RADIOHEAD tiene bien ganada la reputación de escribir música
más deprimente que el demonio. Los críticos han descrito a la banda como
“agoreros deliberados” de una “tenebrosidad imperecedera”. Esto no significa
que la música sea mala. Para nada. Es, simplemente, el tipo de cosas que no se
te ocurría tocar en una fiesta de piscina. Digamos que resulta más apropiada
para el funeral de un gato suicida.
Hablamos, posiblemente, de la banda popular más deprimente
en la historia de la música. De las casi 160 canciones de su catálogo, ¿cuál es
la más tétrica?
Charlie Thompson, especialista en análisis, decidió dar un
vistazo a los datos para averiguarlo. “Soy fanático de Radiohead. Mis amigos
siempre me critican por escuchar música que consideran deprimente, así que me
fascinó la idea de cuantificar cuán triste puede hacerte sentir una canción”,
explica. En un blog titulado “fitteR happieR” —que después se volvió viral—
describió en detalle el proceso, el cual es fascinante y sugiere todo un rollo
de posibilidades analíticas utilizando técnicas similares. ¿Cuál es la mejor
canción de Nick Drake? ¿La canción más feliz de Metallica?
Thompson, quien trabaja en la startup Video-Blocks, utilizó
las estadísticas de audio de Spotify y las letras de Genius. Ambas compañías
ofrecen una interface para programación de aplicaciones abiertas (API) que, en
esencia, permite que cualquiera use sus datos para proyectos como este. Spotify
toma ciertas cualidades de las canciones y las cuantifica en su base de datos
numéricamente. Esto incluye datos estándar como ritmo y clave, pero también
valores más subjetivos como “instrumentación”, “acústica”, “facilidad para
bailar” y “valencia” (valence). Spotify describe este último como “una medida
de 0.0 a 1.0, que describe la positividad musical que comunica una pista”. En
otras palabras, cuanto mayor es la cifra, más feliz es la canción
(aparentemente).
Tras extraer los datos de pista de cada grabación del
repertorio de Radiohead, Thompson obtuvo una lista de valencia de cada canción.
Entre los datos más deprimentes, obtuvo: “Everything in Its Right Place”
(0.0585) y “Motion Picture Soundtrack” (0.0425); y en el último lugar, “We
Suck Young Blood” (0.0378).
Sin embargo, las canciones son más que instrumentación. ¿Qué
pasa con las letras? Thompson utilizó la API Genius para recopilar las letras
de cada canción de Radiohead. Después, recurrió a una herramienta para análisis
de sentimientos a fin de determinar, en cada canción, el porcentaje de palabras
conocidas que provocan “tristeza” (pctSAD).
En este sentido, “High and Dry” resultó la más triste, con 36 por
ciento. “De manera específica, el algoritmo seleccionó las palabras broke
[arruinado], fall [caer], hate [odiar], kill [matar] y leave [dejar]”, informa
Thompson en su blog. “La última de ellas se repitió 15 veces en el coro (‘Don’t
leave me high, Don’t leave me dry’)”.
Luego, Thompson calculó la “densidad lírica” (lyrical
density) de cada canción, que en esencia evalúa cuán crucial es la letra para
una composición determinada; entonces combinó esos montones separados de datos
con lo que denomina su “índice de melancolía”. A riesgo de quemarle las córneas
a cualquiera que haya dejado de interesarse en las matemáticas después del
bachillerato, la fórmula es: (1 – valence) + pctSad*(1 + lyricalDensity) / 2.
Y así, según Thompson, la canción más triste de Radiohead
es, “True Love Waits”, con un índice de melancolía de 1, incluida en el álbum
más deprimente, titulado A Moon Shaped Pool, cuyo índice de melancolía total es
de 31.93. Escúchala y solloza. En comparación, la segunda pista más deprimente
que ha grabado el grupo es “Give Up the Ghost”, con 6.46. Ni siquiera le pisa
los talones.
¿O sí? Para los que aborrecen las matemáticas, vale la pena
recordar que los números son engañosos y que los resultados de Thompson no son
definitivos. Aunque informativo, su análisis de datos sigue arrojando un
resultado subjetivo. Los valores iniciales que usó para cuantificar cada
canción (valencia, análisis de sentimientos, etcétera) son, por sí solos, meras
aproximaciones. Es difícil cuantificar el arte; en ello estriba su belleza.
Además, nuestras precepciones del arte son profundamente
personales. Evolucionan continuamente, dependiendo del contexto y de nuestro
ánimo al encontrarnos con una obra. Preséntalas de otra manera, en la voz de un
hippie drogado que deambula por el bosque, y la canción más deprimente de
Radiohead será la que tú encuentres más deprimente. Te lo aseguro.
La música triste no es binaria. A menudo encontramos placer
escuchando música lóbrega, sea como fuente de consuelo tras un rompimiento o
bien —como una buena letra de Leonard Cohen— a modo de excusa para burlarnos de
la oscuridad. Y a veces cruza al plano de la hilaridad. Recuerda las teatrales
canciones emo de principios de los años 2000, o las recargadas composiciones nu
metal, o las ridículas cantinelas trágicas de los adolescentes de los años 50 y
60. ¡Ah! Y no olvidemos las canciones que son tan malas que resultan
deprimentes. No hay nada como escuchar una canción de Maroon 5 como música de
fondo en una farmacia para hacerte perder el deseo de vivir.
Y Thompson reconoce todo esto. “El algoritmo no refleja,
necesariamente, lo que todos consideran triste; aunque, por lo menos, es otra
opinión”, dice. “Creo que algoritmos como este pueden servir para entendernos,
porque cuando los creamos, podemos precisar qué es, exactamente, lo que nos
hace sentir de cierta manera”.
En tal caso, una canción implacablemente positiva como
“Walking on Sunshine” podría volverse instantáneamente más deprimente que
cualquier composición de Radiohead si —por supuesto, de manera completamente
hipotética— empieza a sonar después que descubres que tu gato deprimido al fin
encontró la manera de suicidarse.
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Publicado
en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek