La presidenta brasileña Dilma Rousseff denunció este lunes en su comparecencia ante el Senado que su destitución constituiría un “golpe de Estado” que daría paso a “un gobierno usurpador”.
La mandataria negó además haber cometido los crímenes por los que es enjuiciada. “No puedo dejar de sentir en la boca el sabor amargo de la injusticia”, dijo.
Rousseff se encuentra cara a cara ante los senadores que deciden su destitución en el que será, si se cumplen las previsiones, su último y más dramático acto como presidenta de Brasil.
La exguerrillera, de 68 años, ingresó al Senado sonriente, acompañada por su antecesor Lula Da Silva y arropada por decenas de simpatizantes que gritaban: “¡Dilma, guerrera, de la patria brasileña!”.
“Ella está firme, preparada para la batalla”, dijo a periodistas el diputado Silvio Costa del PTdoB (aliado a Dilma) en el recinto del Senado.
Será la primera oportunidad que tendrá la mandataria, suspendida en el cargo desde mayo, de defenderse en el Congreso. Y también la última para evitar su destitución.
Una destitución de la presidenta será también el fin en el poder del Partido de los Trabajadores (PT), la fuerza de izquierda que gobierna desde hace más de 13 años la mayor potencia latinoamericana.
La votación será el punto final de un proceso que remece al país desde hace nueve meses, junto con una economía maltrecha y el descrédito en una clase política embarrada por escándalos la corrupción.
Rousseff afirma que es inocente y que el juicio es en realidad “un golpe orquestado” por su exvicepresidente Michel Temer, devenido en su némesis política y el probable presidente de Brasil por los próximos dos años.
La presidenta fue acusada de autorizar gastos a espaldas del Congreso y postergar pagos a la banca pública para mejorar de artificialmente las cuentas públicas y seguir financiando programas sociales el año de su reelección y a inicios de 2015, algo prohibido por la Constitución.
Su defensa aduce que las prácticas cuestionados también fueron usadas de forma recurrente por gobiernos anteriores, sin que fueran castigados.
Si es destituida, Rousseff se convertirá en el segundo jefe de Estado en ser sometido a un proceso de destitución en el Congreso brasileño. El otro fue Fernando Collor, pero dimitió antes de llegar a enfrentarse con los senadores en la fase final del juicio.
Hasta ahora, Dilma siempre aseguró que luchará “hasta el final”.