Millones de personas están
en estos días atentos a los que sucede en Río 2016; el interés es con los deportistas
propios, y con los ajenos, con los récords y las rivalidades, con los que suman
éxitos y los que no pueden alcanzarlos. En pocas palabras, atentos en los más
de 10 mil atletas reunidos en estos Juegos Olímpicos.
Algo pasa en el cerebro mientras los ojos siguen los
movimientos, el esfuerzo, la pericia y las emociones de los competidores. Daniel
Glaster, neurocientífico del King’s College de Londres, Reino Unido, conoce el
tema y dice que cuando se ven retransmisiones deportivas se activan distintas zonas dentro del cerebro,
cada una de ellas con una función diferente. Para saber cuáles se activan más o
menos en diferentes situaciones se utilizan técnicas de imágenes cerebrales.
Lo interesante es que parece que la zona que se activa
al ver deporte es la responsable de que el cuerpo se mueva, aunque el
televidente no lo haga, más allá de acercarse la botana o la bebida, o quizá
pegar un grito de emoción de vez en vez.
El científico agrega que “incluso completamente inmóvil, estás
utilizando la parte del cerebro que controlaría tu cuerpo si te estuvieras
moviendo, para ayudarte a observar los movimientos”. Según
Glaster, “simulamos sus movimientos como si los ejecutáramos nosotros mismos
para poder predecir mejor y, de hecho,ver mejor y anticipar
mejor lo que están haciendo”.
Se
trata de un efecto espejo, de una réplica de ese
movimiento. Se ve a menudo en los entrenadores de futbol que
durante el partido, fuera de la cancha, reproducen actitudes de los jugadores
como queriendo ser parte del encuentro.
El científico asegura que hay dos tipos de movimientos: una especie
de resiliencia motora, en el que
se aprecia cómo la persona se inclina
hacia adelante o hacia atrás a medida que lo hace el deportista, y
también se concentra o se relaja cuando éste lo hace, que se traduce en
‘empatía directa’.
El otro, se refiere a “expresiones directas de
emociones; cuando alguien ve a un deportista hacer un movimiento determinado,
esa emoción resuena en quien lo mira”.
Glester subraya: “Podemos saber, al observarlo, si
alguien se está moviendo de una manera
feliz o triste; si alguien, por ejemplo, en el inicio de la tanda de
penaltis si su equipo está perdiendo, camina de forma diferente que si su
equipo es el ganador”.
Es ‘contagio
emocional’ puro; una reacción inconsciente que conecta el sistema
emocional del espectador con la persona a la que se observa. “El cuerpo no solo interpreta tus emociones;
también te ayuda a sentirlas”, aduce Glester.
Como lo que
les pasa a los padres de la gimnasta estadounidense Aly Raisman cuando su hija
está en barras asimétricas, en este video: