Conor MacGregor ruge desde el vientre. Un tigre habita en forma de tatuaje en la boca de su estómago.
Las deslumbrantes joyas no cuelgan más del cuello de Floyd Mayweather, que le sonríe a la historia con su dentadura de porcelana fundida en su pulido cuerpo de obsidiana.
Llegaba el día en el que se repartían 360 millones de dólares entre estos dos socios con guantes…
McGregor es el dominante peleador de artes marciales mixtas, que viste bermudas hawaianas y realiza viajes supersónicos en su Lamborghini color pistache; Mayweather, el boxeador que ha salido del retiro, porque estaba aburrido…
“Lo hice por dinero”, confiesa, mientras cuenta los 270 millones de dólares, correspondientes al 75% de la bolsa generada.
Es la pelea más observada que se haya escrito en los libros de todos los tiempos. Rebasa los 4.6 millones de pagos por evento, incluso por encima del choque de hace dos años, entre Manny Pacquiao y The Money, Mayweather.
Si la ópera reclama de tenores, el box requiere de pugilistas.
Foto: AFP.
La tropicalización de este deporte hizo de la expectativa, el esperado negocio y de la contienda, una noche de palomitas para matar el ocio.
Y sonó la campana, como sonaba la caja registradora de dos hombres de negocios encubiertos. Pero McGregor no fue menos. Incluso fue más en los tres primeros rounds.
Y así, el irlandés conectó el 26 por ciento de los golpes lanzados sobre Mayweather; 111 envíos despostillaron aquella sonrisa de marfil de un sorprendido Floyd. McGregor aterrizó 30 golpes más sobre el rostro de pantera del norteamericano…
Se comprobaba así que la incredulidad también usa guantes…
En Las Vegas, las emocionantes tan fulgurantes tenían dos opciones : ser fingidas o ser genuinas. Los aficionados que asistieron pudieron hacer una mueca o entregarse con los brazos abiertos a aquellos gladiadores con gafas Gucci en aquel cuadrilátero por la sencilla razón de que el total recaudado por taquilla fue de 90 millones de dólares.
Ante tanta inversión en este circo con cuerdas, no había tiempo para ser un purista. Era como comprar un chiste, que aunque no te hiciera gracia, tenía que arrancarte, como mínimo, alguna sonrisa forzada.
Pero llegaron el round 9 y el round 10, en los cuales Mayweather se sintió como en un día en la oficina. Si Conor había entendido a la distancia como su principal fortaleza, el fondo físico fue su primera flaqueza.
Los combates de UFC rondan los 25 minutos; cuando se rebasó la frontera de los 30, Floyd hizo de su rival una gacela, que corría despavorida, ante tanta dinamita.
Habían pasado 2 mil 178 días desde el último KO de Mayweather, sobre Víctor Ortiz, hasta que ayer el referee paró esta pelea consumando así el KO técnico, tras el abanico de golpes permitidos sin respuesta de un irlandés, que ante todo siempre manifestó su fiereza.
“En la UFC me han estrangulado hasta perder la respiración, por su puesto que podía continuar peleando”, argumentó, con la seguridad que dan los 90 millones de dólares ganados por vestirse de boxeador.
La UFC ganó antes de la primera campanada. Está en la órbita del mundo.
El box, y todo su catálogo de trucos, perdió, aún después de la victoria de un Floyd Mayweather, que obtuvo su triunfo 50 y superó la marca de 49-0 del “legendario” Rocky Marciano, según ‘Money’.
McGregor salió de pie y venció al sentido común. “Convertí a Mayweather en un peleador mexicano”, sentenció al final un Conor, que forzó la agresividad de un invicto normalmente contragolpeador que, hasta ayer, había sido amigo de las tarjetas y las decisiones unánimes.
“Todo mundo gana. Después de la pelea, él, yo y nuestras familias habrán ganado”, dijo el ahora retirado boxeador.
“Floyd Mayweather no sobreviviría en una jaula”, se leyó después en un cartel. Así nació la insinuación de un episodio dos entre este par de socios con guantes…