Para algunos, la candidata presidencial del Partido Verde, la Dra. Jill Stein, aunque no tenía posibilidades en noviembre pasado, le quitó votantes liberales a la candidata demócrata Hillary Clinton. Para otros, ella un ejemplo de honradez y principios que ofreció una crítica necesaria de un moribundo sistema bipartidista.
El debate sobre el papel de Stein en la victoria de Donald Trump fue revivido cuando su nombre apareció este verano en una solicitud documental del Comité Judicial del Senado, el cual investiga la colusión potencial entre Rusia y la campaña de Trump. Con ello regresaron esas duraderas, aunque infundadas, sospechas de que Stein estaba asociada en cierta forma con elementos dentro del Kremlin. Esas sospechas derivan, en buena medida, de una fotografía de Stein tomada en Moscú en 2015, donde ella asistió a una conferencia. La ahora tristemente célebre imagen le muestra sentada en una mesa con el presidente ruso Vladimir Putin y el ex asesor de seguridad nacional Michael Flynn, quien está en el centro de la investigación de los nexos entre la campaña de Trump y Rusia.
Me reuní con Stein, y hablamos sobre el hackeo ruso, Corea del Norte y el futuro del Partido Demócrata.
—Empecemos con un artículo que escribí —“Complot ruso para elegir a Trump incluía a Jill Stein, según la más reciente teoría jubilosa en Twitter”— que usted llamó noticia falsa.
—En realidad, no fue noticia falsa. Exageré un poco al llamarlo noticia falsa. ¿Podemos decir que el título sensacionalista estuvo a un paso de la noticia falsa?
—La solicitud documental del Comité Judicial del Senado a los abogados de Paul Manafort y Donald Trump Jr. le mencionó. ¿Por qué?
—Pienso que está allí por la misma razón que esa foto sigue circulando sin un solo hecho. No había intérprete en la cena. Putin se acercó muy brevemente. Él tal vez estuvo allí 10 o 15 minutos antes de dar un discurso en ruso. Nadie le fue presentado a nadie. Mi conversación en realidad fue con el hombre sentado junto a mí, un diplomático alemán.
“Mi mensaje claro en esa conferencia fue desafiar al militarismo tanto estadounidense como ruso”.
“Los hechos no respaldan de ninguna manera la opinión de que estuve allí por algún propósito nefario o por algún tipo de acuerdo secreto. Recibí cero patrocinios para estar allí. Ningún pago. No hubo algo comprometedor en mi estancia en Moscú”.
—¿Habló con Michael Flynn en esa cena?
—Él se presentó a sí mismo poco antes de que nos sentáramos, y empecé a darle mi discurso de elevador sobre la “ofensiva de paz” en Oriente Medio, la cual fue mi política durante la campaña. Nuestra conversación terminó muy rápido entonces. Tal vez dos oraciones sobre la ofensiva de paz, en la que él no estaba interesado.
—¿Tuvo usted algún otro contacto con alguien afiliado con la campaña de Trump que podría haber llevado al Comité Judicial del Senado a sospechar razonablemente una colusión?
—Cero.
—¿Cero?
—Cero. Políticamente, no podíamos estar más alejados. Culturalmente, no podíamos estar más alejados. Me hace reír pensar siquiera en la sugerencia.
—Pero usted sí quería derrotar a Hillary Clinton, por lo que en ese sentido…
—Bueno, déjeme decir, eso es noticia falsa. Eso se basa en un artículo, esta opinión de que yo pensaba que Hillary era peor que Trump. Nunca dije eso. [Las sugerencias de que Stein era partidaria de Trump de hecho fueron refutadas como noticia falsa.]
“Mi declaración sumaria siempre fue que me sentiría terrible si Donald Trump era elegido, y me sentiría terrible si Hillary Clinton era elegida. Me siento más terrible por un sistema de votación que restringe a los votantes a dos opciones poco confiables y ampliamente antipáticas.
“Nunca he dicho que Hillary Clinton fuera mejor o peor que Donald Trump”.
—¿Usted cree que, de cierta manera, le quitó legitimidad a Clinton en los ojos de los jóvenes progresistas y de esa manera allanó el camino para una victoria de Trump?
—Los verdes no votan por los demócratas. Tiene que hacer las cuentas. No se puede simplemente mover los votos verdes a la columna demócrata.
“Recuerde, la mayoría de la gente que votó por Trump no votó por él. En realidad, votaron en contra de los Clinton.
CENAR CON EL ENEMIGO: Stein asistió a la ahora tristemente célebre cena con Putin (centro, derecha), y Flynn (centro, izquierda), en Moscú en 2015, pero dice que ella estuvo allí para desafiar la acción militar tanto de EE. UU. como de Rusia. FOTO: MIKHAIL KLIMENTYEV/SPUTNIK/AP
“Hallar maneras de racionalizar la supresión de voces de oposición no es lo que necesita la democracia. La democracia necesita más voces y más opciones, especialmente en un momento cuando los partidos demócrata y republicano son rechazados ampliamente por el público estadounidense”.
