MAQUILLAJE las llamará en cualquier momento y las conductoras esperan su turno. Lulú Barrera está ansiosa: en la penumbra de una sala de la Ciudad de México y frente a un estante repleto de libros, la joven antropóloga revisa hojas llenas de apuntes, hace anotaciones y sus labios con piercing se abren y cierran para dar instrucciones a sus dos colegas: “Pulamos las preguntas, en el segmento dos hablemos de agresiones concretas a periodistas, al comienzo expliquemos qué es cacicazgo”. La feminista no quiere que a esta emisión de Luchadoras TV, el programa por internet que creó en 2012 y que arranca en instantes, le falte estructura.
Pero a la junta previa a la grabación, en un antiguo edificio de la colonia Juárez, la interrumpe un aviso: la periodista Anaiz Zamora, una de las cuatro mujeres que se alternan la conducción, llega a la sede de Rompeviento TV y les da una noticia. “Hoy estaba tuiteando desde la cuenta del programa y me llegó un tuit que decía: ¿Ustedes venden estas playeras? Abajo venían fotos de chavas con playeras photoshopeadasy con estas frases: ‘Viólame’ y ‘Estoy aquí para que me metas la verga’. Ya denuncié en Twitter”, les informa a Eve Alcalá, la otra presentadora y a Lulú, la titular. Ninguna se inmuta. La oyen y no responden. Nada. Quizá no hay novedad en que se les vengan encima lenguas que provocan, intimidan, amenazan. En un país donde casi 6500 mujeres fueron asesinadas de 2013 a 2015, el programa que “cuenta las historias de mujeres guerreras” suma cuatro años y medio al aire. Y en ese periodo, así como sus seguidores en redes sociales superan los 49 000, también se han multiplicado las intimidaciones: en postsde Facebook o fotos enviadas a su cuenta de Twitter hombres armados que no muestran su rostro les escriben que las van a golpear, violar, matar, y que de una vez por todas se callen porque no soportan a chicas como ellas, “feminazis”, “brujas, “feas”, “lesbianas”.
Las periodistas no decaen: Lulú, Eve, Anaiz y Perla Vázquez desairan los ataques definiendo a los agresores con un término juguetón: “Machitrolls”. Las feministas sonríen cada que los llaman así, aunque los Machitrolls no sean tiernos personajes de caricatura, sino seres anónimos que portan armas de fuego.
—¿Trabajan con miedo? —pregunto.
—Trabajamos tranquilas: yo soy muy feliz —ríe Anaiz.
—Por supuesto que tenemos miedo de salir a la calle, no regresar o regresar en una bolsa, pero lo que importa es seguir hermanadas, decirnos: no estamos solas, y marchar, hablar y seguir aquí —apunta Eve.
Su defensa estratégica ante la negra avalancha se limita a media hora semanal con entrevistas a personajes de México y el mundo que luchan contra las agresiones al sexo femenino sin lamentos y con acciones. “Queremos un programa con mujeres que hacen cada día de su vida una revolución”, explica Lulú, de 34 años, ganadora con su equipo del Womanity Award, un premio internacional para iniciativas que protegen a mujeres y niñas del mundo de la violencia de género.
En el programa, las narrativas de la mujer son disímbolas semana a semana: un día pueden hablar con Teresa Forcades, monja catalana que lucha contra la criminalización del aborto. Otro, con Lorenza Gutiérrez, del Colectivo de Mujeres Indígenas Trabajadoras del Hogar. Y uno más con la ecofeminista india Vandana Shiva o con Yolanda Camacho, de la Colectiva de la Costa de Oaxaca Ñaa ‘Tunda que reivindica las raíces africanas de la población mexicana.
Apremia el tiempo este martes. En minutos entrevistarán a Lucía Lagunes y Fabiola González, dirigentes de Comunicación e Información de la Mujer (Cimac), para que cuenten qué descubrimientos de ese organismo revela el Informe “Violencia contra mujeres periodistas 2014-2015”. Coincidencia: este día las invitadas explicaron la violencia contra mujeres periodistas como las propias conductoras de Luchadoras TVque a ellas las entrevistarán. Fabiola, coordinadora de Cimac, oye sorprendida la anécdota sobre las playeras que Anaiz acaba de narrar “¿Denunciaron?”, les pregunta.
Silencio, otra vez.
Su denuncia la presentarán un piso arriba cuando oigan “¡Cuatro, tres, dos, grabando!” en el foro verde frente a las tres cámaras de Luchadoras TV.
Anaiz Zamora: “En Twitter nos mandan fotos de hombres con pistolas y comentarios desde ‘todas las feministas son feas’, hasta ‘las voy a matar, las voy a reeducar, a violar a todas estas lesbianas’”. Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
ESTÁS PARA SERVIR
Horas y horas tecleando, y nada: México no registraba las historias de lucha por los derechos de las mujeres. En internet, Lulú Barrera hurgaba para descubrir los invisibles combates mexicanos ante una realidad aplastante. La presidenta del Comité Directivo de Amnistía Internacional en México encontraba migajas de lo que ocurría en este país, y mucho de otros países.
Pero a su pantalla la alumbró algo inesperado: los rostros que la artista sudafricana Zanelee Muholi tomaba a lesbianas de su país. Aunque sometidas, la activista imprimía a sus fotos la fuerza de las mujeres de su país sin que las imágenes arrojaran compasión. Sus caras condensaban paz y coraje.
Lulú pensó que con letras debía lograr algo similar y comenzó a dar forma a un blog. “Vivimos en un país de muerte y eso puede darte un bajón terrible y llenar de desesperanza. Me dije: ante esta destrucción, ¿cómo salir adelante? Me respondí: ‘Hay que contar la historia desde otra perspectiva’: está muy jodida la situación de las mujeres, pero ellas luchan para cambiarla y eso ya es esperanzador”, recuerda. Aunque su idea quedó en una versión beta jamás publicada, buscó catapultarla en un medio ya constituido.
Le propuso a Ernesto Ledesma, director de Rompeviento TV, un programa sobre mujeres que con sus actos sacuden un “sistema de pensamiento donde las mujeres existimos pera servir”. Nada de autocompasión, nada de dolor ni obediencia y todo el arresto de cada emisión en las motivaciones de las mujeres para organizarse.
La respuesta fue “sí”. Había llegado la hora de encontrar a todas esas mujeres que remaban en contra para cambiar el país. “Una adolescente que estudia ingeniería y no arte; una chava que hace un deporte de contacto y le dicen que no por ser mujer: las pequeñas luchas cotidianas de mujeres que hacen de su vida una revolución todos los días”, precisa Lulú, quien pidió permiso a Peggy Adam para usar el título de su libro sobre las muertas de Juárez: Luchadoras. Vestido de flores azules, lentes de pasta y aretitos blancos, por primera vez se enfrentó al lente junto a su invitada inicial, una activista de Guerrero que peleaba para que las mujeres indígenas consiguieran instalarse en la política de su tierra.
—¿Cómo era Martha Sánchez Néstor de niña? —fue la primera pregunta que Lulú hizo.
—Mira, pues Martha era una niña con un poco de libertad en ese pueblo hermoso de Xochistlahuaca. Un poco de libertad, digo, porque era una niña que sí sonreía —fue la primera respuesta que recibió.
De los forcejeos iniciales, al paso de los programas ella y la cámara se entendían mejor. Las invitadas desfilaban una a una, y aunque Lulú quisiera celebrar la condición femenina con el brillo de sus ideas y acciones, la realidad que se empecina en mandar a las mexicanas al abismo brotaba en cada encuentro. La conductora iba procesando las razones que engendran un país donde el machismo suele acabar en muerte.
—¿Cuál crees que es la raíz del abuso hacia la mujer en México?
—Una cultura familiar reforzada en la escuela, la Iglesia y el Estado: estamos hechas para servir a los demás. Crecimos con las historias del no: no toques, no goces, no sueñes, no hagas, no grites. El feminismo te dice: “Decide sobre tu vida: te puedes casar o no, estudiar, ser madre o no, tener la sexualidad que quieras”. Eso atenta contra reglas históricas y desestabiliza las relaciones de poder. Ahora se está recrudeciendo la violencia contra las mujeres porque permea la cultura de lo que sí podemos hacer. Entonces está viniendo un backlash: una ola represiva ante la fuerza y dignidad de la mujer.
—¿Por qué en México los hombres no solo abusan de las mujeres, sino que las matan?
—Machismo es creer que dispones de la vida de los demás. Hay un profundo desprecio por la vida de la mujer. Si yo, hombre, veo que como mujer no ocupas tu lugar secundario donde estás para servir y ser sumisa, atentas contra mi mundo, mis reglas y mi poder, es una afrenta. Si ese todopoderoso siente que alguien atenta contra él, ese alguien no merece existir.
Eve Alcalá: “Por supuesto que tenemos miedo de salir a la calle, no regresar o regresar en una bolsa, pero lo que importa es seguir hermanadas, decirnos: no estamos solas, marchar y hablar”. Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
ALGO SE MUEVE
“En cada esquina, narcomenudeo, balazo, muerto”. Conductora de Luchadoras TV,Eve Alcalá define la colonia capitalina donde creció, la Valle Gómez, como un laberinto de terror con un refugio de nombre impecable: Socorro. Llamada así, su abuela la crio. “Ella vivía la violencia de mi abuelo ferrocarrilero, que era de la tradicional escuela machista. El control físico, económico y psicológico era tremendo, pero ella siempre me dio armas para sentirme segura”.
—¿Cuáles?
—Bailar. Yo era una niña obesa, insegura. Ella me decía: “¿Quieres bailar?, baila: te hago el vestido; vamos al ensayo, a las presentaciones”. Mientras mi abuelo me pegaba con una regla y me decía: “Eso no le está permitido a una señorita”, mi abuela me impulsaba: “Que nadie te impida hacer lo que quieres”.
Y entonces, desde los 15 años buscó que su densidad en el mundo fuera la misma que la de los hombres. Su arena en el resguardo de su género fue la cancha. “El deporte como autodefensa feminista”, explica Eve.
Desde los 15 años optó por el tocho bandera, derivación del futbol americano en el que las jugadoras buscan quitar al oponente uno de los dos pañuelos que llevan atados al cinto en vez de embestir con todo el peso de cuerpo. Colosal diferencia. La acción de desprender el pañuelo de la cintura, considerada tacleada, era una de tantas estrategias para evitar que las mujeres se golpearan. Y ese trasfondo, eludir la rudeza, la incomodaba. Hasta que un día en la Ciudad Deportiva Magdalena Mixhuca supo que en la liga Footbal Xtremo Femenil las mujeres también daban y recibían golpes.
Se puso el casco y el equipo protector de las Rams y saltó a la cancha.
—Dame tu primer gran recuerdo.
—En mi partido de debut jugué de corner, debía atrapar a las corredoras. De pronto, una venía hacía mí como un toro y se me hizo fácil irme contra ella. Vio que yo iba desenfrenada y erguida, en una posición incorrecta para taclear. Acomodó su cabeza y me dio un horrible golpe en la garganta. Me tumbó, se me fue el aire, se me carcomió la sangre y me quedé un cuarto fuera, pero volví a entrar.
Aunque en su paso por el futbol americano sufrió severas lesiones en los gastrocnemios, y las sacudidas al esqueleto la dejaban malherida, siguió.
—¿Por?
—Implicaba goce y reto. Después de la primera vez que me tumbaron aprendí: siempre ve encorvada porque parada los golpes son mortales.
La técnica deportiva le dio cátedra para la vida: en tanto los golpes misóginos existan, aprende a eludirlos. Y para eso hay dos vías que se complementan. Primero, que la mujer sea lo que quiere. Segundo, con la protesta desnaturalizar el abuso. “Políticamente hay mucho por recorrer: los de arriba no hacen su chamba, carecemos de instituciones confiables y esta es una democracia fallida. Hay desfachatez, saña, odio: nos tiran en ríos, nos dejan en bolsas y en maletas, nos descuartizan, pero la Movilización Nacional contra las Violencias Machistas (de abril pasado) fue histórica: me encantó ver marchar no solo feministas, sino mujeres de todas edades y clases. Nos da miedo salir a las calles, pero algo se mueve. Hay una ola de ‘no podrás conmigo’”.
Maestra en filosofía y crítica de la cultura, Eve lleva a Luchadoras TVa personajes que hacen activismo involuntario, sin necesidad de levantar el puño o verbalizar la urgencia de justicia. Por ejemplo, al programa puede acudir Gisela Pérez de Acha, la joven más visible de Femen México, pero también la skaterSandra Cornejo, del colectivo Mujeres en Patineta. “Luchadoras impone las historias del sí: ¿quieres ser jugadora de americano? Lo puedes ser y eso vale tanto como ser defensora de derechos humanos. Cuantas mujeres hay, cuantos feminismos hay. Cada mujer es congruente con los intereses, trincheras y formas de actuar de su feminismo: en nuestras casas, camas, trabajos, calles, cafetales, campos, instituciones y medios cada una chambea de forma diferente: el feminismo no homogeniza”.
Pero la fuerza social que lucha contra el feminismo, sí. Las tres conductoras se han vuelto guardianas de sus redes sociales, atacadas sistemáticamente desde el anonimato. Eve, Lulú, Anaiz y Perla crearon un protocolo. Frente a un ataque, lo siguiente: a) no responder, b) tomar una captura de pantalla de la agresión, d) bajar el contenido, c) reportar a Facebook y Twitter.
Pero la historia no tiene fin. Aunque los administradores de esas redes cierran las cuentas de los atacantes, estos crean otras desde donde repiten las amenazas. Lulú se ha reunido con Twitter para pensar nuevos modos de protección ante imágenes y frases que juran que no respetarán sus vidas.
—¿Hay una herencia prehispánica del abuso contra la mujer? —pregunto a Lulú, maestra por la Escuela Nacional de Antropología e Historia.
—Hay indicios de lo contrario —responde—. No existía el concepto de virginidad, cielo, ni infierno. El auto sacramental El Juicio Final(pieza teatral de los conquistadores) cuenta la historia de una mujer con una vida disoluta: le gustaba el sexo con varios hombres. Cuando Dios la juzga por su vida sexual su collar de mariposa se enciende, la quema y ella sufre. Imágenes así las usaban (los españoles) para demonizar distintas formas de vida. Otro ejemplo es Xochiquétzal: a la diosa del placer amoroso los frailes la veían como diosa de las prostitutas. No creo que arrastremos el abuso desde lo indígena.
Lulú barrera: “Vivimos en un país de muerte y eso puede darte un bajón terrible y llenarte de desesperanza. Está muy jodida la situación de las mujeres, pero ellas luchan para cambiarla”. Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
MAÑANA VAMOS A MISA
Su padre ingeniero y su mamá contadora dieron la noticia a Lulú, su hija adolescente. Dejarían el barrio de Tacuba para dar un salto geográfico y social. Lulú se fue del Instituto Morelos y con 15 años llegó a una ciudad del norte del país donde las libertades de sus primeras calles sin reglas mutaban en normas del buen vivir. “En Monterrey importaba mucho la imagen. Como jovencita de 15 años si no me vestía a la moda no existía para la gente. Si no me ponía pantalón, blusa y zapatos que combinaran, si no me peinaba y pintaba, jamás tendría novio. Y mis compañeros tenían una riqueza que en mi vida había visto”.
—¿Cómo experimentaste el cambio?
—Mientras en el DF las niñas queríamos llegar a los 18 años para irnos a vivir solas y tener sexo, así, literal, allá querían casarse, llegar vírgenes al matrimonio y tener hijos. Fue un shock. A los 15 años me dije: ¿cómo es que hay dos mundos paralelos, qué se espera de mí? Un día en una pijamada me dijeron: “Quédate a dormir y mañana vamos a misa”. Dije: “¿Misa? Qué güeva ir a misa”. Me respondieron: eso te dirá Dios cuando entres al cielo: “Me das flojera”. Fue un impacto terrible. Me di cuenta de que en un mundo de reglas arbitrarias no pertenecía a ningún lado. Pero también que esas reglas pueden redefinirse o cambiar. Tiempo después esa conciencia me llevó al activismo, a la acción social: podíamos moldear un mundo con reglas más justas —asegura.
Y quizás en esa búsqueda de un mundo paralelo decidió estudiar letras hispánicas en el Tec de Monterrey. Cerca de acabar la carrera hizo una estancia sobre Estudios Chicanos en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Recién llegada caminó hasta la biblioteca y extrajo de un estante el libro Borderlands/La Frontera: The New Mestiza.“Leyéndolo comencé a entender las expectativas sociales que hay para casarnos; la presión para que no hablemos, no respondamos, no seamos contestonas”.
Aquellas letras escritas por la feminista chicana Gloria Anzaldúa fueron el escalón inicial de su lucha, reforzado semanas después. En la misma universidad entró en un aula: la investigadora y novelista Alicia Gaspar de Alba ofrecía un seminario sobre los sistemáticos feminicidios en Chihuahua. “Imagínate —dice—: como a mi familia nada de eso le interesaba, a mis 21 años jamás había oído sobre las muertas de Juárez”.
Volvió a Monterrey y concluyó con urgencia sus estudios. “Mi paso por el Tec fue shockeante:me molestaba el dominio del interés económico por sobre el social. Te enseñan que puedes lograr lo que quieres, pero no a ser sensibles de tu contexto ni buscar el bien común”.
—¿La educación mexicana, desde la primaria, está desprovista de información sobre el respeto a la mujer? —cuestiono a Lulú.
—Te cuento algo: bajaba las escaleras de mi primaria y un niño de mi salón que estaba sentado metió su mano bajo mi falda y agarró mis piernas. Fui con la directora: “¿Segura quieres denunciarlo? —me dijeron—. Vas a arruinar su vida”. El mensaje fue: la agresión que sufriste no importa; tu defensa es una agresión dos veces más grave de lo que a ti te pasó. Y luego en mi secundaria a la maestra que nos enseñó a poner un condón dibujando un pene en una cartulina la corrieron. La educación se moldea no solo en los libros.
—¿No hay avances?
—El discurso de los derechos humanos impregna hoy a los niños. Hace poco, una niña y un niño hijos de una compañera estaban jugando en la oficina. El niño quería jugar con una muñeca, pero le dijo a la niña: “No puedo, los niños no jugamos con muñecas”. La niña le respondió: “Juega con lo que quieras, las niñas y niños somos iguales”. Dije “¡waw, lo logramos!”, se carcajea.
La popularidad de Luchadoras TV es también un arma en su contra. De 2014 a 2015 aumentó en 70 por ciento el número de casos de periodistas mujeres que sufrieron violencia en relación al bienio anterior. Foto: Antonio Cruz/NW Noticias.
TALLER DE BORDADO
La popularidad de Luchadoras TVes también un arma en su contra. De 2014 a 2015 aumentó en 70 por ciento el número de casos de periodistas mujeres que sufrieron violencia en relación con el bienio anterior: en ese periodo 147 casos de ataques fueron registrados por Cimac. Dos terminaron en feminicidios.
“Aumentar la visibilidad en redes sociales nos causa ataques. En Twitter nos mandan fotos de hombres con pistolas y comentarios desde ‘todas las feministas son feas’, hasta ‘las voy a matar, las voy a reeducar, a violar a todas estas lesbianas para que sepan qué es un hombre’. Cada vez hay más ataques desde el desconocimiento y un estereotipo ridículo del feminismo”, dice la periodista de LuchadorasAnaiz Zamora.
