Nadie conoce el lado oscuro de la internet mejor que los rusos. Desde AllOfMP3.com, antaño el sitio de piratería más popular del mundo, hasta su infiltración en la campaña presidencial estadounidense, los hackers moscovitas han sido los líderes mundiales del crimen cibernético. Por ello no sorprende que los genios rusos de la computación estén fuertemente implicados en la más reciente locura de internet: la moneda virtual. Y no solo atrae a los cibercriminales. También el Kremlin quiere participar en la revolución de criptomonedas emitiendo un “bitrublo” respaldado por el Estado.
Las criptomonedas, como el bitcoin, se basan en una tecnología llamada blockchain, una red descentralizada de certificados sincronizados en línea, la cual rastrea la propiedad y el valor de cada pieza. Pueden usarse como efectivo virtual y negociarse como moneda de uso corriente. Las compañías privadas pueden emitir sus propias monedas virtuales para financiar operaciones específicas, algo parecido al crowdfunding o a los bonos. Y su valor a futuro también puede negociarse, como las opciones.
Con alrededor de 70,000 millones de bitcoins en circulación y más de 100,000 comerciantes en todo el mundo que aceptan formas de pago similares (incluido Ulmart, uno de los detallistas en línea más grandes de Rusia), “de pronto todos toman en serio las criptomonedas”, dice Richard Titus, inversionista en ciberdinero. Las monedas virtuales también prometen una bonanza a lavadores de dinero, chantajistas en línea y cibercriminales, sobre todo en Rusia. Y dado que el mercado permanece, esencialmente, sin regulación, “es un auténtico salvaje Oeste”, advierte Titus. Hasta Jamie Dimon, presidente de JPMorgan Chase, habitualmente optimista en cuanto a la innovación tecnológica, previno en septiembre que las monedas virtuales son “un fraude… No terminará bien. Alguien acabará perdiendo la vida. Esto va a estallar”.
Los rusos han estado implicados en criptomonedas desde su introducción, a mediados de los años 2000, y los criminales utilizaron las primeras monedas virtuales, como e-gold, para cometer fraudes transfronterizos con tarjetas de crédito. La tecnología original era “eminentemente estadounidense, pero siempre vinculada con Rusia”, donde ocurría entre 80 y 90 por ciento de la actividad global de fraudes crediticios, informa Alexander Klimburg, autor de The Darkening Web, análisis recién publicado sobre las amenazas a la ciberseguridad.
El Kremlin siempre ha recelado de las criptomonedas que, técnicamente, son ilegales en Rusia; no obstante, hace poco el gobierno señaló su cambio de postura. En junio, durante el Foro Económico Internacional de San Petersburgo, el presidente Vladimir Putin anunció que Rusia estaban considerando el lanzamiento de un “rublo digital” y celebró las posibilidades que ofrecían las monedas virtuales. Un grupo de instituciones financieras, supervisado por el Banco Central ruso, está probando una “cadena maestra” propietaria basada en una plataforma popular llamada Ethereum, la cual podría utilizarse para emitir bitrublos.
Incluso se ha hablado de crear una criptomoneda supranacional para las naciones BRICS emergentes —Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica— como “buena alternativa al dólar”, dijo Kirill Dmitriev, director del fondo de inversión Russian Direct, entrevistado en agosto por la agencia noticiosa estatal Ria Novosti. Si bien el total mundial de criptomonedas es menor a 100,000 millones de dólares —muy inferior a la suma propuesta de 10.2 billones de dólares—, a Putin lo atrae la idea de socavar el control de Estados Unidos como propietario de la principal reserva mundial de moneda y, así, hace poco instó a las BRICS a “superar el dominio excesivo de la cantidad limitada de monedas de reserva”.