—¿Usted todavía piensa, con seis meses de la presidencia de Trump, que una presidenta Clinton no habría sido diferente de un presidente Trump?
—Nunca dije que “no eran diferentes”. Esa es otra trampa que he aprendido a evitar. Lo que dije fue que son diferentes, solo que no son lo bastante diferentes para salvar tu empleo, salvar tu vida y salvar al planeta y al clima. No deberían obligarnos a elegir entre dos candidatos quienes no cumplen con nuestras necesidades.
—Usted ha mencionado las noticias falsas varias veces durante nuestra conversación. ¿Usted cree que Rusia promulgó noticias falsas durante la campaña presidencial?
—He visto reportes opuestos al respecto, y no lo he seguido muy de cerca como para darle una opinión definitiva.
—¿Usted apoya la aprobación reciente de sanciones más duras contra Rusia?
—Pienso que las sanciones no van a conseguir lo que necesitamos, que es proteger nuestro sistema electoral. Necesitamos protegerlo contra no solo potencias extranjeras hostiles; también necesitamos protegerlo contra partidistas locales, contra gánsteres solitarios y contra las compañías privadas de software electoral quienes también tienen que ver en este juego. Necesitamos una protección total. Por ello es que inicié un recuento [después de la elección presidencial].
—La comunidad de inteligencia ha determinado unánimemente que, hasta cierto grado, Rusia influyó en la pasada elección presidencial. ¿Usted está de acuerdo con el presidente Trump en que deberíamos poner en duda esa valoración?
—No hay mucho en lo que esté de acuerdo con el presidente Trump. Lo que digo es que la historia no ha terminado. Desgraciadamente, hemos visto a nuestras agencias de seguridad cometer algunos errores en el pasado, como las armas de destrucción masiva en Irak. Digamos que Rusia lo hizo. Simplemente castigar a Rusia no hace seguros a los sistemas de votación.
—¿Ello no los disuadirá de hacerlo en 2018 y 2020?
—Bueno, podría disuadirlos, pero hay todo tipo de personas haciendo fila. Necesitamos un tratado internacional para acabar con esta guerra cibernética intensiva.
—Algunos podrían llamarle una apologista de Rusia por decir lo que acaba de decir.
—Pienso que estamos en una era de macartismo. Si piensas que los rusos son los únicos que cometen intrusiones de seguridad cibernética, te diría “buena suerte”. Es hora de empezar a leer la literatura sobre seguridad cibernética que hay por allí.
—Los dirigentes demócratas le han culpado de sus derrotas. ¿Por qué?
—Si soy percibida como una amenaza, lo tomo como un cumplido. Los demócratas no están haciendo mucha introspección con respecto a por qué han perdido apoyo. Las cosas no están cambiando dentro del Partido Demócrata. Y mucha gente está perdiendo la paciencia. Parte de su defensa, pienso yo, es tratar de desacreditar a las figuras de oposición.
—Algunos le han acusado de excusar las ambiciones nucleares de Corea del Norte. ¿Qué piensa al respecto?
—Pienso que algunas personas son víctimas del… manual de cambio de régimen. Déjeme preguntarle: ¿cómo nos funcionó eso en Libia? ¿Y cómo nos funcionó eso en Irak? El cambio de régimen no es una gran idea, pero parte del cambio de régimen es deshumanizar y satanizar absolutamente a la persona que estás a punto de perseguir. Ahora bien, ello no es defender el historial de derechos humanos de Corea del Norte, el cual rebasa los límites. No obstante, tenemos que ser capaces de lidiar con la gente como gente. Eso es lo que Rex Tillerson [secretario de estado] y James Clapper [ex director de inteligencia nacional] dicen ahora.
—¿El presidente Barack Obama no trató una “paciencia estratégica”?
—Desgraciadamente, la paciencia estratégica no incluía negociación. No se ha intentado la negociación desde mediados de la década de 1990. Y, en realidad, funcionó muy bien. Básicamente congelamos el programa nuclear de los norcoreanos por ocho años, hasta que George W. Bush llegó y declaró el “eje del mal”. Y no solo declaró el eje del mal, él inició una política de ataque nuclear de primera ofensiva contra Corea del Norte. Por ello es que corea del Norte está arrinconada, sintiendo que necesitan un arma nuclear si van a sobrevivir. De eso se han tratado los ejercicios de guerra. Hemos llevado a cabo ejercicios de guerra por más de 10 años. Estos ejercicios de guerra esencialmente ensayan el soltar bombas nucleares sobre Corea del Norte. Uno puede imaginarse que ellos podrían sentirse a la defensiva.
—¿Usted estaría dispuesta a fungir como enviada a Corea del Norte para tratar de mediar algún tipo de acuerdo con Pyongyang?
—¿Lo estaría? Sí, o sea, no pienso que sería la persona con las credenciales para hacerlo. Entiendo que hay un movimiento en marcha para enviar a Rex Tillerson allí con ese propósito. Pienso que ello sería muy bueno. Estaría más que contenta de acompañarlo, pero no pienso que eso vaya a suceder.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek