Abra el sitio web Whitehouse.gov desde que el presidente Donald Trump asumió el cargo y la primera nota debajo de los tópicos principales es su Plan de Energía EE UU Primero. Aun cuando le faltan detalles, el proyecto del nuevo presidente está repleto de contradicciones y aseveraciones obsoletas sobre la condición del abastecimiento de energía de EE UU.
El plan del presidente es breve y vago y no incluye citas a investigaciones que apoyen sus aseveraciones. Usualmente, los presidentes, e incluso los candidatos, acompañan sus proyectos políticos con materiales de referencia. La administración de Trump todavía podría poner a disposición tales detalles. Sin ellos, es difícil analizar a profundidad la visión del nuevo presidente. Aun así, ahora que es presidente, los pronunciamientos de Trump —incluso si son vagos— ameritan ser escrudiñados. Los expertos académicos en energía dicen que incluso las guías generales del plan del presidente revelan inconsistencias y una mala interpretación básica del estado de la economía energética de EE.UU.
Trump empieza prometiendo que eliminará el Plan de Acción Climática de 2013 del Presidente Barack Obama, el cual incluía el Plan de Energía Limpia, diseñado para disminuir los gases de invernadero del sector eléctrico en 30 por ciento, y toda una gama de otras iniciativas de Obama, como acelerar el emplazamiento de energía renovable en tierras públicas; controlar fugas de metano, un poderoso gas de invernadero, y reducir la huella de gases de invernadero del gobierno federal. Trump también señala la regulación Aguas de EE UU, la cual la Agencia de Protección Ambiental de Obama llamó su Norma de Agua Limpia, como una que anulará. Trump declara que eliminar estas normas aumentará los salarios de los trabajadores en $30,000 millones de dólares en los siguientes 7 años. No está claro cómo hace estas cuentas; por ejemplo, varios investigadores independientes han hallado una ganancia neta en empleos del Plan de Energía Limpia.
La contradicción más grande es la promesa de Trump de revivir la industria carbonera a la par que se impulsa la producción de gas natural. El gas natural de bajo precio es el factor más grande en la caída aguda del carbón, según varios expertos en energía de universidades de todo el país. Así, más producción de gas natural solo debería reducir más los precios, reduciendo todavía más la demanda de carbón. “Tarde o temprano, la administración tendrá que aceptar que no puede ayudar a todos los combustibles fósiles, y que en el caso del gas natural o el carbón, es uno o el otro”, dice Robert Godby, profesor adjunto de la Universidad de Wyoming y director del Centro de Economía Energética y Política Pública.
Es difícil visualizar lo que Trump podría hacer para traer de vuelta efectivamente el carbón. Podría tratar de disminuir la competencia de fuentes renovables y cada vez más baratas de electricidad, mediante establecer tarifas todavía más altas a los paneles solares chinos o persuadir al Congreso para que cancele los beneficios fiscales a la energía renovable. Pero el aumento de la energía solar y eólica en estados republicanos, así como en estados demócratas, ha creado empleos y republicanos poderosos que apoyan estos incentivos fiscales. Por ejemplo, el senador Chuck Grassley, republicano de Iowa, se atribuye el mérito de asegurar los incentivos fiscales, y la energía eólica proveyó casi un tercio de la electricidad de Iowa en 2015, una proporción más grande que en cualquier otro estado. Algunos análisis muestran que los empleos de la energía solar excedieron a los empleos del petróleo y el gas a partir de 2015. Incluso sin los inventivos fiscales federales, todavía habría una demanda fuerte de nueva energía renovable. Estados como California y Oregón tienen requisitos ambiciosos de energía renovable, con la finalidad de obtener la mitad de su electricidad para 2030 y 2040 respectivamente. Trump también podría tratar de conseguir apoyo congresista para subsidios enormes al carbón, pero él no ha dado indicios de que planee hacerlo. “Es una promesa hueca”, dice Susan Tierney, una experta en energía domiciliada en Colorado para Analysis Group. “El mercado ha avanzado más allá del carbón”.
Otra contradicción evidente en el plan de energía de Trump es su apoyo al carbón limpio. Las tecnologías que harían más limpio al carbón mediante capturar el dióxido de carbono que contribuye al cambio climático todavía son muy costosas. Exigir la instalación de dicho equipo haría que la perspectiva de quemar carbón sea menos atractiva para las empresas de servicios públicos.
Aumentar la perforación en tierras federales también tiene una mención prominente en el plan de energía de Trump. Él promete que “aprovechará los supuestos $50 billones de dólares en las reservas no explotadas de esquisto, petróleo y gas natural, en especial aquellas en tierras federales que el pueblo estadounidense posee”. Con Trump, las agencias podrían abrir algunas tierras ahora cerradas a la perforación, pero los analistas son escépticos con respecto a que ello se traducirá en mucho más perforación. Trump citó frecuentemente un estudio del conservador grupo de expertos Instituto de Investigación en Energía durante su campaña. Este calcula que abrir aguas y tierras federales a la perforación llevaría a una inyección de decenas de miles de millones de dólares en los primeros siete años solo de la exploración que promovería. Pero un informe reciente del Servicio de Investigación del Congreso halla que las compañías son selectivas al elegir dónde quieren perforar, por lo que abrir las tierras públicas a la perforación tal vez no lleve a mucha más perforación real en esas tierras.
La analista de energía Amy Myers Jaffe dice que la industria habla de dientes para afuera al querer más acceso a tierras públicas pero actualmente tiene más que suficientes acres arrendados como para perforar en otra parte. “Entonces, a menos que los precios fueran mucho más altos, ir a un área nueva no es posiblemente atractivo en especial si tienen que añadir equipo de superficie y conexiones de ductos”, dice Jaffe, directora ejecutiva de energía y sustentabilidad de la Universidad de California, campus Davis.
Retirar las barreras a la perforación en tierras públicas no será tan fácil de cualquier manera, dice John Freemuth, profesor de política pública en la Estatal de Boise, en Idaho. Él recuerda que se reunió con la jefa de la Oficina de Manejo de Tierras del presidente George W. Bush, Kathleen Clarke, al principio de su ejercicio. Por entonces, Freemuth estaba en una junta asesora de la Oficina de Manejo de Tierras, y ella le preguntó al panel cómo replantear la Ley Nacional Medioambiental para aumentar la producción de petróleo y gas. “Lo intentaron, pero los llevaron muchas veces a la corte”, recuerda Freemuth. A pesar de las acciones para modernizar los permisos, con Bush, el lapso promedio para aprobar una solicitud de permiso para perforar en realidad creció de 2005 a 2008 de 39 días a 134 días. Desde entonces, la resistencia a perforar en el Oeste estadounidense ha crecido. A principios de la década de 2000, la mayoría de los opositores trataba de preservar paisajes pintorescos y hábitats para peces y animales silvestres. Durante los años de Obama, las preocupaciones por el cambio climático crecieron y ahora los activistas también se oponen a la perforación en un esfuerzo por mantener los combustibles fósiles en el suelo.
A la Oficina de Manejo de Tierras se le exige que lleve a cabo una prolongada revisión medioambiental y buscar el comentario público antes de abrir tierras a la perforación. Los opositores a la perforación pueden detener proyectos mediante atar a la agencia en la corte. Entonces, para que la administración de Trump acelere la perforación de petróleo y gas en tierras federales posiblemente tendría que reescribir las regulaciones, lo cual usualmente toma años, o hacer que un Congreso paralizado ajuste leyes fundamentales como la Ley Nacional de Política Medioambiental. “No estoy seguro de cómo van a hacer esto. Al momento están hablando a nivel de mitos en vez de a nivel de hechos”, dice Freemuth.
Trump también da una imagen obsoleta del estado de la seguridad energética de EE UU. Su plan de energía declara: “El Presidente Trump está comprometido con lograr la independencia energética del cártel de la OPEP y cualesquiera naciones hostiles a nuestros intereses”. Sin embargo, con el Presidente Obama, la dependencia en el petróleo de la OPEP casi llegó a su fin. “Ya hemos roto el vínculo con el Cártel de la OPEP en el petróleo”, dice Tierney. En 2015, Estados Unidos importó solo un cuarto de su petróleo, el nivel más bajo desde 1970. Menos de un tercio de las importaciones fueron de países de la OPEP, según la Agencia de Información en Energía.
Trump cierra su plan de energía prometiendo una “administración responsable del medioambiente” y regresar a la Agencia de Protección Ambiental a su “misión esencial de proteger nuestro aire y agua”. Harrison Fell, profesor adjunto de política económica de recursos, dice que esta es otra ironía: Trump comenzó su plan prometiendo eliminar el Plan de Acción Climática de Obama, la pieza central de las acciones de la nación para controlar los gases de invernadero, y la Norma de Agua Limpia, destinada a salvaguardar las aguas y humedales de ser contaminados o rellenados para construcción o industria. “Parece que las políticas energéticas de su administración son tan contradictorias como siempre”.