El gato de Richard Zablauskas estaba atrapado en un árbol. El árbol de sus vecinos, quienes él creía que eran espías rusos.
Empezaba la década de 1990 y el residente cincuentón de Riverdale —una zona elegante del Bronx, en la Ciudad de Nueva York— fue a pedir ayuda. Frizbee, su gato, estaba sentado en una rama que se proyectaba sobre la residencia de la Misión Permanente de Rusia en Naciones Unidas, un edificio austero, de estilo soviético, rodeado por una gran valla, paredes de metal y espirales de alambre de púas.
Zablauskas pidió a los guardias de la residencia que lo dejaran entrar y se negaron. Cuando regresó con una escalera, cedieron, permitiéndole apoyarla contra la valla y subir para rescatar a Frizbee del árbol. Gato en mano, Zablauskas observó desde lo alto de la escalera que unos niños y sus madres lo miraban con incredulidad desde el interior del complejo. “Su gente de seguridad sabe quién es, exactamente, cada vecino del barrio —dice—. Y aquellas personas estaban observándome. Fue lo más que llegué a ver de… los espías amistosos del vecindario”.
Durante más de 40 años, los diplomáticos moscovitas han vivido en esa estructura estrechamente vigilada, y Zablauskas dista mucho de ser el primero que sospecha de que los rusos la han utilizado para el espionaje. Analistas de inteligencia dicen que, en cualquier parte de Estados Unidos donde haya diplomáticos rusos, también es probable que haya espías rusos. Y la residencia del Bronx no es la excepción. Por ejemplo, en la década de 1980, Arkady Shevchenko, un desertor soviético, escribió en su libro, ‘Ruptura con Moscú’, que “el edificio de apartamentos de Riverdale [la residencia] y la misión… estaba erizada de antenas para escuchar conversaciones estadounidenses”.
Los edificios diplomáticos rusos han sido objeto de creciente escrutinio público durante este año. Luego de que Estados Unidos acusara al Kremlin de inmiscuirse en sus elecciones presidenciales de 2016, la presidencia de Obama cerró varios complejos de propiedad moscovita, argumentando que Rusia los había utilizado con fines de inteligencia. Cuando la presidencia de Trump entró en funciones, Estados Unidos continuó el ataque cuando el Congreso aprobó nuevas sanciones contra Moscú, orillando a los rusos a expulsar a cientos de diplomáticos estadounidenses. Eso condujo a nuevas represalias. Esta vez, la clausura del consulado general ruso en San Francisco, junto con otros dos edificios, uno en Washington, D. C. y otro en Nueva York.
No obstante, la residencia del Bronx permanece abierta, a pesar de que exfuncionarios estadounidenses y rusos sospechan que Moscú la utilizó como parte de su operación electoral de 2016. Uno de ellos es Steve Hall, jefe de operaciones rusas de la CIA, quien supervisó el servicio clandestino de la agencia en Moscú hasta su jubilación, el año pasado. “Es muy factible que la misión rusa emprendiera o apoyara algunas de las actividades del ciclo electoral de 2016, y que ahora empiezan a salir a la luz”, dice. “No solo en Nueva York, sino también en Washington y quizás en otros lugares”.
Las operaciones complejas requieren de un refugio seguro, añade Hall, un lugar donde la gente pueda vivir y comunicarse con Moscú mediante una línea segura. “Si vas a emprender operaciones cibernéticas”, prosigue, “necesitas un lugar donde puedan funcionar los equipos, las computadoras y los sistemas”.
Un ex operativo de inteligencia ruso, quien habló a condición de permanecer anónimo, debido a la sensibilidad del tema, estuvo de acuerdo. “Si un agente graba un activo durante una conversación en una reunión privada, podría usar este edificio para enviar esa [conversación] a Moscú, y ellos le dirán si el activo es mentira o si se trata de un informante”. Agrega que la privacidad de la instalación y su cercanía con la sede de Naciones Unidas en Manhattan le vuelven el lugar idóneo para organizar encuentros introductorios y otras conversaciones de inteligencia.
“Lo que hacen los rusos es lo que viste en 2016, reclutan y administran activos”, asegura Naveed Jamali, ex agente doble del FBI, quien trabajó contra Moscú en los años 2000. “Buscan gente que pueda escalar de nivel y que tenga acceso, que sea capaz de influir en las políticas”.
Ex agentes del FBI, quienes también pidieron el anonimato porque no estaban autorizados para hablar de manera oficial, dicen que Nueva York es la ciudad perfecta para que los rusos recluten activos y realicen operaciones de inteligencia. Moscú tiene gran cantidad de instalaciones diplomáticas en la ciudad, lo cual le permite proteger más espías bajo la calidad de inmunidad diplomática que en cualquier otra parte del país. Cuantos más diplomáticos sitúe Rusia en una región, más fácilmente podrá expandir sus operaciones de inteligencia evitando el escrutinio estadounidense. “Puedes estar seguro de que, en cualquier lugar donde haya un consulado ruso, habrá manejadores de espías rusos”, advierte Jamali.
Y si Estados Unidos alguna vez intentara emprender una redada o clausurar la instalación, interpone el ex operativo ruso, la residencia de la misión ONU –igual que otras sedes diplomáticas- están equipadas con un incinerador para destruir documentos sensibles. “Si te preguntabas por qué [hace poco] flotaba una nube de humo negro sobre el anexo de San Francisco, la razón es que Estados Unidos iba a inspeccionar el edificio [al día siguiente]”, afirma.
Ex funcionarios del FBI aseguran que la agencia tiene pleno conocimiento del uso que se da a las instalaciones diplomáticas y que vigila cada sitio de manera rutinaria, sobre todo mientras el FBI prosigue con su investigación sobre la posible colusión entre la campaña Trump y Moscú durante la competencia electoral de 2016. Dicha vigilancia podría incluir la ocupación de algunas viviendas en el área, como hizo cuando alquiló una cabaña junto a un complejo ruso en Long Island, la cual fue clausurada por la presidencia Obama el año pasado. Algunas de las viviendas que rodean la residencia del Bronx son propiedad de compañías de responsabilidad limitada imposibles de rastrear, si bien no se ha esclarecido si tienen alguna conexión con el FBI.
“No me sorprendería que el FBI tuviera instalaciones que usa para apoyar su misión de contrainteligencia contra los rusos”, dice Hall. “De hecho, esa sería mi expectativa”.
Para Zablauskas, el hombre que vive enfrente de la residencia, eso significa que sus vecinos no solo son espías. También podrían ser federales. Nada de lo cual parecía atemorizar a su felino, el cual murió hace más de una década.
“Aquella no fue la primera vez que Frizbee trató de desertar con los rusos”, recuerda, acerca de sus peripecias arbóreas. “Aunque, aquel día, llegó más lejos que nunca”.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek