En la era del internet, buscar personas afines a nosotros resulta más sencillo que nunca. Las redes sociales en particular han facilitado el camino, no solo para mantener el contacto con amigos y familiares, sino también para seleccionar pareja.
Tinder y Grindr, por ejemplo, son aplicaciones para teléfonos inteligentes creadas para conseguir pareja.
La primera tiene una comunidad superior a los 50 millones de usuarios alrededor del mundo, y la segunda, —dirigida a hombres homosexuales— cuenta con 3 millones de usuarios al día.
Verónica es el nombre ficticio de una joven de 30 años que vive en Tijuana y que creó el personaje Tinderella para compartir en Facebook sus experiencias en la aplicación.
En su cuenta puedes ver historias sobre hombres casados que la han buscado o que otros mienten sobre su edad para tratar de conquistarla. Pero lo que importa, dice ella, son los consejos que ofrece para tratar estos escenarios.
Sucede que Tinder tiene cierta reputación.
Aunque se creó para buscar pareja, algunos creen que sirve para conseguir sexo casual.
Cuando Verónica le contó a su madre sobre Tinder, reaccionó confundida. Como muchos, pensaba que la aplicación tenía fines sexuales, pero esta nunca fue la motivación de Tinderella. Ella quería encontrar una pareja.
Utilizó la aplicación durante seis meses, con tres citas por semana en promedio.
Hoy no la usa porque tiene una relación estable. Sí, que conoció a través de Tinder, después de sus mil y una citas.
Quizás exagero. Tinderella calcula que tuvo más de 80 citas por Tinder.
“La gente en Tinder es muy honesta” dice, “desde un inicio suelen decirte que es lo que buscan”.
Así que los acercamientos con un interés sexual son más sencillos por internet, dice.
Pero algunos no saben aceptar un no. Cuenta que usuarios llegaron a solicitarle fotos eróticas. Y aunque se negó, no faltó quien le hiciera llegar imágenes explícitas de sí mismos.
Tinderella cree que algunas personas aprovechan estas plataformas para alocarse como no lo harían en su vida cotidiana.
Se paseó en el mundo donde la tecnología y el sexo parecieron más una aventura que una adicción, pero no todos corren con la misma suerte.
Existe un alarmante crecimiento de personas que se vuelven adictos al uso de la tecnología o al sexo, precisamente.
Los médicos y terapeutas le llaman socioadicciones, y es algo de lo que debemos saber, porque quizás algunos de tus conocidos esté en problemas y necesite ayuda.
Las adicciones más comunes dependen de alguna sustancia como el alcohol o tabaco, pero hay otras que se alimentan de comportamientos, como la ludopatía, que es la adicción a los juegos de azar y las apuestas. Pero también está la adicción al amor, a las compras o a la comida.
“En psicología, es lo que llamamos vacíos emocionales. Cuando esos vacíos emocionales no son llenados, están ahí y van a buscar una forma [de llenarse]”, dice Martha Álvarez, directora del Instituto Municipal Contra las Adicciones (Imcad) en Tijuana.
La directora del Imcad dice que este tipo de adicciones son cada vez más frecuentes y por eso, tres años atrás fueron incorporadas a su programa de prevención y rehabilitación.
“Es algo que se está viviendo a nivel mundial por el ritmo de vida que llevamos” dice Álvarez, “estamos envueltos de conductas adictivas o conductas de riesgo”.
El Dr. Salvador Cruz, es académico del Colegio de la Frontera Norte en Ciudad Juárez. Trabaja en el departamento de estudios culturales y ha trabajado distintos proyectos de investigación sobre sexualidad.
Cruz dice que la tecnología proporciona la posibilidad del aislamiento, donde puede ser más cómodo compartir y lidiar con una computadora, que lidiar con una persona.
“Las formas de socializar actuales, nos están obligando cada vez más a ser más individualistas, más desvinculados y más propensos a diferentes tipos de adicciones. Yo creo que por una parte [se debe a] lo que está en el mercado. Y por otro, a un vínculo social cada vez más débil”, dice el Dr. Cruz.
Aunque usar la tecnología o buscar una pareja, pudieran ser actividades cotidianas, se considera que son adictivas cuando la persona pierde el control de la situación.
La psicóloga Thania Beltrán es especialista en adicciones, y en la clínica Nuevo Ser, ubicada en Tijuana, brinda apoyo profesional a personas adictas al sexo.
Beltrán dice que las adicciones surgen cuando aparece un patrón obsesivo en el pensar y compulsivo en el actuar.
Además, para ser considerada una adicción, tiene que estar presente el síndrome de abstinencia y presentar una alteración en la conducta.
“Puede ser por ejemplo, que la persona cambie muchísimo su entorno social” dice.
Y así como existen grupos de autoayuda para adictos al alcohol y otras drogas, es posible encontrar fraternidades dirigidas a personas adictas a las prácticas sexuales.
Entre estas, Adictos al Amor y al Sexo (AAS) y Sexólicos Anónimos (SA) con presencia en ciudades como Guadalajara y Ciudad de México.
Sin embargo, para lugares donde no existen estos grupos físicos, existe la opción de atenderse en línea.
Aunque el internet ha servido para que los adictos satisfagan su socioadicción, también ha servido para atender a quienes ya no quieren vivir con ella.
Mario B. es un psicólogo con maestría en terapia familiar sistémica, que parte de una comunidad en línea de adictos al sexo que ofrece apoyo a quienes buscan rehabilitación.
Como Mario B., trata con adictos al sexo, pide que para este reportaje no se utilice su nombre completo porque es miembro de una fraternidad cuyas reglas exigen anonimato.
Desde 2007, Mario mantiene un sitio web que lleva por nombre Adictos al Amor y al Sexo Aceptación y Cambio, donde ofrece orientación a personas que buscan superar esta adicción.
A su bandeja de correo electrónico llegan solicitudes de información de todas partes de América Latina, así como de España. Pero la mayoría son de México: Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey, más un número importante, —aunque no cuantificado— de Tijuana y Mexicali.
Skype es otra gran herramienta tecnológica que ayuda a personas que padecen la adicción al sexo.
En el blog de Aceptación y Cambio, un usuario pregunta si alguien sabe de algún grupo de autoayuda en Tijuana. El único que contesta es Óscar, un español que también padece la adicción.
A través de Skype, la aplicación para hacer llamadas y videoconferencias por internet, personas que viven en España, Italia, Argentina y Chile, se reúnen para darse apoyo.
Óscar dice que lleva un año y medio tratando su enfermedad. Cuenta que uno de los pasos más difíciles es reconocer la adicción. Principalmente, porque el tema provoca vergüenza en el adicto.
“Me pasaba el día entero consumiendo sexo sin parar, día tras día. Se convirtió en una necesidad más importante que hacer la comida, limpiar la casa o ir a trabajar”, dice Óscar.
Su incapacidad de detenerse lo separaba de ser alguien que simplemente llevaba una vida sexual activa.
El adicto no es capaz de detenerse. Pero además, el adicto sufre.
Aunque el sexo suele ser asociado con el placer, la finalidad del adicto no es gozar, sino fugarse de la realidad, de acuerdo a Óscar.
A nivel mundial, se estima que un 8% de la población masculina padece adicción al sexo, versus un 3% de la población femenina, según la psicóloga de Nuevo Ser, Thania Beltrán.
Una publicación de la Revista de Adicciones Comportamentales (Journal of Behavioral Addictions) plantea un rango general que va del 1% al 8%.
En hombres la adicción se denomina satiriasis. En mujeres, ninfomanía.
Pese a los números oficiales, Thania Beltrán cuenta que en la clínica donde labora, solo uno de cada 100 acuden para tratar esta adicción, sin embargo, reconoce que tres de cada 10 que acuden a la clínica, creen tener otra adicción y estando ahí, descubren que son adictos al amor y al sexo.
Hay razones por las que no se habla de esto. Una es que en México predomina el conservadurismo y su cultura machista, según entrevistados para este reportaje.
“Para los hombres es muy difícil reconocer [su adicción] por la cuestión de género […] hasta cierto punto lo ve como un aspecto positivo de una falsa autoestima”, dice Beltrán.
Y en los casos de mujeres adictas, ha visto que estas no aceptan su enfermedad por temor a ser señaladas de inmorales.
Para Óscar el motivo principal es la vergüenza. Opina que la sexualidad es un tema tabú.
“Al menos hablo por mí, a mí no me costó tanto admitir mi adicción al alcohol. No me dio tan fuerte en el orgullo. No me hirió tanto los sentimientos”, dice.
Artemio D. (nombre ficticio) es miembro fundador de Sexólicos Anónimos, fraternidad de Guadalajara. Dice que tijuanenses han tratado de formar grupos físicos al menos tres ocasiones, pero se disuelven porque sus integrantes recaen.
En San Diego, California, hay tantas fraternidades y grupos de autoayuda que bien podrían clasificarse por género, por idioma o por creencias religiosas.
Por motivos de confidencialidad, ninguno reveló si cuentan con asistentes mexicanos.
A falta de espacios para esta adicción en Baja California, los sexoadictos recurren a grupos de reunión para alcohólicos, neuróticos o codependientes, según la psicóloga Thania Beltrán.
Uno de ellos es Guerreros Tijuana, donde no solo aceptan adictos al sexo, sino a personas con parafilias (o desviaciones sexuales) con motivo de prevención.
Grupos como Guerreros Tijuana brindan espacio gratuito a personas que quieren desahogarse y formar una hermandad.
Ahí conviven personas con todo tipo de problemas emocionales. Y aunque no son forzados a revelar sus nombres o exponer qué les aqueja, se enfrentan a sesiones abiertas.
Este problema no lo enfrentan quienes sesionan por Skype.
“Lo que hacemos en las sesiones es compartir nuestra experiencia en un clima de anonimato total,” cuenta Óscar.
Una de las ventajas que expone sobre formar parte de estos grupos, es que si alguno de ellos, en cualquier momento del día, se siente tentado a recaer, bastaría con levantar el teléfono y hacer una llamada para que alguno responda y le preste orientación.
“Es la necesidad lo que nos mueve” dice Óscar.
El grupo de autoayuda para adictos sexuales más cercano para él se encuentra a 500 kilómetros de distancia. Por eso buscó ayuda por internet.
De hecho, antes de reconocerse como adicto al sexo, formó parte de un grupo de Alcohólicos Anónimos. Fue ahí, mientras intentaba controlar su adicción a la bebida, que despertó con fuerza la obsesión por el sexo.
A esto se le conoce como adicción cruzada.
Puede suceder a la inversa también, según las psicólogas Thania Beltrán y Martha Álvarez, del Imcad.
“Hay estudios que señalan que una adicción al sexo eleva mucho el índice de experimentación con sustancias como alcohol y cocaína por ejemplo”, dice Beltrán.
Y el riesgo también existe para enfermos de otras adicciones no químicas, según el Imcad.
A la directora de este Instituto le preocupa en especial la adicción a los videojuegos porque dice que a menudo lo detectan en visitas a escuelas.
Cuenta el caso de un par de niños que estando en una fiesta, insistían en irse a sus casas para jugar en línea, sin que los padres comprendieran que tenían síndrome de abstinencia por los videojuegos.
“Ahí es cuando podemos decir que ya hay un problema” agrega la directora del Imcad.
Los niños que padecen esta adicción empiezan a tener pesadillas, ataques de ansiedad y de pánico, porque se quedan sobreexcitados a la hora en que se van a dormir.
Según el Imcad, la adicción a los videojuegos es la más frecuente en niños. Mientras que la adicción al amor y al sexo sería la más común entre adultos.
En especial la adicción al amor; a la necesidad de entablar relaciones codependientes. Martha cree que esa situación podría vincularse a los casos de embarazos en adolescentes de Baja California, que hoy posicionan al estado entre los primeros lugares a nivel nacional.
“La misma situación del abandono que sienten. De la baja autoestima. Eso los lleva a que se enganchen fácilmente con cualquier persona que les haga sentir bien. Ese es el gancho emocional. Si hablamos de problemas de adicción yo creo que de las más serias es el amor. Ni siquiera nos enseñan a elegir una pareja. Elegimos tristemente con base en nuestros vacíos”, dice Martha.
Ena Niño es investigadora en el Programa de Sexualidad de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y también ve una relación entre la adicción al sexo y las carencias afectivas en la juventud.
“Esta búsqueda de la experiencia placentera puede originarse como una descarga de problemas afectivos y emocionales que les hace tener una búsqueda constante de prácticas sexuales, pero no en aras de la búsqueda del placer sino de una descarga afectivo emocional y eso es lo que se ha llegado a mencionar como una adicción”, dice Niño.
Verónica, o Tinderella, dice que para ella la aplicación de Tinder fue adictiva durante el tiempo que la usó, aunque dice que no afectó en su trabajo y asuntos personales. Por eso, aunque le llama adictivo, solo es figurativo.
Una persona adicta no puede dejar de hacer lo que hace, porque se ha convertido en una enfermedad. En el adicto se observan alteraciones a nivel neuroquímico. El cuerpo empieza a producir más dopamina y menos serotonina o noradrenalina, de modo que ya se considera un problema de salud, explica la psicóloga Beltrán.
Por eso lo que ella recomienda es buscar tratamientos multidisciplinarios, donde se cuente con la asesoría de un adicto en recuperación, pero también de un psicólogo o psiquiatra.
Las opciones van desde grupos de autoayuda, físicos o en línea, que son gratuitos y anónimos, hasta programas gubernamentales, como el que ofrece el Imcad, también gratuito, con sesiones psicológicas a 50 pesos, moneda nacional.
Lo importante de acuerdo a Óscar, es que el adicto sepa que no hay razones para avergonzarse y que sí existe una solución. Aunque para encontrar esa solución, lo primordial es admitir el problema y buscar ayuda.
Si tú o alguien que conoces padece de adicción al amor y al sexo, puedes encontrar apoyo en línea, vía Skype, a través de la organización: www.slaafws.org/spanish o también, escribiendo al correo: [email protected]. Para ayuda presencial, en casos de esta o cualquier otra adicción, sugerimos contactar al Instituto Municipal Contra las Adicciones (Imcad).