Habla y sonríe, como si ante la alianza temible de la ignorancia y la brutalidad el único amparo fuera la calma. Y al hablar de su niñez en las calles de Neza y el Instituto Alexander Fleming, también sonríe. Cuando elige un momento de su vida que la condujo al feminismo, la joven psicóloga del Instituto Politécnico Nacional y reportera especialista en feminicidios se dibuja así: “Jugaba y me vestía como niño, y era un niño para mis compañeritas. No me gustaban los vestidos porque no me dejaban correr, ensuciarme, jugar”.
—¿Y cómo reaccionaba tu entorno?
—Mi mamá y mi tía me criaron dejándome ser. Y mis primos y hermanos, felices: era la niña a la que podían pegarle y que se aventaba sobre ellos. Pero para las niñas era difícil: no me llevé bien y en la primaria solo tenía una amiga igual que yo. La escuela tenía una división muy cabrona: niños, a deportes; niñas, al taller para bordar. Eso me chocaba: veía a los niños y quería jugar con ellos.
El estudio de la mente la llevó hace cerca de tres años a CIMAC, portal sobre temas de la mujer en violencia, política, salud y derechos humanos. Y vino la asignación inicial: la novel reportera debía entrevistar a la activista del medio ambiente hondureña Berta Cáceres, amenazada, entre otras cosas, por su lucha contra el proyecto hidroeléctrico de Agua Zarca. Anaiz se escabulló hace casi tres años en el intrincado trópico centroamericano, subió por la serranía y ubicó a Berta. Hablaron. “Soportando el frío en el municipio de Siguatepeque (…) Cáceres responde a Cimacnoticias por qué una mujer en medio de contextos adversos y de alto riesgo se vuelve defensora de los derechos humanos”, escribió Anaiz, y luego reprodujo estas palabras de Berta: “Vengo también de la lucha con las compañeras indígenas, una familia en la que la presencia de las mujeres siempre es muy fuerte, presencia ligada al tema de la salud, la tierra y la medicina natural, y que nos ha llevado a enfrentar también la represión patriarcal y la violencia”.
A su regreso a México, Anaiz había cerrado su cobertura más conmovedora. “Fue muy emotivo conocer personas tan fuertes”, recuerda.
Pero la vida le acercaría una tragedia. En la primavera de este año entró a Luchadoras TV. Su debut llegó a fines de marzo, editando y haciendo entrevistas para un programa dedicado a la memoria de Berta Cáceres. La activista hondureña que entrevistó había sido asesinada el 3 de ese mes, un día antes de cumplir 43 años, cuando un sicario irrumpió en su casa. “Estaba impactada”, dice Anaiz, investigadora de feminicidios y desapariciones forzadas. “Me apasionan los dos temas por la resistencia social que forman a su alrededor, y porque pese a ser un tema doloroso encuentro mucho amor en los que cuentan estas historias”.
Frente a su grabadora, los deudos son la amorosa resistencia al horror.
TE TOCA CARGAR ESA CRUZ
México da señales encontradas. En días en que la violencia contra la mujer alcanza un dramatismo inédito, germina otra realidad. Ya se ha tipificado el feminicidio: la ley entiende que existen asesinatos de mujeres que obedecen a la discriminación de género. A escala federal y estatal operan institutos de la mujer y la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia ha sido aprobada. El hashtag#MiPrimerAcoso, que incendió Twitter, y la Movilización Nacional contra Violencias Machistas del 24 de abril —con cientos de miles de mujeres marchando en 40 ciudades— aceleraron cambios.
—¿Se está institucionalizando la defensa de mujer? —inquiero a la fundadora de Luchadoras.
—Esos avances son producto exclusivo de la lucha de las mujeres —advierte Lulú—. Pero aún hay una brecha gigantesca por las encarnadas visiones machistas de los ministerios públicos. La ley puede decir “la mujer no debe vivir violencia familiar”, pero si una mujer quiere denunciar a un hombre, le dicen: “Le toca cargar esa cruz, aguante, son pleitos de pareja y no una violación a sus derechos”. Si hoy un tipo te sigue y quieres denunciar, te dicen: “Si no te agredió físicamente no podemos actuar”. La justicia en feminicidios está por los suelos. El Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio documenta que cerca del uno por ciento de los feminicidios llegan a una sentencia para el agresor. Cuando se metió la solicitud de Alerta de Género en el Estado de México se desconocía a la totalidad de los feminicidas. ¿Así cómo exigir justicia? Ese dato es un mensaje social de autorización de la violencia. “Hazlo, no te pasará nada”.
—¿Los investigadores mexicanos de crímenes tienen recursos para investigar?
—Falta voluntad y hay deficiencia en infraestructura: combinación explosiva y fatal. Cambiar creencias es un trabajo de largo aliento. Ministerios públicos y jueces no cambiarán con un cursito su perspectiva de género: con sus creencias crecieron toda la vida y como funcionarios no dejan de pensar desde esas creencias.
—¿Y entonces cómo lograr el cambio?
—Con la acción de las mujeres. En México este año fue como ninguno en temas de feminismo. El acoso callejero estaba naturalizado: si alguien te decía “mamita” debías pensar: “Es un halago”. Este año rompió ese mito: no es halago; es acoso, violencia, y nos sucede desde los ocho años. Se llama “abuso infantil” y solo el reclamo y la exhibición social lo pueden transformar.
—Hay hombres que se sienten odiados por su género. ¿Qué piensas?
—Si nadie nunca te dijo que está mal tu violencia, cuando la cuestionan te sientes atacado. ¿Las feministas somos violentas? No. Solo violentamos las reglas de dominación, queremos subvertirlas y destruir esa dominación.
—¿El feminismo sabe discernir: no todos los hombres son agresores?
—¡Claro! Hay un hashtag mundial: #NotAllMen. No todos los hombres agreden y no luchamos contra los hombres. Mujeres y hombres crecimos en ese sistema y no se combate al sexo, sino al sistema. Incluso hay mujeres machistas.
—¿Persiste aún la creencia de que feminismo es igual a lesbianismo?
—Es un mito superextendido. Circula una frase muy chistosa: “El feminismo vuelve a las mujeres brujas y lesbianas que quieren desaparecer a la familia”. Muchas heterosexuales creen en la igualdad de las mujeres, dicen que no son feministas por los estereotipos, pero su convicción es feminista.
NOS DIJERON QUE ES PECADO
Ha llegado la hora. Lámparas, cámaras, consolas de audio y video, cables, y dos mujeres listas para conducir otra emisión de Luchadoras TV.Sentadas en el estudio en espera de salir al aire, Lulú y Anaiz bromean sobre la que debería ser una nueva sección del programa: “Horóscopos feministas”. Lucía Lagunes, la entrevistada que hoy hablará sobre violencia hacia mujeres periodistas, retoma el juego: “Acuario, tenemos problemas con ustedes porque Júpiter y Saturno confluyen para que tengan un exceso de agua. No se preocupen: aunque nos dijeron que es pecado, nos ayuda a limpiar el alma, compañeras”, exclama, y las conductoras se retuercen de risa.
Ahora sí, las cámaras se encienden. El productor, Jesús Taylor, alza la voz. “¡Ánimo, ustedes no se pongan nerviosas porque solo las van a ver 30 millones de personas —se ríe—. Serán tres segmentos de ocho minutos cada uno y dos cortes. Vamos en cámara tres. Cuatro, tres, dos, ¡grabando!”.
Lulú aparece en primer plano: “Muy buenas noches”, dice a su público.
Otra vez, pese a las armas, los insultos, las amenazas, aquí están las Luchadoras.