Sentado en su estudio, en la planta baja de un sencillo edificio de oficinas en la aburguesada parte norte de Copenhague, los miembros centrales del grupo artístico danés Superflex parecen mucho menos polémicos de lo que se podría esperar. Desde sus oficinas en Copenhague, Estocolmo y Londres, Jakob Fenger, Bjørnstjerne Christiansen y Rasmus Nielsen han trabajado juntos por 25 años proyectos de carga política que los han llevado a todas partes desde Texas hasta África, vía Bangkok, Japón y muchas de las galerías de arte más prestigiosas del mundo. Este año ve su encargo de más alto perfil a la fecha, con el anuncio reciente de que son los artistas más recientes invitados a llenar el amplio Turbine Hall del Tate Modern de Londres. Pero a pesar de los glamorosos proyectos y su estilo de vida de trotamundos, los tres hombres, todos mayores de 40 años, parecen sorprendentemente tener los pies en la tierra, vestidos con ropas informales, con una barba aquí, algunas canas allá y muchas arrugas alrededor de los ojos.
Al hablar de su obra provocadora —la cual ha incluido piezas como una réplica exacta de los inodoros usados por el Consejo de Seguridad de la ONU en Nueva York, erigidos en una playa de Holanda en 2010, y una video instalación, hecha en 2009, que trataba de hipnotizar a los espectadores para que pudieran percibir el cambio climático desde la perspectiva de una cucaracha— son serios, pacientes y tienen un sentido claro de su enfoque. Al intentar desafiar la globalización y las estructuras de poder, ellos llaman “herramientas” a sus obras, sugiriendo una aplicación más amplia y más allá del arte.
Aun cuando su misión es pugnaz, la jocosidad es esencial en la forma que Superflex ve el mundo. “El humor es solo uno de los botones que puedes presionar. Es muy efectivo. También es desafiante. No es solo divertido”, dice Nielsen. La obra del colectivo cuestiona los sistemas económicos y la mercantilización del arte, pero los artistas también subrayan la comedia innata en la vida cotidiana. Ellos llaman a la televisión infantil danesa de la década de 1970 como una de sus fuentes principales de inspiración, y hay más posibilidades de que sus obras sean experiencias en vez de objetos. “Queremos hacer cosas que tengan un impacto”, dice Christiansen.
Este junio, en la ARoS Triennial de Dinamarca, Superflex revelará una pieza al aire libre llamada Macetas de Banco de Inversión. Será una réplica escultural blanca de aproximadamente 8 pies de alto de las oficinas centrales de Deutsche Bank en Frankfurt, Alemania, llena de plantas psicoactivas que crecerán mientras dura la exhibición. Fenger dice que el objetivo es comparar las altas y bajas del consumo de drogas con la irrealidad de “todo este circo de inversiones”. Una serie de obras representando otros bancos de inversión se exhibirá internacionalmente durante todo este año en espacios desde Japón hasta Alemania. “Esperamos que un día podamos juntarlas; una ciudad de edificios de bancos de inversión”, rumia Fenger.
En ocasiones, la obra de Superflex ha metido en problemas a los artistas. La primera demanda contra ellos fue en la década de 1990, cuando la compañía de iluminación danesa Louis Poulsen los acusó de refundir uno de sus diseños icónicos (y costosos) sin permiso, “modificando” la clásica lámpara Ph5 para que se alimente de biogás en medio de los alrededores inverosímiles y libres de electricidad de una sencilla choza en Asia. Sorprendidos por las cartas de cesar y abstenerse, les interesaron las restricciones del derecho de autor y el papel de las marcas en limitar el compromiso creativo con logos, conceptos y productos. En el proyecto fílmico de 2008 Flooded McDonald’s, su obra mejor conocida hasta la fecha, un antro (facsímil) de comida rápida McDonald’s lentamente se inunda de agua hasta que todo el plástico, todo el mobiliario, todas las cosas con la marca flotan en una sopa lodosa, una declaración de la globalización, el cambio climático y el consumo. McDonald’s no demandó, pero la compañía de ropa Lacoste y el fabricante de refrescos Guaraná Antarctica luego tomaron acciones por otros proyectos.
ALTA SOCIEDAD: En una nueva serie de Superflex, a modelos de bancos de inversiones les brotan plantas alucinógenas. FOTO: SUPERFLEX
Tal vez irónicamente, dado cuán lejos irá su obra para subvertir al mundo corporativo, los miembros de Superflex conscientemente fundaron el grupo como una especie de negocio. De vuelta en 1993, en medio de un auge económico, cuando la cultura cuestionaba la globalización y el capitalismo, el trío incluso hizo citas de investigación con otras organizaciones corporativas para ver cómo se comunicaban, cómo se veían sus oficinas y cómo vestían los empleados. Diseñaron el nombre de su compañía en un viaje en bote a Suecia. “El nombre del bote era SuperFlex Bravo, y todos estaban vestidos en los mimos monos anaranjados. Pensamos que eso era excitante, así que tomamos el nombre”, recuerda Christiansen.
A pesar del sentido inherente de crítica a las estructuras corporativas, Superflex todavía cree en los beneficios de la relación colectiva. “Ha sido un matrimonio muy largo”, explica Fenger secamente. Los tres fundadores estudiaron en la Academia Real Danesa de Artes y han trabajado juntos por un cuarto de siglo, en ocasiones viviendo juntos en Bangkok y África. En cuanto a sus métodos de trabajo, Christiansen dice que “la gente piensa que es difícil que tres personas trabajen como una identidad. [Pero] nuestra comunicación en realidad sucede velozmente”.
Los artistas se reúnen con regularidad con libretas y lápices para concebir su obra, la cual a menudo juega con la idea de la libertad. Su proyecto Superchannel, el cual empezó en 2000, exploró las posibilidades de la TV gratuita por internet mucho antes de YouTube, transmitiendo desde una galería en Liverpool, Inglaterra. En Japón y Noruega, se apropiaron de tiendas de la esquina y las convirtieron en tiendas gratuitas para ver cómo los compradores reaccionarían cuando descubrieran el descuento de 100 por ciento en la caja. “Los hombres con edades entre 50 y 60 años estaban furiosos, arrojaban el dinero al suelo, gritando”, recuerda Fenger.
Por ahora, sus labios están sellados con respecto a su encargo más grande a la fecha —el cual se revelará en octubre— para el Turbine Hall, similar a una catedral, de Tate Modern, donde Superflex seguirá los pasos de artistas famosos como Ai Weiwei y Louise Bourgeois. Al anunciar el encargo, Frances Morris, directora de Tate Modern, dijo que estaba encantada de recibir al grupo al museo de arte moderno más visitado del mundo: “Su obra suscita preguntas oportunas sobre el papel del artista en la sociedad contemporánea, explorando cómo interpretamos y nos comprometemos con el mundo cada vez más complejo a nuestro alrededor”.
Qué forma exactamente tomarán estas “preguntas oportunas” queda por verse, y naturalmente los artistas no están adelantando mucho en esta etapa temprana. Pero una cosa es clara: la obra juguetona y provocadora de Superflex —ya celebrada por los conocedores del mundo del arte— está a punto de ser todavía más conocida. “Pienso que esperan 6 millones o más de visitantes en seis meses”, dice Nielsen. “¡Es como tener que organizar un partido de futbol de la Copa Mundial todos los días!”
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ARoS Triennial: El presente y el futuro, Museo de Arte ARoS en Aarhus, Dinamarca, 3 de junio al 30 de julio
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek