LOS ANTIGUOS artrópodos que comúnmente llamamos garrapatas son una plaga para los humanos. Los bichos hematófagos portan bacterias, virus y parásitos que entran en nuestro sistema circulatorio cuando se nos pegan al cuerpo para alimentarse. Un problema particular es la garrapata de los ciervos o de patas negras, que transmite la enfermedad de Lyme, un padecimiento debilitante, difícil de diagnosticar y tratar. En 2015, casi 30,000 estadounidenses fueron infectados con la bacteria que causa la enfermedad de Lyme, Borrelia burgdorferi.
A los científicos siempre les ha intrigado el hecho de que las garrapatas no mueran a causa de la bacteria o de algún otro microbio dañino para el hombre, por lo que Joao Pedra, quien estudia microbiología e inmunología en la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland, decidió averiguar qué sucede en el sistema inmunológico del ácaro cuando semejante invasor entra en su organismo. Aunque se sabe mucho sobre las vías inmunológicas de los mosquitos transmisores de enfermedades —que no mueren por los patógenos que transmiten, como malaria, dengue y zika—, el proceso equivalente en las garrapatas seguía envuelto en el misterio.
Pedra y sus colegas hallaron que un gen, llamado IMD y que codifica una molécula clave en el sistema inmunológico del mosquito, no está presente en las garrapatas. Los investigadores también analizaron la proteína de reconocimiento de peptidoglicano (PGRP), otro componente crucial en la respuesta inmunológica del mosquito. Como parte de la respuesta inmune, la PGRP se une a las moléculas de azúcar de las paredes celulares de los patógenos invasores. Y si bien la PGRP está presente en las garrapatas, no afecta en absoluto a la bacteria invasora.
Pero aún más misterioso: descubrieron que la vía a la que están vinculadas la PGRP y otras moléculas inmunes del mosquito (la vía de inmunodeficiencia o IMD) también se encuentra activa en estos bichos. De manera que la ruta por la cual viajan las señales inmunológicas es parecida, pero los mecanismos exactos son distintos.
Un análisis más detallado reveló que, en vez de detectar el azúcar como señal de un invasor externo, el sistema inmunológico de la garrapata responde a células grasas específicas. ¿Por qué? Anni Kleino, profesora de enfermedades infecciosas en la Escuela de Medicina de la Universidad de Massachusetts, señala que el patógeno de la enfermedad de Lyme no contiene el azúcar de pared celular que ataca el sistema inmunológico del mosquito. En vez de ello, esta bacteria utiliza lípidos para mantener intacta su estructura. La función de los lípidos en la respuesta inmunológica de las garrapatas podría sugerir que estos artrópodos están adaptados, específicamente, para protegerse de esas bacterias.
Pedra especula que la garrapata no expulsa por completo las bacterias de Lyme porque, para el artrópodo, no se trata de patógenos. Por el contrario, las bacterias contienen una proteína anticongelante que podría ayudar a que la garrapata sobreviva en climas fríos.
Estas diferencias en los mecanismos inmunitarios ponen de relieven la gran separación evolutiva entre las garrapatas y los mosquitos (y respecto de otros insectos). Pues, de hecho, las garrapatas están emparentadas más estrechamente con las arañas y los escorpiones. “Las garrapatas y los insectos tienen una diferencia evolutiva de unos 500 millones de años”, informa Pedra. “Es como si comparásemos humanos con peces”.
En cuanto a si esta ciencia de laboratorio puede ayudar a contener la propagación de la enfermedad de Lyme, Pedra opina que, algún día será posible modificar el genoma de la garrapata para fortalecer su respuesta inmunológica. Y al hacerlo, podríamos obligar a las garrapatas a erradicar los patógenos que se filtran en nuestros cuerpos cuando esos bichos se dan festines con nuestra sangre.
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Publicado en cooperación con Newsweek / Published in cooperation with Newsweek