Guillermo Arriaga es un experimentador del cine mexicano que ha destacado por su capacidad para escribir historias, y cree que en Tijuana se están contando siempre las mismas.
Arriaga es el guionista de películas premiadas como Amores perros (2000); 21 gramos (2003); Babel (2006); El búfalo de la noche (2007) y director y guionista de Burning Plain (2009).
Desde su punto de vista, en la frontera se sufre de un absurdo que se debe eliminar: las historias del norte son contadas por la gente del sur.
Considera que el cine del norte es mucho más que migración y el narcotráfico e invita a que Tijuana revele más sobre su fascinante música, sobre sus empleos de maquila, sobre la industria y servicios médicos en la pantalla grande.
El escritor visitó la frontera por invitación del Centro Cultural Tijuana y por la Feria del Libro. Esta entrevista fue editada para facilitar su lectura, pero las respuestas se mantienen íntegras.
Guillermo Arriaga asegura que Burning Plain, es una película de frontera y de amor entre estadounidenses y mexicanos. FOTO: CORTESÍA
—Hay un tema que es recurrente en sus historias llevadas al cine y los libros, y es la necesidad de venganza.
—Yo creo que más que venganza, mi trabajo trata de las diversas vías que tienes para llegar a resarcir el daño que te ocurrió. Que no siempre el camino de la venganza es el correcto. Yo creo que mi obra es una sobre la esperanza y el amor sobre cualquier otra cosa.
—El cine del norte últimamente está ganando muchos premios, ¿tiene que ver el guión con lo que está pasando en esta zona?
—El guión es una parte importante de la película, pero no es toda la película. Creo que la virtud que ha tenido el cine es que ha podido contar historias de otras regiones que no son la Ciudad de México. Si algo va a enriquecer al país son las muchas historias que se pueden contar de México.
Yo siento que el norte tiene que rebasar lo que hemos hecho siempre de migración y narcotráfico. El norte es mucho más que migración y narcotráfico. Por eso cuando yo hice la película de Burning Plain, que es una película de frontera, la quise hacer una película de amor entre gringos y mexicanos. No necesariamente de migración y narcotráfico. Porque si no, yo que conozco muy bien el norte me parece injusto. Sí son temas importantísimos, la verdad, y no hay norteño que no se tenga que enfrentar a uno u otro, pero son mucho más que eso.
“Creo que las películas que pueden sanar son las películas que nos cuestionan y nos confrontan (…) que nos hacen ser más críticos frente a la clase política, mucho más que las comedias.”
Yo quisiera que siguieran surgiendo historias, de aquí del norte, pero también quisiera que fuéramos a ámbitos donde no es la migración y el narcotráfico lo que guía las historias del norte.
Insisto, no hay nadie en el norte que no se tope con esto. Pero hay otros mundos, por ejemplo, el mundo de las maquiladoras. Ha sido muy poco explotado el tema de las maquiladoras. Nadie habla de, —olvídate del narcotráfico— los otros crímenes. La venta de piezas automotrices, nadie habla del turismo médico. ¿Cuántas personas se vienen a operar acá porque les sale más barato? Todo el contrabando de medicinas, hablando de otro tipo de crímenes. Nadie habla de lo que significa enamorarse en la frontera. ¿Por qué todo tiene que estar matizado por narcotráfico y migración?
Estoy de acuerdo, son temas que son inevitables porque están ahí y son demasiado poderosos y sería un error soslayar, pero también es un error que solo concentremos la vida en esas dos.
—¿Qué se necesita para que contemos esas historias en el cine o en la literatura?
—Que le surja al escritor contarla y que le surja al director contarla. No puede un chilango llegar a decirles: “Tienen que contar esto”. Esto tiene que venir de ustedes. Pero también es algo que tiene que liberarse de ello. Y aparte es muy chistoso, porque muchas de las historias del norte, las ha contado la gente del centro, que interpretan cómo es la migración y el narcotráfico. Por ejemplo, la música de Tijuana. ¡Carajo, impresionante la música! Nortec, Julieta, Carla Morrison. Algo pasa en esta ciudad que tienen esa calidad de música.
—¿Y sus gustos literarios?, ¿qué le llama la atención?
—Hay un error que cometo, que es que dejo de leer literatura cuando estoy escribiendo. No leer literatura es no leer para mí, y no leí literatura en cinco años y medio. Le perdí el hábito a la literatura, y ahora estoy regresando a comprar libros, a ver libros de ficción, porque me alejé para que no influenciara en mi novela. Ahora estoy leyendo “Océano mar” de Alessandro Baricco. Fui a la feria del libro de Argentina y me traje varios de amigos como “El jardín del honor” de Maruan Soto Antaki.
—¿Está trabajando otra vez con algún cineasta?
—Yo solamente voy a trabajar con tres directores: conmigo y mis dos hijos, punto. Como escritor, o dirijo yo, o dirigen mis hijos. Ya no me interesa trabajar con ningún otro cineasta. La verdad son bien buenos directores. Siempre están dirigiendo juntos, como los hermanos Coen, son los hermanos Arriaga.
—¿Escribiría una serie de televisión?
—Tengo dos propuestas ahorita en Estados Unidos para hacer series de televisión. No puedo hablar de ello, por contrato. Pero no sé, si me tardo cinco años y medio en escribir un libro, y tres años en escribir una película, vamos a acabar la serie en el 2080, ¿no?
No ha sido la mejor experiencia para mí la televisión en series. No es algo que ahorita me quite el sueño. La persona que me está queriendo convencer me dijo: “No lo veas como una serie de televisión, velo como una película que vas a hacer de ocho horas”, y pues así sí me compró.
—¿Qué puede hacer un cineasta de la frontera para conectarse con Hollywood?
—Que hagan una gran película. Una película honesta, que ellos quieran hacer.
Mira, les voy a contar una historia. Cuando íbamos a salir con Amores Perros, yo me junté con un amigo mío que iba a sacar su película, y le dije: “¿Por qué cediste? Tu película era una como escritor, ¿por qué dejaste que le hicieran tantos cambios?” Y me dijo: “Porque yo voy a llegar a Hollywood, y tú con tu pinche peliculita de perritos, no vas a llegar a ningún lado, cabrón. Yo la voy a hacer en Hollywood, tú no”.
La tendencia era una película de peleas de perros, ¿a quién le va a llamar la atención? Yo hice la historia que tenía que hacer, y conté la historia que tenía que contar, y miren lo que pasó. El que quiere hacer las cosas para llegar a un lugar, termina no llegando, el que hace las cosas porque realmente quiere contar una historia, sí. Ahí tienes a Gerardo Naranjo, que hizo Miss Bala. Y yo sé, —me lo dijo uno de los agentes de Denzel Washington— que Denzel se muere por trabajar con Gerardo Naranjo. Él no quiso hacer una película para llegar a Hollywood, quiso contar una historia buena y la contó.
—¿Y el cine puede sanar a un país lastimado como México?
—No. Puede divertirlo dos horas. Creo que las películas que pueden sanar son las películas que nos cuestionan y nos confrontan, y nos hacen hacer preguntas y que nos hacen ser más críticos frente a la clase política, mucho más que las comedias. Creo que sana más una película como las de Amat Escalante, como las de Gerardo Naranjo, que las comedias. Las comedias divierten, pero para sanar necesitas cuestionar a fondo.