Era un plan de fuga muy arriesgado que comenzó en el ascensor de un tribunal de Moscú. El 1 de agosto, dos oficiales de policía rusos conducían a cinco sospechosos de homicidio a una audiencia en el juzgado. Pero, mientras el ascensor bajaba, según dicen los investigadores, un sospechoso —con las manos esposadas al frente— comenzó a estrangular a un agente por detrás, mientras los demás acusados desarmaban rápidamente al otro oficial.
Con las armas recién obtenidas en las manos, los hombres salieron del ascensor en el tercer piso del tribunal y abrieron fuego contra los miembros de la Guardia Nacional de Rusia, pero las fuerzas de seguridad del Estado los sometieron muy pronto. Tres agresores murieron en el tiroteo; otros dos sufrieron heridas graves y uno de ellos falleció después en un hospital moscovita. Poco después, la televisión rusa divulgó imágenes de los sospechosos tendidos en charcos de sangre. “¿Ese está vivo o muerto?”, preguntó una voz fuera de cuadro, mientras oficiales de seguridad hacían guardia en la escena del crimen.
Los cinco hombres que intentaron darse a la fuga estaban acusados de una serie de homicidios brutales en autopistas de las inmediaciones de Moscú. Había sido una de las olas de asesinatos más horripilantes de Rusia bajo el mandato de Vladimir Putin. Y también una de las más inexplicables, lo que dio origen a rumores incendiarios sobre encubrimientos de alto nivel y venganzas terribles. Al cabo de casi tres años, los rumores no se han disipado. Y con buena razón.
CADÁVERES EN LA AUTOPISTA
Según los investigadores, la matanza comenzó el 3 de mayo de 2014, cuando Anatoly Lebedev y su esposa, Tatiana, ambos sesentones, conducían al sur por la autopista M4, una carretera de 1,530 kilómetros que discurre por el corazón agrícola de Rusia. Reinaba la oscuridad y habían viajado casi una hora cuando Anatoly se percató de que uno de sus neumáticos perdía presión. Se detuvo a un lado del camino y descubrió un orificio. Mientras sacaba el gato hidráulico del maletero aparecieron al menos dos hombres armados que dispararon cuatro veces sus armas 9 mm; mataron a Anatoly donde se encontraba y a Tatiana, en el asiento del pasajero. Luego, los agresores desaparecieron, y dejaron el vehículo estacionado junto al camino.
La siguiente víctima fue Alexei Tsiganov, conductor de autobuses de 53 años, quien fue abatido a tiros en la M4 dos meses después. En agosto, descubrieron el cuerpo sin vida de Albert Yusupov, un exbailarín de 31 años que yacía tendido junto a su auto en un camino cerca de Moscú. Le habían disparado en la cabeza y en la espalda. Los autos de ambos hombres tenían los neumáticos pinchados. Y así siguió la lista. Llegado el otoño, la cifra de muertos en la M4 y sus cercanías alcanzó los dos dígitos. Algunos informes afirmaban que la pandilla había cobrado las vidas de hasta 26 automovilistas.
Al citar fuentes de los servicios de seguridad, los medios estatales y los sitios web noticiosos pro-Kremlin afirmaron que el robo no fue la causa, pues las víctimas fueron despojadas, si acaso, de apenas unas cuantas pertenencias. Así que, de inmediato, los medios rusos apodaron a los pistoleros misteriosos como la “pandilla GTA”, una referencia al videojuego Grand Theft Auto, en el cual los videojugadores realizan actos de violencia aleatoria.
Los investigadores señalan que las tácticas de la pandilla eran simples y brutales. Colocaban una cadena con pinchos de metal en los caminos cercanos a Moscú, a menudo en la M4, aunque no siempre. Luego, esperaban a que un auto pasara por encima, y cuando los conductores se apeaban para inspeccionar el daño, la pandilla atacaba y mataba a sus víctimas con destreza y precisión.
