MARTA LAMAS, la reconocida feminista y activista mexicana, alega, discute, argumenta, a favor de que se legisle en pos de la regularización del comercio sexual y de que se entienda de una vez por todas que este es un oficio que involucra a trabajadoras voluntarias de distintas clases sociales, edades y necesidades.
En diálogo con Newsweek en Español, a propósito de su más reciente libro, El fulgor de la noche: el comercio sexual en las calles de la Ciudad de México, la doctora en antropología destaca que esta obra “es mi alegato a favor de que hay que entender que hay muchas formas de comercio sexual, hay trabajadoras de distintas clases sociales, con distintos capitales, de distintas edades, más guapas, más viejas, de todo, y que no podemos generalizar y decir siempre que todas son víctimas, que todas sufren, que todas están atrapadas en este mundo”.
Y es que, añade, en el negocio del comercio sexual “hay mujeres que entran, trabajan durante un tiempo, se compran algo y se salen. Ver esa complejidad y tratar de no tener una postura maniquea es uno de los objetivos del libro”.
Desde el punto de vista académico, la autora tuvo un primer acercamiento con trabajadoras sexuales en los tiempos en que estudiaba la maestría en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), hacia finales de la década de 1980, porque escribió su tesis a partir de una investigación sobre su oficio.
Posteriormente, con la aparición del discurso que mezcla comercio sexual y trata, entró en contacto con trabajadoras independientes que le plantearon su preocupación sobre los operativos policiacos: “Las autoridades llegaban a los antros, separaban a las trabajadoras, y les decían: ‘Tú eres víctima’, y si una respondía que no, que no era víctima, sino trabajadora, la condenaban: ‘¡Ah, entonces eres cómplice de trata!’. El tema de la mezcla de comercio sexual y trata me llevó a cuestionarme qué estaba pasando y qué quería hacer al respecto”.
Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
El libro El fulgor de la noche, publicado en días pasados por la editorial Océano, se presenta como una provocadora reflexión sobre el comercio sexual concretada luego del trabajo de “acompañamiento político” y estudio etnográfico que la autora realizó junto a un grupo de trabajadoras sexuales en la Ciudad de México. Es, además, una revisión exhaustiva de la historia reciente y de la bibliografía antropológica, jurídica, económica y psicológica sobre el tema en las últimas décadas.
“Yo prefiero hablar de ‘trabajo sexual’, porque ‘prostitución’ es un término que estigmatiza a la persona”, dice la antropóloga. “Además, ‘prostitución’ habla solo de las prostitutas, no de los clientes que compran los servicios de las trabajadoras. Ahí hay doble moral: por qué quien vende es una prostituta y quien compra es solo un hombre normal con necesidades fisiológicas”.
En 2005, Marta Lamas estuvo nominada para recibir el Premio Nobel de la Paz. Nació hace setenta años en la Ciudad de México y es etnóloga por la ENAH y doctora en antropología por la UNAM. Participante del movimiento feminista desde 1971, fundó las influyentes revistas Debate Feminista y Fem. Es autora de una docena de libros cuyo propósito es reducir la discriminación mediante la apertura del discurso público sobre feminismo, género, trabajo sexual y aborto. Entre otros, ha sido reconocida con los premios PEN Club de México y el Nacional por la Igualdad y No Discriminación que otorga el Conapred.
Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
—¿Las trabajadoras sexuales independientes también tienen un padrote?
—No, no todas. Sin embargo, hay distintos tipos de padrote, puede ser el novio, que los dos están enamorados y él la quiere y la acompaña para que no esté sola, para que no se exponga; o puede ser un tipo nefastísimo que tiene varias trabajadoras. Los padrotes son como los empresarios: hay buenos y malos, pequeños, grandes. Hay empresarios que explotan a sus trabajadores, pero hay otros que les dan oportunidades y los cuidan.
—¿Por qué es necesaria la regularización del trabajo sexual?
—El trabajo sexual en nuestro país no está penalizado, se permite la prostitución, siempre que sea individual, voluntaria y entre adultos. El tema es que en este momento es muy difícil trabajar de manera independiente. En la Ciudad de México, con [el exregente Ernesto P.] Uruchurtu se cerraron las casas de citas y burdeles y muchas chicas se tuvieron que parar en la calle, pero la calle en la ciudad es peligrosa, está controlada por bandas, por delincuencia organizada y por las redes de las mafias del trabajo sexual. Entonces, una mujer que quiera hacer trabajo sexual y que quiera hacerlo no en la calle, sino rentar un departamento, pues no va a estar sola en el departamento por si llega un cliente loquito y la quiere ahorcar; le puede pedir a su hermano, a su mamá, a su novio que la acompañen, o puede rentarlo con unas amigas, pero a la que firme el contrato la pueden acusar de trata.
Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
—¿Y al novio o mamá vigilante también los pueden acusar de tratantes?
—La explotación de la prostitución ajena, el lenocinio, quiere decir sacar provecho del trabajo sexual de otra persona. Entonces, ¿quién saca provecho de ese trabajo? Pues los hijos de la trabajadora sexual y la gente que la acompaña para protegerla. Por eso hay que aceptar nuevas formas de organización del trabajo, que si tres chicas deciden rentar un departamento no se acuse a una de lenona, o que si trabaja y la acompaña el hermano, la mamá o el novio, estos no sean acusados de padrotes o madrota.
“En sí, no está penalizada la prostitución, pero la ley está hecha de tal manera que no permite las formas de organización del trabajo en locales como eran antes las casas de citas y burdeles. Y esto hace que los hoteleros tengan mucho negocio, y hay buenos y malos, hoteleros que les cobran mucho, que no dejan a las chicas bañarse, que no les guardan sus cosas, es toda una problemática que no se ha querido ver y reconocer. Regular el comercio sexual permitiría que se junten varias trabajadoras, que tengan seguridad, que tengan derechos laborales, que paguen impuestos, como en otras partes del mundo”.
—¿Por qué en la sociedad existe la impresión de que el trabajo sexual necesariamente es forzado?
—Porque estamos en una sociedad con doble moral y con una larga tradición cristiana en donde la sexualidad de la mujer siempre ha sido vista como una cuestión pecaminosa. Además, hay toda una serie de mensajes de que las mujeres tienen que ser recatadas, fieles, vírgenes, puras, etcétera. Nadie cree que una chica disfruta la carnalidad, el sentirse deseada, el ganar buen dinero, ser independiente. Hay una mezcla complicada en una sociedad que tiene a las mujeres divididas en putas y decentes, pues la idea sobre las putas es que tienen que ser víctimas porque es muy “raro” que una mujer elija una situación que ya tiene un estigma. Pero esa situación tiene una ganancia económica. Y esa ganancia puede significar pagarle a un hijo un tratamiento médico, comprarse un departamento o abrir un negocio.
Foto: Especial.