CUANDO A RAFAEL Velázquez se le pregunta por la seriedad de nuestros diplomáticos, no contiene las carcajadas y luego hace silencios largos, como si hubiera que tomarse un tiempo enorme para entender qué le está pasando a nuestro gobierno en su relación con el presidente Donald Trump y las conductas que está adoptando para contrarrestar los ataques.
El académico suma 34 de los 52 años de su vida al estudio de la historia de la diplomacia mexicana. A esa obsesión le ha dedicado cinco libros, uno de ellos fundamental entre los estudiantes de relaciones internacionales: Factores, bases y fundamentos de la política exterior de México. Hoy, este universitario dirige la Asociación Mexicana de Estudios Internacionales (AMEI), el más poderoso organismo autónomo del gremio de la política exterior mexicana, del que son parte la UNAM, el Colegio de México, el Centro de Investigación y Docencia Económicas, el Tec y el ITAM. Al frente de mil afiliados, entre diplomáticos e investigadores, ve con pesar que nuestros políticos caigan en “la diplomacia del Twitter” que Estados Unidos provoca, que a los futuros diplomáticos “solo les interese viajar” y que México haya dejado de ser el histórico defensor de Latinoamérica frente a la amenaza estadounidense.
El panorama de nuestras relaciones exteriores es oscuro, dice, si los nuevos cuadros de la cancillería dejan de ser los “profesionales” que hasta los años ochenta volvieron a México líder en el escenario mundial.
—Viene de una época donde el diplomático estudiaba, negociaba, y hoy los países se mandan mensajes con tuits. ¿Tiene sentido seguir estudiando?
—Mucho: se necesitan diplomáticos profesionales.
—Pero hoy la diplomacia actúa con impulsos de 140 caracteres…
—Estamos en la diplomacia del Twitter y no puede ser que esa sea la política exterior de una potencia. Por esa política Estados Unidos está perdiendo hegemonía, competitividad internacional. Es un país ensimismado y por eso China y Alemania ocupan los espacios que deja; estamos ante un cambio de equilibrio internacional del poder.
—Pero de esa diplomacia tuitera también participa México…
—Que los funcionarios sean activos en redes sociales es positivo: eso es comunicar. Pero me parece incorrecto adoptar la política de Estados Unidos: usar el tuit como mecanismo informal de comunicación, como black channel.La política exterior no se hace con tuits.
—¿Qué detecta en la “diplomacia de Twitter” de Estados Unidos?
—Los tuits reflejan políticas contradictorias: mientras Trump tuitea que militares harán redadas masivas contra indocumentados, el secretario de Estado (Rex Tillerson) negó que vaya a usar al Ejército y que incluso se planeen las redadas. Ya hay contradicciones entre tuits de Trump y sus principales funcionarios: Tillerson y el secretario de Homeland (Security, John F. Kelly).
—¿México debe contraatacar con tuits?
—En política exterior, la confrontación directa no ayuda. México tiene que ser conciliador, llevar una política que haga consciente a Estados Unidos de la importancia de los mexicanos allá. Esa es mejor política que tuits agresivos. En relaciones internacionales hay dos conceptos clave. Uno, la diplomacia tradicional: gobierno a gobierno. Y otro, la diplomacia pública: la relación de un gobierno con una sociedad de otro país. México hace poca diplomacia pública en Estados Unidos. Necesita acercarse a escuelas, universidades, medios y organizaciones civiles de allá. La diplomacia pública conduce al poder blando, al soft power, desde el que nos pueden entender como cultura, imagen, identidad. Esas estrategias podrían ayudar a negociar con Trump.
Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
—¿Se ha empobrecido nuestra diplomacia?
—En los años setenta nuestra diplomacia tenía mucho prestigio, lo mismo que México en el escenario internacional. El secretario de Relaciones Exteriores Alfonso García Robles ganó el Premio Nobel de la Paz por el “Tratado de Tlatelolco” [Tratado para la Proscripción de las Armas Nucleares en América Latina]. Y doy un ejemplo: en 1981 México fue sede de una cumbre muy importante, la Cumbre Norte-Sur, donde participó el presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, [la primera ministra de Reino Unido] Margaret Thatcher, y otros 19 mandatarios. [El mandatario de Cuba] Castro estaba invitado y Reagan puso como condición para ir que no fuera. [El presidente de México] José López Portillo invitó a Castro a Cozumel y ahí le dijo que no lo podía invitar. Con cercanía, Fidel le respondió: “No hay problema, te entiendo”, y volvió a Cuba. Y de eso pasamos al 2002 y la famosa llamada telefónica [del presidente Vicente Fox a Fidel antes de la Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo, en la que le dijo “comes y te vas”]. Esa es la gran diferencia entre la diplomacia de antes y la de hoy: México cuidaba su prestigio y liderazgo internacional, y además defendía la región [Latinoamérica] frente a Estados Unidos. Dejó de tener ese papel.
—¿Desde cuándo nuestra diplomacia cayó?
—Ya en los ochenta, por la crisis económica, los temas dejaron de ser el desarme o la política internacional. Lo importante pasó a ser lo económico: traer inversión, negociar tratados de libre comercio. Perdió valor lo humano porque ya solo se necesitaban buenos economistas, tecnócratas, y ese perfil es el de la política exterior hasta hoy.
—¿Ve vocación en las nuevas generaciones de estudiantes de relaciones internacionales o dependen de los smarthphonesy la inmediatez?
—Hace poco entrevistaba a candidatos a diplomáticos que concursaban para ingresar en el Servicio Exterior Mexicano e hice a una pregunta a uno de ellos. Me respondió: “No sé, pero déjeme gogleoy le doy la info”. No sienten el alto compromiso de representar a México, ser profesionales, defender a los mexicanos en el exterior. Solo les interesa viajar.
—¿Cómo afecta a las relaciones internacionales de México que haya más de 100,000 muertos desde 2006 o casi 30,000 desaparecidos?
—Nuestra política exterior en foros de derechos humanos ha sido muy activa desde 2000. Es una contradicción: hacia fuera damos una cara de respeto a los derechos humanos y hacia adentro todo es distinto. Ayotzinapa, por ejemplo, ha afectado la imagen de México en el mundo.
“México necesita paz para agrandar su juego exterior. La imagen que el mundo tiene de nosotros es de un país violento, corrupto y que viola los derechos humanos: eso afecta a la diplomacia. Para una buena política exterior necesitamos en el interior estabilidad política, una economía que crezca, no polarización social ni más eventos violentos como Ayotzinapa”.
“Estamos en la diplomacia del Twitter y no puede ser que esa sea la política exterior de una potencia. Por esa política Estados Unidos está perdiendo hegemonía”. Foto: Mark RALSTON/AFP
—¿Qué sintió cuando Luis Videgaray, al asumir la Secretaría de Relaciones Exteriores, dijo “vengo a aprender”?
—(Risas y 17 segundos de silencio). ¿Qué puedo decir que no se interprete negativamente en la Secretaría? Tenemos nexos con ellos y, aunque no tenemos limitaciones, una palabra fuerte puede chocar. Pero sí quiero decir algo y estoy buscando la palabra: desaliento. Desaliento porque el secretario dijera que no sabía nada y venía a aprender. Fue honesto y es algo importante, pero en la AMEI siempre hemos defendido la profesionalización de las relaciones internacionales de México y ese tipo de declaraciones no ayudan.
Velázquez, doctor en estudios internacionales por la Universidad de Miami y reconocido con la beca Fulbright, siente que no existe en la historia contemporánea de México y Estados Unidos un momento de tanta tensión y riesgo como el actual. Los antecedentes de graves diferencias son dos, establece. Uno, el asesinato en 1985 del agente de la Administración para el Control de Drogas (DEA) Enrique Camarena. “Los narcos que lo asesinaron —explica— tenían nexos con el gobierno mexicano y Estados Unidos planeó sabotear algunos pozos petroleros”. Y dos, cuando en 2009 el presidente Felipe Calderón declaró “persona non grata”, indica, al embajador de Estados Unidos en México, Carlos Pascual, tras filtraciones de WikiLeaks. Según esa organización, el diplomático informó al Departamento de Estado que, pese a que el gobierno estadounidense brindó información sobre el entonces prófugo capo de la droga Arturo Beltrán Leyva al Ejército Mexicano, este no había hecho nada. “Pero lo de hoy es muy complicado para México —aclara el profesor de la Universidad Autónoma de Baja California—: somos el blanco principal de los ataques del nuevo presidente. Ataques sin sustento”.
—¿En nuestras relaciones exteriores existen pocos profesionales en posiciones clave? ¿Seguimos en el “este es el mejor amigo de”, “este es el que le ayudó en campaña”, y claro, luego el país lo paga?
—La política exterior no es una prioridad para México. [En este sexenio] hemos tenido tres secretarios y eso refleja la falta de institucionalización. La salida de la secretaria Claudia Ruiz Massieu se produjo por la llegada de Donald Trump. Eso no debe ser: la política exterior no está para reaccionar a coyunturas.
—¿El presidente Peña sabe algo de diplomacia, de relaciones internacionales?
—No necesita ser experto en política exterior, basta con que tenga un secretario que sepa conducir. Pero el presidente sí debe ser sensible a que lo internacional es prioridad.
—¿Está siendo sensible?
—(Risas y diez segundos silencio) Pregunta difícil. No ha dado a las relaciones exteriores las herramientas para que tengan un papel central.
Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
—¿Qué piensa de la amenaza Trump?
—La política del muro de Trump es ridícula. El costo del muro es enorme y la migración en los últimos años ha disminuido por la crisis económica en Estados Unidos y sus políticas antimigratorias: es difícil cruzar la frontera y estamos casi en migración cero. El problema es que un sector de su sociedad concuerda con esa política: piensan que los migrantes mexicanos les “roban” empleos. Percepción errónea; solo ocupan los puestos que los estadounidenses rechazan. En un campo sin migrantes no irán los blancos a hacer la pisca, ni quitarán el algodón a la planta. Y la persona más poderosa del mundo no puede pelearse con los medios: el Watergatese originó por una investigación de The Washington Post y por el poder de los medios han caído presidentes [Richard Nixon]. Si Trump mantiene esa política muy probablemente no termine su administración.
—¿Hay odio a una raza?
—Difícil dar evidencia, pero creo que su política contra México tiene una naturaleza racista.
—¿Descartamos la insinuación de Trump de que podría haber una irrupción militar para combatir al narco?
—No es un escenario posible: Estados Unidos se daría un balazo en el pie. Es solo la retórica discursiva de Trump. Lo dice y le aplauden, pero no hay posibilidad de que lleve al terreno militar la relación bilateral.
—¿Cómo adivina el futuro entre los dos países?
—El peor escenario sería que Trump se quede y cumpla ciertas medidas como la deportación masiva. Y otro, el que preveo: que no acabará la presidencia. El impeachment es el camino, y tal vez no llegue al año.