Algunos automovilistas tuvieron la suerte de escapar. Una noche de julio de 2014, Irina salió de Moscú y viajaba al sur por la M4 cuando el indicador del tablero mostró que el neumático trasero izquierdo estaba perdiendo aire. Se detuvo junto al camino, pero no se apeó de inmediato. Esa decisión le salvó la vida. “Vi las siluetas de varios hombres”, recuerda Irina, quien me pidió que no revelara su identidad real. “Uno de ellos echó a correr hacia el auto. Lo vi sacar un arma de la chaqueta. Otro tenía un cuchillo”.
Aterrada, Irina se alejó a toda velocidad. Llamó a la policía con su celular y les dio sus coordenadas de GPS. En pocos minutos, los agentes llegaron a la escena, pero no hallaron rastro alguno.
Ya que las autoridades no pudieron detener la matanza, las especulaciones aumentaron. Los nacionalistas rusos aventuraron la teoría de que las autoridades ucranianas habían contratado asesinos para sembrar el caos entre la ciudadanía rusa. Según esa teoría, el motivo era vengarse del Kremlin por haber invadido Crimea a principios de aquel año. Otros argüían que la pandilla estaba integrada por miembros corruptos de las fuerzas especiales rusas, y citaban rumores no confirmados de que los agresores usaban balas reservadas para los servicios de seguridad. Vladimir Yakhnenko, profesor de la Universidad Estatal de Moscú, sugirió que los asesinos eran satanistas, porque los pinchos de metal que usaba la pandilla para inhabilitar los vehículos de sus víctimas tenían forma de cruces negras.
En octubre de 2014, unos 150 vigilantes armados lanzaron patrullajes nocturnos en los caminos de las inmediaciones de Moscú, y detuvieron vehículos sospechosos e interrogaron a los conductores. “Estos asesinos no son simples locos”, me dijo Erik Davidich, líder de los vigilantes, antes de emprender un patrullaje. “Están muy bien organizados y son demasiado profesionales para eso”, aseguró. “En un caso, tres de ellos dispararon al mismo tiempo a la cabeza del conductor, desde 10 metros de distancia. Y en la oscuridad”.
Davidich y sus vigilantes no atraparon a la pandilla, pero tan pronto como empezaron a vigilar las autopistas, no volvió a registrarse un solo asesinato. La orgía de sangre de la pandilla GTA había llegado a su fin.
Con todo, el misterio en torno de la muerte y la destrucción que dejó a su paso distaba mucho de esclarecerse.
EL TERRENO DE CAZA: Los asesinos tendían sus emboscadas colocando pinchos en las autopistas, casi siempre en la M4. Los nueve sospechosos arrestados son trabajadores migrantes, todos originarios de ex Estados soviéticos de Asia central. FOTOS: GUBIN/ALAMY; INVESTIGATIVE COMMITTEE
LA CAJA DE ZOMBIS RUSA
Udelnaya es una aldea apacible, casi idílica, localizada a unos 40 kilómetros de la capital rusa. Es un destino popular entre los moscovitas acomodados, quienes pasan los fines de semana relajándose en residencias de dos o tres pisos, rodeadas de altas vallas. Costosos vehículos de factura extranjera se deslizan por las calles arboladas, muchas de ellas con nombres de escritores rusos.
La madrugada del 6 de noviembre de 2014, cuando el sol aún no salía, una unidad de fuerzas especiales, fuertemente armada, llegó a Udelnaya. Su objetivo era un edificio situado al fondo de un complejo residencial: el hogar de un kirguiso de 35 años llamado Ibaydullo Subkhanov, su mujer, la madre de esta, y los dos hijos pequeños de la pareja.
Los agentes de las fuerzas especiales ordenaron a los ocupantes que salieran con las manos en alto. Las mujeres y los niños obedecieron. Subkhanov no lo hizo. En vez de ello, los investigadores dicen que abrió fuego con una pistola y lanzó un dispositivo explosivo hacia los agentes, quienes respondieron con una descarga letal de balas y granadas. Subkhanov murió al instante y, luego, quemaron el edificio hasta los cimientos. Poco después, las autoridades registraron la propiedad y encontraron docenas de armas, incluyendo rifles de asalto AK—47, pistolas Browning semiautomáticas y bombas.
En su informe, los investigadores declararon que Subkhanov era el líder de la infame pandilla GTA. Los habitantes de la aldea quedaron impactados. “No sabíamos nada de la pandilla hasta que escuchamos los disparos y las explosiones, y vimos todo aquel humo”, me dijo un vecino cuando visité Udelnaya.
En las semanas siguientes, las autoridades rusas arrestaron a nueve presuntos miembros de la pandilla y los acusó de 17 asesinatos. Los sospechosos eran trabajadores migrantes de Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán, Estados exsoviéticos de Asia central, eminentemente musulmanes. Como la mayoría de los millones de trabajadores migrantes que abandonan países pobres para ir a Rusia en busca de empleo, todos tenían trabajos mal pagados. Unos eran conserjes, otros descargaban camiones o realizaban pesadas tareas manuales en sitios de construcción.
Subkhanov era conserje en el complejo de Udelnaya, pero en un giro extraordinario, la propiedad donde vivía pertenecía a la familia de Alexei Staroverov, un funcionario de alto nivel de la oficina del procurador general de Rusia. Hasta los reporteros veteranos se sorprendieron con aquella noticia: ¿cómo el presunto líder de una de las pandillas más violentas de Rusia terminó viviendo en la casa de un prominente funcionario de la ley?
Staroverov negó todo conocimiento de la pandilla. Dijo que rara vez visitaba la propiedad y que nunca conoció a Subkhanov. No obstante, algunos dudaron de su palabra, y señalaron sus finanzas, a todas luces turbias, como prueba de falsedad (a pesar de su salario modesto, en una ocasiónForbes citó a Staroverov como uno de los funcionarios de seguridad más ricos de Rusia). A la larga, debido al arsenal descubierto en su propiedad, los investigadores iniciaron un proceso criminal en su contra por tráfico de armas, pero Viktor Grin, el subprocurador general ruso, ordenó que se sobreseyera la acusación de inmediato.
El nexo entre Staroverov y la pandilla debió ser uno de los reportajes más importantes del año, y, no obstante, fue mayormente ignorado por los medios afiliados al Kremlin. “La Caja Zombi ha guardado silencio y hace como si nada pasara”, escribió Alexei Navalny, líder de la oposición rusa, utilizando el apelativo popular para la televisión estatal.
Después de interrogar a Staroverov, los investigadores dictaminaron que fue mera coincidencia que el presunto líder de la pandilla estuviera viviendo en su propiedad. El funcionario renunció discretamente a su cargo y su paradero actual se desconoce. Aunque muchos cuestionaron la versión oficial, nunca se dio una explicación clara sobre por qué se vio involucrado con la pandilla.
Sin embargo, las sospechas persisten. “No creo en coincidencias de este tipo”, dice Dmitry Alyaev, reportero deFergana, sitio web noticioso moscovita dedicado a los asuntos de Asia central. “Hay algo extremadamente raro en todo esto”.
“MATARON A PERFECTOS DESCONOCIDOS”
La rareza no terminó con Staroverov. A pocos días de los arrestos, Putin felicitó a la policía por su estupendo trabajo. “Esto fue un crimen terrorista”, dijo al jefe del Ministerio del Interior, Vladimir Kolokoltsev, el 8 de noviembre de 2014. Y los medios estatales hicieron eco de sus comentarios. El diario oficial del gobierno ruso,Rossiyskaya Gazeta, afirmó que fuentes policiales habían dicho que los sospechosos de los homicidios eran islamistas radicales. “Quienes han sido arrestado no estaban disparando o acuchillando personas por dinero”, escribió el diario. “Mataron a perfectos desconocidos —no creyentes— por su ideología”. Los medios pro-Kremlin también informaron que Subkhanov, el presunto líder de la pandilla, había combatido durante un corto tiempo para el Estado Islámico en Siria.
Esta no habría sido la primera vez que grupos militantes islamistas atacaban Rusia. En 2009, el grupo yihadista Emirato del Cáucaso reivindicó un ataque con bombas que descarriló un tren de alta velocidad que viajaba de Moscú a San Petersburgo, así como los atentados en las estaciones del metro de Moscú, el año siguiente. El mismo grupo dijo que llevó a cabo el ataque suicida del Aeropuerto Internacional Domodedovo en la capital rusa, en 2011. Y bombarderos suicidas atacaron también la ciudad sureña de Volgogrado antes de las Olimpiadas de Invierno de 2014.
