DECÍA JAMES JOYCE, autor de Dublineses,
que “no hay pasado ni futuro, todo fluye en
un eterno presente”.
La frase es perfecta para ilustrar el devenir de Irlanda en las Américas: se trata de una
nación que está en nuestro presente tanto
como lo ha estado en nuestro pasado. Quizá
no se conozca mucho, pero las aportaciones
del talento político, empresarial y artístico de
los irlandeses han dejado su impronta en la
historia del continente.
En Estados Unidos los flujos de inmigrantes irlandeses se desbordaron sobre la
geografía norteamericana al punto de que
prácticamente no ha habido presidente contemporáneo que no haya llevado en su sangre
algún tinte irlandés, desde John F. Kennedy,
quien se enorgullecía de su estirpe, hasta Barack Obama, cuya madre, la antropóloga Ann
Dunham, tenía antecedentes irlandeses.
Los irlandeses asimismo han intervenido
en diversos pasajes históricos de América
Latina. Existe la leyenda de aquel vengador
social: Guillén de Lampart, cuya semblanza
está magníficamente presentada por Pamela
Morales Cobos en estas mismas páginas.
La vida de Lampart merecería una buena producción fílmica ya que se trata de un
personaje fuera de serie: rebelde, aventurero
y romántico en el marco de una sociedad
novohispana intolerante y brutal. El irlandés
fue sentenciado a la hoguera de la Santa Inquisición después de pretender vengar a los
oprimidos por la Corona española y de querer emancipar a la Nueva España casi 200 años antes de que los insurgentes de Miguel Hidalgo se levantaran en armas.
Otro descendiente de irlandeses, el chileno Bernardo O’Higgins, sí consiguió liberar a Chile y Perú del yugo peninsular. Aún
joven su padre lo mandó estudiar a Lima encargándolo al comerciante irlandés John Blake, quien empezó a imbuirle ideas libertarias. Entonces su padre decidió enviarlo a Londres donde tuvo
como maestro nada menos que al caraqueño Francisco de Miranda, quien acabó por convertirlo en un auténtico revolucionario.
La historia no siempre hace justicia a quien la merece y tal es el caso de Juan O’Donojú, el último virrey designado por la Corona española para gobernar a la Nueva España. De padres irlandeses —su apellido original era O’Donnohue— emigrados a la península Ibérica, este don Juan tuvo a bien conceder la
independencia de México al poco tiempo de su arribo y por ese solo hecho se le considera en Madrid como traidor. Sus restos por cierto descansan en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México.
Durante la ocupación de México por el ejército estadounidense en 1847, habría que evocar el cambio de bando de los valientes irlandeses que desertaron de las filas invasoras y se pasaron al lado mexicano. El famoso Batallón de San Patricio ha sido objeto de apologías en México y los nombres de esos combatientes se hallan inmortalizados en una placa en la Plaza de San Jacinto en San Ángel, Ciudad de México, lugar exacto en el cual todos, excepto su líder, John Riley, fueron ejecutados por los oficiales del ejército invasor.
Pocos saben que el general revolucionario Álvaro Obregón tenía un antecedente irlandés: su apellido, de hecho, pudiera corresponder a una forma hispanizada de O’Bregan, apellido eminentemente irlandés. Y menos aún se sabe que el mismísimo Che Guevara también llevaba sangre irlandesa en las venas por el lado de su padre: don Ernesto Guevara Lynch, ya que la familia de su madre era oriunda de Galway.
Muchos otros políticos mexicanos contemporáneos también tienen
ancestros irlandeses: Fox, Creel, Meade, ¿le parecen familiares? El eminente educador don Justo Sierra Méndez era hijo de Justo Sierra O’Reilly,
un yucateco de madre irlandesa que en el siglo XIX pretendió sin éxito
separar la península de Yucatán de la federación. Algunas fuentes también le atribuyen antepasados irlandeses a Ignacio Comonfort, presidente
de México durante los años funestos de confrontación entre liberales y
conservadores.
El panorama artístico está repleto de pintores, actores, músicos y arquitectos de estirpe irlandesa, tal es el caso del muralista Juan O’Gorman.
Cualquiera que pase por el edificio de la Rectoría de la UNAM conocerá la
monumentalidad de su obra con un mural de 4000 metros cuadrados que
abarca las cuatro caras del edificio principal. Otro pintor de origen irlandés
nacido en Salt Lake City pero avecindado en México desde los años 30 fue
Pablo O’Higgins, activista de izquierda cofundador del Taller de la Gráfica
Popular junto con Leopoldo Méndez.
Edmundo, hermano de Juan O’Gorman, despuntó como filósofo de la
historia con su libro tituladoLa invención de América(1961); asimismo,
el dramaturgo Gilberto Owen dejó un legado poco reconocido e incluso
escritores actuales como Guillermo Sheridan y Alberto Ruy Sánchez tienen
antecedentes irlandeses.
Algo ha de tener Irlanda que genera escritores por docenas y aun
parece transmitir esa habilidad a sus descendientes en América. Irlanda
es pródiga, allí nacieron Yeats, Joyce, Wilde, Beckett y George Bernard
Shaw, entre otros. Irlandeses de origen han sido Francis Scott Fitzgerald y
William Kennedy, así como las novelistas Margaret Mitchell, Anne Rice y
Nora Roberts.
Walt Disney tenía abuelos procedentes de la tierra
de San Patricio, lo mismo que Alfred Hitchcock. El
cuadro de cantantes y artistas hollywoodenses puede
ser interminable: Cristina Aguilera, Mariah Carey y
Demi Lovato son apenas muestras de lo agraciada que
puede ser la combinación de genes irlandeses y latinos.
Incluso celebridades como Katy Perry, Elvis Presley y
Britney Spears.
La embajada de Irlanda en México inaugura en estas
fechas una exposición singular por su contenido, ya que
exalta la contribución insumisa de los irlandeses a la historia de los movimientos insurgentes de América Latina.
Diría también que es digna de exaltarse la vena emprendedora de los irlandeses y sus descendientes, puesto que
nombres como O’Farril, Azcárraga, Jenkins y Braniff,
todos con ascendientes irlandeses, se han fusionado con
los capitales mexicanos a lo largo de nuestra historia.
Para saber más acerca de los irlandeses en América Latina, se recomienda consultar la página web de
la Sociedad Irlandesa de Estudios Latinoamericanos:
www.irlandeses.org
Para conocer mejor la historia de Lampart se
recomienda el libroDon Guillén de Lampart. La Inquisición y la Independencia en el siglo XVI, de Luis
González Obregón.da, quien acabó por convertirlo en un auténtico revolucionario.