Hay otras razones legítimas por las que a Moscú le interesa participar en el mercado de criptomonedas. El Kremlin está deseoso de atraer los enormes capitales que fluyen hacia proyectos de cadena de bloques (blockchain) en todo el mundo. Y también quiere abrir Rusia a la industria de la minería bitcoin, donde cualquiera puede reclamar bitcoins recién emitidos —generados automáticamente por una red de cómputo de cadena de bloques preprogramada—, si logra resolver los complejísimos códigos que liberan cada bitcoin nuevo. China es el líder mundial en minería bitcoin. Sus mineros utilizan enormes bancos de servidores que consumen inmensas cantidades de energía para procesar los números necesarios, y Moscú está ansiosa de ingresar en ese negocio. Dmitry Marinichev, un asistente de Putin, predice que “Rusia tiene el potencial de alcanzar hasta 30 por ciento de participación en la minería global de criptomonedas” lo que, en términos actuales, se traduciría en una participación de mercado de 100 millones de dólares anuales para Rusia.
EL BITCOIN RIGE TODO CUANTO ME RODEA: Muchos jugadores han incursionado en las criptomonedas, desde Dmitry Marinichev hasta Burger King. FOTOS: MAXIM ZMEYEV/AFP/GETTY IMAGES; ANDREY SMIRNOV/AFP/GETTY IMAGES
El Banco Central ruso también está explorando el uso de criptomonedas para regular el sistema bancario nacional, notoriamente corrupto, donde financiadores cuestionables suelen hacer préstamos a compañías ficticias que luego cierran, obligando al gobierno a devolver el dinero a los depositantes. En cambio, las criptomonedas son rastreables, lo que permitiría supervisar mejor el destino del dinero de un banco.
El tercer objetivo de Rusia con las monedas virtuales es lo que inquieta a las agencias de la ley internacionales: su uso como herramientas para lavado de dinero. A diferencia del efectivo, todas las transacciones con criptomonedas se asientan en un registro. Eso las vuelve perfectamente rastreables, así que es fácil monitorear las negociaciones entre empresas legítimas. Sin embargo, el problema es que la propiedad del efectivo virtual no es atribuible, necesariamente, a personas o empresas. Y las unidades monetarias virtuales pueden volverse anónimas al introducirlas en lo que se conoce como un “tumbler”, un servicio que modifica la identidad del propietario al cambiar las monedas por otras que pertenecen a otros usuarios que también desean permanecer anónimos. De esta manera, el dinero virtual tiene el potencial de volverse la “cleptomoneda” perfecta para cualquiera con motivos siniestros, y puede desplazarse por el mundo con unos cuantos golpes del teclado.
Uno de los aficionados a las criptomonedas más prominentes de Rusia es un abogado y exfuncionario de la KGB, Andrei Lugovoi, el principal sospechoso del asesinato por envenenamiento del exespía ruso Alexander Litvinenko en Londres, en 2006. Lugovoi es uno de las docenas de funcionarios y empresarios rusos que no pueden viajar ni tener activos en Europa o Estados Unidos. Algunos han sido objeto de sanciones internacionales porque apoyaron la decisión de Moscú de anexionar Crimea; porque tuvieron algún papel en el asesinato del abogado anticorrupción Sergei Magnitsky, en 2009; o como Lugovoi, porque tienen órdenes de aprehensión pendientes por crímenes cometidos en Occidente. A pesar de ser sospechoso de asesinato en el Reino Unido, Lugovoi es vicepresidente del comité de seguridad y anticorrupción de la Duma y, en esa condición, asistió al foro sobre criptomoneda de abril, en Moscú, para exaltar las criptomonedas de base de cadena de bloques. Arguyó que el dinero virtual permitiría que las compañías rusas —tuvo el cuidado de no decir “individuos”— esquiven las restricciones occidentales. “Es una situación muy singular, donde la política de sanciones de Occidente brinda la oportunidad para que nuestros negocios creen algo nuevo”, dijo Lugovoi.
No hay duda de que los rusos han sido muy prolíficos para crear criptomonedas nuevas y, a menudo, extrañas. Por ejemplo, en abril, ZrCoin recaudó más de 7 millones de dólares en su “oferta de moneda inicial” (el equivalente a la oferta pública inicial) para un proyecto que pretende recuperar circonio de los desechos industriales en Magnitogorsk, Rusia. La empresa afirma que el valor de cada ZrCoin está respaldado por un kilogramo de circonio sintético. También este año, Mikhail Shlyapnikov, un agricultor de la región de Moscú, reunió más de 2 millones de dólares en un lapso de dos meses emitiendo la moneda virtual de su granja. Conocida como Kolion —denominación inspirada en Kolionovo, nombre de la aldea de Shlyapnikov, y respaldada por la producción agrícola de su propiedad—, la moneda ha duplicado su valor desde el lanzamiento, en mayo. Hasta el Burger King ruso se ha metido en la jugada y ha emitido monedas de lealtad llamadas Whoppercoins, con las cuales puedes adquirir hamburguesas, aunque también pueden intercambiarse y negociarse en la plataforma de cadena de bloques paritaria Waves.
Muchas de estas monedas parecen artilugios, pero los lavadores de dinero están listos para sacar partido a la revolución rusa de criptomonedas. Hace poco, la organización no gubernamental Proyecto de Información sobre Crimen Organizado y Corrupción actualizó su estudio de 2014 titulado “La lavandería rusa”, e incluyó los detalles más recientes sobre una extensa y sofisticada red de bancos y compañías pantalla offshore, la cual era utilizada por oligarcas vinculados con el Kremlin para burlar sanciones y proteger dinero robado; hasta ahora, de manera convencional. Según informó la ONG, entre 2011 y 2017 más de 20 compañías pantalla con nexos rusos realizaron 26,746 transferencias para lavar alrededor de 20,800 millones de dólares, utilizando un mismo esquema.
Las monedas de cadena de bloques podrían facilitar mucho ese tipo de lavado. Las monedas virtuales “son una pesadilla potencial para los investigadores”, dice un exfuncionario de la ley estadounidense, con experiencia en Moscú, que pidió permanecer anónimo debido a su trabajo como consultor de clientes gubernamentales. “Es fácil rastrear el dinero que pasa de un banco a otro. Lo mismo puede decirse de los bitcoins… Sabes cuál entidad en línea los tuvo y en qué momento. Pero ¿quién está detrás de esa entidad en línea? El lavado consiste en crear una propiedad falsa. Es entonces cuando el anonimato de la criptomoneda se vuelve un problema”.
La extraña ironía es que tanto los criminales rusos como el gobierno estén a favor de las criptomonedas; unos como medio para lavar dinero y, el otro, como vehículo para rastrear el dinero del Estado. No obstante, las tecnologías de cadena de bloques permiten ambas cosas. El Tesoro estadounidense y el Banco Central ruso han anunciado sus intenciones de regular el mercado, aunque no queda claro cómo las nuevas reglas controlarían el comercio con monedas virtuales fuera de las jurisdicciones nacionales. “Los rusos dicen estar haciendo legislaciones, y eso es hilarante”, comenta Klimburg. “Todo el país es una operación masiva de lavado de dinero y evasión fiscal”.
Además, las tecnologías de cadena de bloques tienen otras aplicaciones criminales. Son una mina de oro para los hackers con acceso a redes de cómputo gigantes, conocidas como botnets. Un bot es una computadora que ha sido infectada con un tipo de virus llamado caballo de Troya (troyano), el cual permite que el propietario de la botnet controle la máquina a distancia. Las botnets pueden estar integradas por cientos de miles de máquinas y casi siempre se usan para generar un tráfico enorme que colapsa los sitios web. Y ese poder disruptivo las convierte en armas para exigir dinero de rescate o lanzar una guerra política.
En 2007, un grupo de ciberpiratas rusos demostró por primera vez la capacidad ofensiva de los botnets cuando atacó y colapsó, brevemente, gran parte de la minúscula infraestructura cibernética de Estonia. Pero, más recientemente, las botnets se han utilizado con una finalidad muy distinta: robar capacidad de cómputo para descifrar los códigos de bitcoins nuevos.
MÁS BITCOINS, MÁS PROBLEMAS: Un monumento a Bitcoin en Ekaterimburgo y el Banco Central de Rusia. Ya que la propiedad del efectivo virtual no es atribuible a personas o negocios, esto podría beneficiar a los lavadores de dinero. FOTOS: DONAT SOROKIN/TASS/ALAMY STOCK PHOTO; ANDREY RUDAKOV/BLOOMBERG/GETTY IMAGES
Los mineros de bitcoin legítimos tienen que invertir en equipos de cómputo costosos y pactar acuerdos con proveedores de servicios para comprar la electricidad sobrante (Gazprom y EuroSibEnergo, los gigantes energéticos de Rusia, anunciaron hace poco que estaban negociando la venta de megavatios baratos a unas 70 compañías especializadas en minería de bitcoin). Sin embargo, los “bot masters” se limitan a robar esa capacidad de cómputo secuestrando las computadoras de desconocidos. El caso más reciente fue el de un grupo de hackers —“probablemente norcoreanos con base en China”, según Klimburg— quienes, en abril, aprovecharon una vulnerabilidad del sistema operativo Windows para crear un botnet que utilizaron para la minería de bitcoin.
Esa vulnerabilidad —conocida en el ambiente como un “exploit”— probablemente fue descubierta por la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA) como una herramienta de hackeo que podría utilizarse para acceder a sistemas de cómputo a través de defectos en los programas. Es posible que el exploit, llamado “EternalBlue”, fuera una de miles de herramientas de pirateo de la unidad ultrasensible Tailored Access Operations, la cual fue robada por el reservista de la Marina estadounidense Harold Martin III, excontratista de Booz Allen Hamilton, quien fue acusado en octubre de 2016 por darse a la fuga con cerca de 50 terabytes de hacks secretos y otros datos de la NSA y la CIA.
No se sabe, exactamente, cómo EternalBlue llegó a manos de un grupo de hackers conocido como Shadow Brokers (con estrechos nexos con el Servicio de Seguridad Federal de Rusia). Pero el 14 de abril, esos ciperpiratas filtraron en línea, y gratuitamente, el código del exploit para que lo usara cualquier hacker que quisiera. En cuestión de dos semanas, más de 230,000 computadoras de 150 países se habían infectado con virus que utilizaban EternalBlue. Los mineros de bitcoin norcoreanos fueron los primeros en aprovechar esta entrada, pero otros los siguieron poco después usando EternalBlue para distribuir virus llamados WannaCry y NotPetya. Esos dos programas de ransomware amenazaban con destruir el sistema de la computadora infectada a menos de que recibieran un pago en bitcoins. Para el 12 de mayo, WannaCry había paralizado grandes sectores de los sistemas de cómputo del Servicio Nacional de Salud de Gran Bretaña, la compañía española Telefónica, el Deutsche Bahn en Alemania, y a FedEx.
Tal vez las criptomonedas no sean, de sí, cuestionables. Mas es evidente que hay un profundo cruzamiento entre los mundos del hackeo y los rincones más oscuros del mundo de la criptomoneda. Conforme enormes cantidades de dinero empiecen a circular —el valor de bitcoin creció 7.5 veces solo en el último año y la moneda de Ethereum, el ether, se incrementó 4,000 por ciento durante el ciclo anual concluido este verano—, el mercado se convertirá en un parque de juegos para emprendedores brillantes, inversionistas ávidos de riesgos, y criminales ingeniosos. Y Rusia, gracias a su singular nexo con genios cibernéticos y a su experiencia en lavado de dinero, se encuentra bien posicionada para surgir como el salvaje Oeste del nuevo mundo de las criptomonedas.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek