Al reivindicar la responsabilidad del ataque de mayo 22, durante el concierto de Ariana Grande en Manchester, el grupo militante Estado Islámico (ISIS) ha alcanzado nuevos niveles de ignominia.
Ya hemos visto otros blancos terroristas donde se congregan personas jóvenes: centros comerciales, discotecas y escuelas. Pero si el Estado Islámico realmente estuvo implicado, ha atacado deliberadamente a niños, preadolescentes, adolescentes y a sus padres en un atentado espantoso que dejó un saldo de 22 muertos y 59 heridos, y para el cual, el agresor utilizó una bomba de clavos con la finalidad de maximizar los daños.
Durante mi investigación, obtuve acceso a Telegram, la plataforma encriptada para propaganda en línea que usa el Estado Islámico donde, después del ataque, los simpatizantes del grupo diseminaron imágenes de niños muertos en Mosul, acompañadas de textos como: “Los niños occidentales no deberían estar seguros si sus (niños) no lo están”.
Esto reflejaba un sentir que escuché hace muchos años, cuando escribía mi libro sobre bombarderos suicidas, “Dying to Kill”. En agosto de 2001, una jordana llamada Ahlam al Tamimi estudió una pizzería Sbarro de Jerusalén para elegir el momento en que estaría presente la mayor cantidad de familias. Cuando atacó el restaurante, murieron 15 personas, incluidos siete niños y una mujer embarazada. Los palestinos justificaron el ataque argumentando: “Si nuestros niños no son sacrosantos, tampoco los suyos”.
Pese a lo espantoso de ese atentado, no fue más que la perpetuación una tradición terrorista de atacar niños o instalaciones con la finalidad específica de maximizar la cantidad de víctimas jóvenes.
La maquinaria de propaganda del Estado Islámico utiliza imágenes impactantes de niños muertos para provocar a su base y para motivar a personas de todo el mundo a unirse a lo que llama su “califato”. El objetivo de esas imágenes infantiles es persuadir a la gente de que emigrar a los bastiones del Estado Islámico en Al Raqa, Siria o Mosul, Irak es la única manera de impedir que el presidente sirio, Bashar Al-Assad, siga masacrando niños.
A lo largo de la investigación para mi próximo libro, “Small Arms: Children and Terror”, he descubierto que el grupo ha utilizado cada vez más niños como agentes terroristas; en el campo de batalla, dentro unidades comando mixtas llamadasInghimasi; como diseminadores de propaganda; para fabricar municiones; y, desde diciembre de 2014, como bombarderos suicidas.
A decir de un informe sobre niños y el conflicto armado: “En las zonas rurales de Alepo, Deir ez-Zor y Al-Raqa, Estados Unidos halló al menos 124 niños varones, de entre 10 y 15 años de edad, en entrenamiento militar. El uso de niños actuando como verdugos ha sido notificado y divulgado en videos grabados en Palmira y en ejecuciones específicas”.
El Estado Islámico ha usado niños de apenas cuatro años para ejecutar prisioneros a control remoto; y, hace poco, difundió el video de un niño de cuatro años disparando a un prisionero en la cabeza.
Decir que la niñez no existe en el Estado Islámicono es una exageración. Los terroristas no reconocieron la inocencia de las víctimas del concierto de Ariana Grande. Y los terroristas tampoco se adhieren al concepto de que los niños deben tener, necesitan o merecen un período feliz en sus vidas, durante el cual deben ser protegidos y amados.
De hecho, Ali Akhbar Mahdi, profesor de religión en la Universidad Estatal de California en Northridge, informa que la palabra “adolescente” no tiene un equivalente en los idiomas de Oriente Medio. En cambio, se habla de pre-pubertad, pre-juventud o pre-adultez. En la mayoría de los contextos, la infancia se entiende, simplemente, como un período caracterizado por la ausencia de razón.
Los terroristas que atacan niños se han vuelto mucho más comunes de lo que imagina la mayoría de las personas.
Por ejemplo, del 1 al 3 de septiembre de 2004, terroristas musulmanes chechenos ocuparon la Escuela Número Uno de Beslán, Rusia. Tomaron 1100 rehenes, incluidos 777 niños. Al terminar la crisis, habían muerto 384 personas, entre ellas los terroristas y más de 350 civiles.
Esta táctica no es exclusivamente yihadista. El atentado de Oklahoma City, en el edificio Murrah del FBI, incluyó una guardería. “De los 21 niños que estaban en la guardería la mañana del atentado, el 19 de abril, 15 murieron, incluidos los cuatro que se encontraban junto a la ventana”.
Aunque el Estado Islámico se ha adjudicado, oportunistamente, el crédito del ataque, aún no tenemos evidencias para determinar si fue un atentado dirigido o inspirado. Con todo, sabemos, a ciencia cierta, que el grupo terrorista ha manipulado, adoctrinado y explotado a los niños para sus propios fines, y que seguirá haciéndolo.
La edad promedio de los verdugos y bombarderos suicidas del Estado Islámico es cada vez menor, y parece que el grupo está normalizando el uso de niños a través de sus afiliados. Por ejemplo, el grupo terrorista Boko Haram ha utilizado niños contra blancos fáciles, civiles y mercados.
Al principio, el Estado Islámico usaba a los niños para inspirar a los adultos; después manipuló a los niños y a sus padres para que lucharan con los adultos. Pero ahora, ataca a los niños en vez de a los adultos. El grupo ni siquiera considera que lo que ha hecho es verdaderamente perverso, aunque todos sabemos que lo es.
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Este artículo se publicó originalmente en The Conversation. Lea el artículo original aquí.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek