Las tensiones recientes entre Corea del Norte y EE UU han escalado al punto en que cualquier acción militar de cualquiera de los bandos posiblemente lleve a otra guerra sin cuartel en la península coreana. Si llega a ese punto, quizás haya poco que puedan hacer Kim Jong Un, de Corea del Norte, y el Presidente Donald Trump para evitar un conflicto prolongado.
Reportes de inteligencia previos de este mes sugirieron que Corea del Norte se preparaba para realizar su sexta prueba de armas nucleares el 15 de abril, en el cumpleaños de Kim Il Sung, el difunto y huraño fundador del estado autoritario y abuelo de Kim Jong Un. En respuesta, el Presidente Donald Trump dijo que enviaría una “armada” hacia la región para evitar dicha prueba. Corea del Norte no llevó a cabo una prueba nuclear, pero sí realizó un fallido lanzamiento de misil y ha prometido que continuará disparando misiles “semanalmente” en desafío a las amenazas de Washington. Ninguno de los bandos ha retrocedido y con una flota de buques de guerra estadounidenses potencialmente dirigiéndose a Corea del Norte, Kim Jong Un tal vez se sienta obligado por su propia sociedad militarizada a responder si EE UU realiza una acción.
“Hay la gran pregunta de si Corea del Norte en realidad puede responder de manera limitada. Ya sabes, técnicamente pueden. Pero el sistema y la doctrina quizás no lo permitan”, dijo Joseph Bermudez, director estratégico de All Source Inc., una organización de análisis de inteligencia e imágenes de satélite, durante una teleconferencia el martes.
“Y dado el estado actual de la tensión en la península coreana, incluso si respondieran de manera limitada, los sudcoreanos, o EE UU, o tal vez incluso los japoneses, podrían entonces responder de nuevo, y lo que veríamos entonces sería una intensificación gradual hacia una segunda Guerra de Corea”, añadió él.
Desde que batalló por primera vez con su rival sureño durante la Guerra de Corea en la década de 1950, Corea del Norte ha amenazado continuamente con usar todo el contenido de su arsenal para defender su soberanía. El país, en el cual el estado ejerce algún grado de control en casi todo aspecto de la sociedad, ha proliferado estas afirmaciones por más de un siglo en sus varios canales mediáticos administrados por el gobierno. Aun cuando escaramuzas fronterizas han sucedido al paso de las décadas, ni Corea del Sur ni alguna potencia extranjera ha atacado directamente a Corea del Norte. Esto significa que Pyongyang nunca ha tenido que hacer valer la más seria de sus promesas de aniquilar a sus enemigos. EE UU tampoco nunca ha manifestado amenazas de intervención militar. Sin embargo, los eventos recientes han mostrado que la administración actual está dispuesta a usar la fuerza de una manera rápida y sin anuncio.
Los miedos de un ataque preventivo por parte de EE UU a Corea del Norte aumentaron porque la declaración de Trump de enviar buques de guerra a la península coreana se dio un día después de que él autorizó un ataque preventivo y sin precedentes con misiles por parte de la Armada de EE UU contra una base aérea militar siria. Trump dijo que el ataque estaba justificado por las afirmaciones estadounidenses de que el presidente sirio, Bashar al-Assad, llevó a cabo un ataque con armas químicas contra civiles pocos días antes. Trump había mostrado antes una ambivalencia o incluso un apoyo tácito en ocasiones a Assad, y su deseo súbito de hacer valer las convenciones internacionales mediante la fuerza militar le cayó de sorpresa a muchos.
Corea del Norte a menudo se ha visto desafiando de manera flagrante la ley internacional. El ex líder del país y padre de Kim Jong Un, Kim Jong Il, se ganó la amplia condena exterior cuando supervisó la primera prueba de armas nucleares del país en 2016. Desde entonces, Corea del Norte ha llevado a cabo otras cuatro pruebas nucleares a pesar de las sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU con otra prueba potencial por venir. La nación ya tiene entre 10 a 20 ojivas nucleares activas y alrededor de 1,000 misiles balísticos, según John Schilling, especialista en lanzamiento de satélites y vehículos en la Aerospace Corporation, y podría lanzar asaltos devastadores en la región si la provocan.
“Si vemos lo que dicen los norcoreanos y lo que pide su doctrina y entrenamiento, es que si hay un ataque, habrá una respuesta inmediata o casi inmediata”, dijo Bermudez. “Parte de ese ataque será un ataque con artillería contra Seúl. Cuán amplio sería, esa es una buena pregunta”.
Durante viajes separados a Asia, el secretario de estado Rex Tillerson y el vicepresidente Mike Pence han dicho recientemente que las opciones militares estaban “en la mesa” al lidiar con Corea del Norte. Al mismo tiempo, Trump se ha acercado al aliado tradicional de Corea del Norte, China, en un intento de persuadir a Beijing de tomar sus propias acciones contra Corea del Norte. Beijing se ha ido frustrando cada vez más por los alardes militares nucleares de Corea del Norte, pero también ha expresado su oposición a la presencia militar estadounidense en Corea del Sur. China ha respondido con promesas generales de paz entre todas las partes.
Mientras el grupo de ataque naval de Trump fue visto por última vez en el océano Índico, a miles de millas de distancia de Corea del Norte, los dirigentes de ambas naciones continuaban amenazando con hacerse la guerra si la crisis no se resolvía. En cuanto se lance el primer misil, por cualquiera de los dos bandos, parece cada vez más improbable que sea el último, según Joel Wit, experto en Corea del Norte y cofundador del grupo de monitoreo 38 North.
“El problema de pensar en ataques preventivos contra Corea del Norte es que estarás rápidamente obligado a pensar en atacar más y más objetivos”, dijo Wit durante la teleconferencia del martes. “Cuanto más grande sea el ataque, mayor la posibilidad de que tengas que crear una situación que lleve a la segunda Guerra de Corea”.