Con todo, a pocos días del arresto de la pandilla GTA, el Comité Investigador —una agencia policial al estilo del FBI, la cual solo responde a Putin—, declaró que los asesinatos no eran más que una forma extremadamente violenta de robo en autopistas. “Los integrantes de la pandilla solo estuvieron motivados por la codicia”, declaró Vladimir Markin, portavoz del comité, el 12 de noviembre de 2014.
Aquella conclusión no guardaba la menor correspondencia con todo lo que se sabía de los ataques. Según la acusación oficial, publicada en detalle en el sitio web rusoMediazona, el artículo más valioso que robaron los presuntos pistoleros fue un Toyota Land Cruiser. Y casi siempre dejaban los vehículos de sus víctimas a un lado de la autopista.
Más adelante, Markin se contradijo cuando, en la radio estatal, declaró que la pandilla estuvo parcialmente motivada por el deseo de tomar las vidas de personas inocentes. “Eran muy astutos”, comentó el año pasado, antes de la primera audiencia judicial de los criminales. “Vivían como trabajadores migrantes comunes y eran absolutamente dóciles. Pero de noche, cual lobos, salían a matar”.
Los abogados de los sospechosos fueron designados por los investigadores o seleccionados de un fondo de representantes legales favorecidos por los servicios de seguridad. Estos juristas aprobados por el Estado declararon que sus clientes eran culpables de los cargos y no hicieron referencia pública al obvio absurdo de los alegatos. Aun así, en entrevista conNewsweek, Irina Zykova, quien representa a uno de los sospechosos supervivientes, insinuó que los asesinatos van más allá de la ganancia financiera. “Es verdad que no tomaron casi nada de sus víctimas”, dice Zykova. “Pero debes entender que soy abogada defensora y, para mí, es más fácil trabajar con el caso que se ha presentado que con un cargo más grave”. Se negó a proporcionar más detalles.
Pero si los pandilleros no mataban por ganancias, entonces ¿qué otra explicación puede haber? ¿Y por qué las autoridades rusas están tan ansiosas de ocultar los motivos reales?
UN JUICIO DEMASIADO PRECIPITADO: Cuatro sospechosos de la GTA murieron en un tiroteo con la policía cuando intentaban escapar. Algunos creen que la escasa seguridad en el tribunal fue parte de una conspiración para matar a los sospechosos antes de leer los cargos en el juzgado. FOTOS: MIKHAIL SVETLOV/GETTY; ILIYA PITALEV/SPUTNIK/AP
“¡PODER BLANCO! ¡FUERA LOS MORENOS!”
Tras el tiroteo en el tribunal, llamé a Natalia Kozlova, autora del artículo deRossiyskaya Gazeta. Como el portavoz impreso oficial del gobierno ruso, este diario mantiene estupendas relaciones con las fuerzas de seguridad y se espera que refleje la postura del Kremlin. Mi intención era determinar si las fuentes de Kozlova en las fuerzas policiacas le habían mentido sobre los motivos de la pandilla GTA. Y si no lo hicieron, averiguar cuál era la explicación para el drástico cambio de tono de los medios estatales.
Es en extremo inusual que los reporteros de los medios estatales rusos hablen de su trabajo con periodistas extranjeros, pero Kozlova decidió abrirse y no tuvo empacho alguno en reconocer que había un encubrimiento. “Los investigadores no querían atemorizar a la sociedad”, dijo. “La sociedad no siempre tiene que saber toda la verdad”. Una realidad desagradable, agregó Kozlova, es que los asesinatos fueron inspirados por una mezcla explosiva de extremismo islámico e ira por el tratamiento hostil que recibían en Rusia. “Asesinaron personas por motivos raciales, nacionales y religiosos”, afirmó. “Es probable que algunos de ellos se hayan marchado a Siria”.
Si bien es difícil obtener las cifras exactas, se cree que entre 1,500 y 4,000 asiáticos centrales se han unido a grupos militantes islamistas de Siria. Según los analistas, muchos son vulnerables a la propaganda islamista porque sufren racismo, discriminación y violencia generalizados en Rusia, a menudo a manos de la policía. Los migrantes asiáticos centrales que trabajan en Rusia han sido objetivo de la propaganda en línea del Estado Islámico, en videos donde los acusan de ser “esclavos de infieles” y los instan a unirse a grupos yihadistas de Siria e Irak.
Pregunté a Diana Tatosova —la abogada de Fazlitdin Khasanov, uno de los cuatro hombres abatidos durante el enfrentamiento en el tribunal— si había detectado algún indicio de que los asesinatos de la pandilla fueron motivados por algo más que el robo. Tatosova dijo que tiene una buena relación con las dependencias de la ley y que fue asignada al caso porque a los investigadores les pareció “conveniente” trabajar con ella.
Pese a sus vínculos con los servicios de seguridad, la abogada afirmó que los miembros de la pandilla GTA estuvieron inspirados, al menos en parte, en sus “creencias ideológicas” y en su deseo de venganza. Añadió que los asesinatos en las autopistas fueron motivados por “la idea errónea y primitiva de que, si ellos nos temen, eso significa que nos respetan”. Las matanzas fueron asociadas con robos, agregó, porque “el Comité Investigador jamás dirá algo que pueda provocar pánico entre el público”.
Los investigadores no respondieron a una petición de comentarios deNewsweek. Sin embargo, si la pandilla GTA estuvo llevando a cabo una campaña terrorista en las autopistas de las inmediaciones de Moscú, es fácil entender por qué las autoridades rusas estarían deseosas de impedir que se sepa la verdad.
Los asesinatos iniciaron en una época en extremo delicada para el Kremlin. Seis meses antes de que aparecieran los primeros cuerpos en la autopista M4, cientos de personas que coreaban “¡Poder blanco!” y “¡Fuera los morenos!” se habían manifestado con violencia en un distrito del sur de Moscú tras el asesinato de un ruso étnico a manos de un hombre originario de Azerbaiyán, una exrepública soviética de mayoría musulmana. Hubo casi media docena de revueltas parecidas en poblaciones provinciales rusas en los cinco años previos a los homicidios carreteros. En 2010, miles de ultranacionalistas celebraron un mitin violento bajo las paredes del Kremlin para protestar por la muerte de un aficionado del futbol durante una trifulca con hombres de la región del Cáucaso Norte, eminentemente musulmana.
La situación se volvió tan grave que el Kremlin calificó la creciente tensión racial como “una amenaza para la seguridad nacional”. De modo que la noticia de que una pandilla de migrantes asiáticos centrales estaba asesinando rusos por motivaciones étnicas o religiosas seguramente habría desatado levantamientos y asesinatos por venganza en todo el país, desmintiendo la afirmación de Putin de haber llevado “estabilidad” a Rusia.
El Kremlin se ha vuelto hipersensible al asunto de dar publicidad a los ataques islamistas. El 19 de agosto, después de que un adolescente emprendiera un ataque con cuchillo en Surgut, una ciudad de Siberia, los medios estatales no hicieron mención alguna sobre el hecho de que el Estado Islámico se adjudicó la responsabilidad. Los dos canales de televisión nacionales más importantes mencionaron, brevemente, el ataque, pero ambos informes duraron menos de un minuto y citaron a investigadores diciendo que el agresor, un hombre de 19 años, oriundo de la región eminentemente musulmana del Cáucaso Norte, padecía de problemas psiquiátricos. En vez de informar sobre un caso patente de “terrorismo nacional”, los dos canales estatales dedicaron gran parte de sus programas a las tensiones en Estados Unidos tras el mitin de extrema derecha en Charlottesville, Virginia, el 12 de agosto.
“Los medios estatales rusos se niegan a reconocer que los ataques terroristas no están limitados a los países occidentales”, dice Ruslan Leviev, importante bloguero investigativo. “Pretenden que los rusos crean que los ataques terroristas de Europa son consecuencia directa de sus actitudes tolerantes hacia los migrantes y los refugiados”.
CALMA FORZADA: Los medios estatales minimizaron los recientes ataques terroristas en Rusia, y se especula que Moscú está encubriendo muchos aspectos de la oleada de asesinatos de la GTA porque no quiere que el público sepa que la campaña fue otro complot terrorista. FOTOS: STR/AFP/GETTY; EPSILON/GETTY
¿UNA CONSPIRACIÓN DEL KREMLIN?
Los asesinatos de la GTA llegaron a su fin con los arrestos de los migrantes, pero las especulaciones están cobrando impulso conforme los acusados supervivientes se preparan para comparecer nuevamente ante la corte, a fines de año. Y es que no todos están convencidos de que los sospechosos sean, siquiera, responsables de los homicidios. Supuestos bocetos policiacos filtrados a la prensa rusa sugerían que los agresores eran hombres blancos de aspecto eslavo. Los investigadores no han comentado sobre la veracidad de las imágenes, yNewsweek no ha podido determinar si son auténticas.
Otros dicen que las tácticas presuntamente utilizadas por la pandilla —que parecía tener una destreza impresionante para evadir las búsquedas policiales— eran demasiado profesionales para ser obra de asesinos improvisados. “No creo que los asesinatos fueran perpetrados por esos tayikos, uzbekos y kirguís”, comenta Alyaev, el reportero deFergana. “Todos los homicidios fueron cometidos de manera muy profesional. Si esto, realmente, hubiera sido obra de una pandilla de obreros migrantes, las fuerzas especiales de Rusia los habría localizado y destruido en un instante”.
Hay otros argumentos, más siniestros, que atizan las sospechas. Aunque, inicialmente, los presuntos pandilleros se declararon culpables de los asesinatos, algunos se retractaron después, afirmando que los investigadores los torturaron para que confesaran. Activistas proderechos humanos dicen que la policía rusa suele utilizar la tortura para obligar a inocentes a reconocer crímenes que no cometieron, y que los asiáticos centrales son un objetivo específico. “Siempre tengo graves sospechas cuando me entero de que un migrante de Asia central ha sido acusado de un crimen”, dice Valentina Chupkin, directora de Tong Jahoni, grupo moscovita proderechos humanos. “La policía rusa considera que los migrantes asiáticos centrales no tienen derecho alguno”.
También quedan las interrogantes sobre la relajada seguridad en el tribunal. ¿Por qué solo asignaron a dos policías —un hombre de 45 años y una mujer de 40— para escoltar hasta la sala del juzgado a cinco de los asesinos presuntamente más peligrosos del país? ¿Y por qué no los esposaron con las manos a la espalda, como dicta el procedimiento? “En mis 15 años de carrera, no recuerdo un solo caso en que hubiera cinco sospechosos al mismo tiempo en el ascensor de un juzgado”, comentó Nikolai Vernik, exoficial de policía, responsable de escoltar a los acusados al tribunal, en entrevista con los medios rusos. Todos los sospechosos aguardaban juicio en la misma instalación de detención moscovita, una grave violación de los reglamentos carcelarios rusos.
Igor Trunov, un abogado connotado, agregó que tal vez decidieran provocar la fuga de los hombres para que los servicios de seguridad tuvieran la oportunidad de “liquidarlos”. ¿Es posible que alguien quisiera silenciar a los acusados para que no divulgaran secretos peligrosos?
Anvar Ulugmuradov, el sospechoso de más edad, ciertamente quiso compartir algo en los meses previos al tiroteo del juzgado. “¿Puedo [tener la seguridad] de que nada me pasará, de que nadie me dañará… si digo lo que pasó realmente?”, preguntó Ulugmuradov en una audiencia preliminar. Sus supuestos compañeros de pandilla, incluidos los abatidos en el tribunal, en agosto, hicieron peticiones similares. En vano.
“¿Qué quieres?”, replicó el juez, cortante. “La corte no puede darte nada”.
Los acusados supervivientes no han vuelto a decir una palabra. Hasta ahora.
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Publicado en cooperación conNewsweek / Published in cooperation withNewsweek