Omar Hassan Majed escapó de Bagdad hace 12 años, pero a veces le parece que nunca dejó su hogar.
Mientras visita habitación tras habitación de su clínica oncológica en Ammán, Jordania, bromea con el personal de enfermería iraquí y bebe té con el anestesiólogo residente, un amigo de la infancia. Muchos de sus pacientes son iraquíes. Y cuando se detiene a cenar en una parrilla iraquí —en la esquina de las calles Mosul y Basra—, ha pasado muchas horas sin ver a un jordano.
“Es extraño, lo sé, pero aquí hay muchos médicos iraquíes”, informa Majed. “A veces me pregunto si aún queda alguno en Irak”.
Desde la invasión estadounidense de 2003, la élite intelectual y cultural de Bagdad ha abandonado su patria convulsa, huyendo de la violencia, la persecución y una economía que ofrece cada vez menos empleos adecuados. Decenas de miles han emigrado a Estados Unidos, donde muchos han tenido un éxito considerable. Más de medio millón –incluidas muchas de las personas mejor educadas del país- se han establecido en otras regiones de Oriente Medio. Y las cifras han aumentado a partir de 2014, desde que el grupo militante Estado Islámico conquistó hasta 40 por ciento de Irak.
El Estado Islámico ya ha sido expulsado de la mayor parte del país, pero los iraquíes no vuelven a casa. En países como Jordania, Líbano y los estados del Golfo, los talentosos emigrados iraquíes siguen trabajando en hospitales, diseñando carreteras, extrayendo petróleo y educando estudiantes. Y mientras Irak continúa pasando de una crisis a otra, en parte debido a la corrupción desenfrenada y la mala administración, sus ciudadanos más educados alcanzan el éxito en sus nuevos hogares, y encuentran cada vez más atractiva la vida en el exilio.
“Necesitábamos un ambiente seguro donde trabajar y vivir, y ellos necesitaban mano de obra calificada”, explica Ali Nawaz, un ingeniero petrolero radicado en Arabia Saudita, quien abandonó Bagdad al recibir una amenaza de muerte en 2006. “Ha sido una buena combinación”.
Esta no es la primera vez que Irak sufre una fuga de cerebros. Guerras previas tuvieron un efecto parecido –por ejemplo, la de Irán, en la década de 1980-, pero la turbulencia que siguió a la invasión estadounidense, y la posterior guerra con el Estado Islámico, han sido mucho más perjudiciales en ese sentido. El sistema escolar iraquí no solo está en ruinas, sino que la reciente fuga de profesionales ha dificultado mucho la vida de quienes han permanecido en el país. En los últimos años, más de 8,000 doctores han salido de Irak, contribuyendo a una grave escasez médica, afirma Rudaw, una cadena televisiva kurda.
“Es muy difícil ser un médico exitoso en Irak debido a la seguridad, debido al temor de un secuestro”, informa Nagham Hussein, doctora educada en Bagdad quien abandonó su patria hace más de una década.
En cambio, hay pocos de esos temores en Amman, su nuevo hogar, donde las pérdidas de Irak se han convertido, rápidamente, en ganancias para Jordania.
—
Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek