ejemplo, respondiera a cada desastre con sus Loons u otros inventos, empezaríamos a ser más tolerantes con Alphabet en cosas como privacidad e interferencia electoral.
Amazon tiene una oportunidad estupenda para hacer algo que ha frustrado al gobierno estadounidense: inyectar nueva vida a una ciudad en decadencia como Detroit o St. Louis. A principios de año, Amazon pidió propuestas para la nueva segunda sede de la empresa, la cual creará 50,000 empleos altamente remunerados. Más de 200 ciudades presentaron solicitudes para la segunda sede de Amazon antes de la fecha límite de octubre, y la compañía dará su fallo en 2018. Estados Unidos necesita que la empresa tome una buena decisión social insertándose en una región hambrienta de trabajos. El impacto de Amazon podría ser como el de la Fundación Clinton cuando se mudó a Harlem, en Nueva York, en 2001, dando un empujón al timón de la renovación.
Con todo, la decisión podría hacer que Amazon termine luciendo mucho más competitiva. La mayoría de los analistas opina que su elección será completamente egoísta y que optará por una ciudad pujante y talentosa, como Denver o Boston. Además, Amazon amenaza con captar todo el ingreso, incluso de las ciudades oprimidas que están compitiendo por la segunda sede. La compañía dejó clara su pretensión de incentivos excesivos, y los aspirantes respondieron. Newark, Nueva Jersey, ofreció exenciones tributarias de 7,000 millones de dólares; Maryland y Filadelfia también propusieron exenciones de miles de millones de dólares. Stonecrest, Georgia, llegó al extremo de prometer que cambiaría su nombre por Amazon. Ahora bien, esta empresa tiene una capitalización de mercado de 464,000 millones de dólares; y solo el trimestre pasado tuvo un ingreso de 44,000 millones de dólares. Así que necesita exenciones fiscales e incentivos tanto como necesitas robarle cinco centavos a tu abuela.
Los otros gigantes tecnológicos están, mayormente, cavando tumbas más hondas en su cementerio de relaciones públicas. Facebook construyó una plataforma que los rusos y los supremacistas blancos pueden usar para ejercer una influencia enorme en la sociedad. Es necesario que Facebook tenga las agallas para reconocer esto, y luego nos demuestre que hace todo lo posible para ser más abierta y responsable con su poder. En este momento, casi lo único que unifica a republicanos y demócratas es el esfuerzo para obligar a compañías, como Facebook, a que divulguen quién pagó publicidad política; y la empresa de Mark Zuckerberg se está resistiendo, desembolsando 2.85 millones de dólares en el tercer trimestre para hacer presión contra los nuevos reglamentos: un incremento de 41 por ciento respecto al mismo periodo del año pasado. ¿A qué se debe esta fuerte oposición? A que semejantes legislaciones podrían orillar a Facebook a rechazar parte de su publicidad, lo cual menguaría ligeramente los enormes márgenes a que hizo referencia el inversionista McNamee.
Microsoft y Apple no lucen mucho mejor. En octubre, Microsoft lanzó su Informe Corporativo de Responsabilidad Social, en el cual señaló que la compañía trata de usar energía sustentable y hacer que su software sea accesible a personas con discapacidades. Sin embargo, no añade mucho para capturar la imaginación del público. Al mismo tiempo, Satya Nadella, el presidente de Microsoft, se embolsó 20 millones de dólares en efectivo y acciones el año pasado; en buena medida, porque impulsó lo que describe como “una mentalidad de crecimiento” en toda la cultura de la empresa. No le pagaron 20 millones de dólares para mejorar la sociedad. ¿Y qué tal Apple? iPhone X: 999 dólares. No se diga más.
Khanna pretende que los gigantes tecnológicos vean una oportunidad en este momento histórico: “Una oportunidad para responder a los desafíos que enfrenta nuestro país”, escribió. “La esperanza es que respondan al llamado de la nación para promover el bien común, desde expandir las oportunidades de trabajo a las comunidades de todo el país hasta asegurar que las plataformas en línea no contribuyan a la polarización o a la desinformación”.
Tal vez Khanna sea demasiado optimista. En su nuevo libro, The Four, el empresario serial y profesor de la Universidad de Nueva York, Scott Galloway, habla de Amazon, Apple, Facebook y Google. Hacia el final, escribe: “¿Cuál es el objetivo último de todo esto, de la mayor concentración de capital humano y financiero jamás reunida? ¿Cuál es su misión? ¿Curar el cáncer? ¿Eliminar la pobreza? ¿Explorar el universo?”.
Galloway concluye: “No, su objetivo es vender otro maldito Nissan”.